Condenadas diez personas por cazar y comerse aves protegidas en un parque natural en Canarias
Deberán pagar la multa más alta prevista en el Código Penal por saquear nidos de pardela cenicienta y cocinar los pollos en el islote de Alegranza (Lanzarote)
Diez personas, entre ellas un conocido empresario de Lanzarote y un policía nacional (jubilado hace dos años), han sido condenadas a la multa máxima prevista en el Código Penal por cazar y cocinar aves protegidas en el islote de Alegranza (Lanzarote) en septiembre de 2015. Los furtivos, que deberán pagar cada uno una multa de 8.600 euros, fueron sorprendidos en pleno banquete en la playa por la Guardia Civil. Uno de ellos "tenía la cuchara en la mano", recoge la sentencia del juzgado de lo Penal número 1 de Arrecife.
La sentencia considera probado que las aves que cocinaban los 10 hombres (había 9 acusados más; estaban en la playa pero han sido absueltos porque no se pudo demostrar que participaran) eran pardelas cenicientas, una especie protegida que en ese momento estaba en periodo reproductor. El islote de Alegranza pertenece al archipiélago Chinijo, reserva natural desde 1986, y solo se puede acceder a él con permiso del Cabildo de Lanzarote.
Uno de los pardeleros reconoció de manera espontánea a los agentes de la Guardia Civil que estaba guisando esta ave, según recoge la sentencia. "El acusado asintió con gesto de vergüenza" cuando el agente le preguntó si lo que cocinaba era pardela. Algunos acusados aseguraron durante el juicio que habían ido a Alegranza a pescar y que cuando llegaron los agentes estaban comiendo "carne de cabra" y otros alimentos que habían llevado a la isla en sus embarcaciones, pero la titular del juzgado cree que esos testimonios "no son creíbles en absoluto". Uno de los condenados aportó un informe médico que decía que tenía prohibido comer grasas en un intento de demostrar que no estaba allí para degustar el guiso de pardela. La sentencia creee que todos eran "conocedores" de que la especie está protegida y, pese a ello, fueron al islote a saquear los nidos y comerse los pollos.
El papel de la sargento Moreno
Gloria Moreno, sargento jefe del Seprona en Lanzarote, dirigió la operación que permitió descubrir in fraganti a los cazadores de aves protegidas. Moreno, que llegó destinada a la isla en 2014, declaró durante el juicio que llevaba meses oyendo que un grupo de hombres —entre ellos un empresario turístico, dos presuntos traficantes, un arquitecto municipal, un médico y un policía nacional— organizaban todos los años un asadero de pardelas.
La sargento montó la operación de tapadillo, con guardias de la patrullera marítima de Fuerteventura ajenos a su unidad. Desde entonces, a Moreno le han abierto siete expedientes sancionadores, varios por denuncias de sus compañeros de Lanzarote. En cinco de ellos se ha anulado la sanción o sus superiores los han dejado caducar. “La sancionan por haber roto con la impunidad de años de la élite social y económica de la isla”, asegura su abogada.
Los agentes de la Guardia Civil documentaron fotográficamente lo que encontraron al llegar: habían fondeado sus embarcaciones de recreo frente a la playa y habían instalado una carpa azul para dar sombra, una mesa y una cocina portátil. Unos estaban sentados, otros cocinando y los demás paseando por la playa. También fotografiaron "gran cantidad de nidos de pardela vacíos con signos de que había habido pollos recientemente".
Por si todo ello no fuera suficiente, la Guardia Civil hizo pruebas de ADN a los restos del guiso. Las defensas las impugnaron acusando a los agentes de haber roto la cadena de custodia. La sentencia manifiesta que no hay ninguna prueba de que la sustancia analizada no fuera la encontrada por los agentes en la playa.
La caza y el consumo de pardela era una antigua costumbre en Lanzarote. Pese a llevar décadas prohibida, era un secreto a voces que determinadas personas de la isla la seguían practicando. Este caso está relacionado con la situación de la sargento jefe del Seprona en Lanzarote, Gloria Moreno, que se enfrenta a varios expedientes disciplinarios que empezaron cuando dirigió esta operación contra el furtivismo. Un agente de la Guardia Civil declaró en el juicio que llevaban tres años intentando atrapar a los pardeleros.
Frente a los testimonios de algunos pardeleros, que aseguraron no haberse enterado de que estaba cocinando ave, la sentencia asegura: "El guiso desprendía un característico fuerte olor a ave que fue percibido hasta por los agentes que estaban apostados en un risco a unos 50 metros de ese lugar". El juzgado ha impuesto la multa máxima permitida para ese tipo penal (que penaliza a quien cace, pesque, adquiera, posea o destruya especies protegidas de fauna silvestre), que era la que solicitaba la acusación popular, y añade la inhabilitación especial para la profesión u oficio relacionado con la caza, así como para el ejercicio del derecho de cazar durante tres años y el abono de las costas del juicio.
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