A pedradas contra su padre y su asesino
Los hijos de Thomas Handrick intentaron defender a su madre en la cueva de Adeje donde este mató a su mujer y primogénito. La huida del pequeño dejó un cabo suelto en su macabro plan
Hace días que Jonas guarda golosinas para su hermano. Vive en una casa oculta, a la espera de que vengan a recogerlo, rodeado de otros niños con los que juega pero a los que no entiende. El pequeño Jonas, que cumplirá ocho años en apenas dos semanas, apareció el martes entre unos matorrales. Llegó desorientado a La Quinta, un barrio de casas desperdigadas ubicado en lo alto del municipio de Adeje (Tenerife) con vistas espectaculares al océano y al Teide. Al verlo, Rosi Pérez, la vecina que lo encontró “asustadito y coloradito” junto a la carretera, pensó que era un niño alemán perdido en el monte. Sin más. En realidad, el pequeño acababa de torcer el macabro plan de su padre, Thomas Handrick, de 43 años, que había planeado matar a su familia pero se dejó un cabo suelto corriendo por el monte: su propio hijo.
“Menos mal que no supo explicarnos donde vivía su padre”, reflexiona ahora Rosi, que acabó llamando a la Policía Local. Handrick vive en el casco urbano de Adeje, a nueve kilómetros cuesta abajo de donde encontraron al pequeño. Los investigadores sospechan que fue en su casa, a la que se mudó hace dos meses, donde planeó meticulosamente cómo dar muerte a su mujer, la gestora Silvia Handrick, de 39 años, y a sus dos hijos: el mayor, Jakob, de 10, y el pequeño Jonas. “No pensaba dejar vivo a nadie”, explican fuentes judiciales.
Leyendo en la terraza
La madre y los niños, que vivían en la ciudad de Halle, al noreste de Alemania, viajaron el lunes por la mañana a Adeje. El padre reside en el municipio canario, de 47.280 habitantes censados, desde hace dos años, según los investigadores. No está empadronado ni consta que tuviera un trabajo en la isla. Sus vecinas, con las que apenas ha tratado, lo describen como un hombre reservado. Apenas chapurrea el español. Pasaba los días leyendo en la terraza de su casa.
Handrick alquiló una furgoneta azul oscuro para la excursión que había planeado el martes. Subieron con el vehículo a la zona de Ifonche y les engañó con un señuelo infantil. Les dijo que había escondido huevos de Pascua en una cueva y que irían juntos a buscarlos. Tenían unas tres horas de camino por delante. Los investigadores creen que el padre “les empujó a entrar en la cueva” y que, teniendo en cuenta el recóndito lugar elegido, “lo más probable es que hubiera ido allí antes, incluso que hubiera dejado allí las piedras con las que les agredió”, según fuentes próximas al caso. La hipótesis que barajan es que mató primero a Silvia mientras los niños intentaban protegerla. Jakob y Jonas tiraron piedras a su padre para intentar defenderla. Después Jonas salió corriendo y anduvo solo más de cuatro kilómetros hasta aparecer en La Quinta con las manitas sucias y la cara quemada por el sol. Le contó a la holandesa Annelies B., la primera persona que le habló en alemán, que evitó la carretera para no cruzarse con su padre.
“Los cuerpos de la madre y de su hijo mayor fueron encontrados separados en la cueva. Estaban muy desfigurados, por lo que ha sido necesario confirmar sus identidades con una prueba de ADN”, explican fuentes de la Guardia Civil cercanas la investigación. “Ella tenía la mayor parte de los golpes, muy contundentes, en la cabeza y en la laringe; el hijo tenía muchos en la cabeza y uno en la espalda, y ambos presentaban signos de haberse defendido”, según las mismas fuentes. Los resultados preliminares de la autopsia confirman una muerte violenta por fractura múltiple craneoencefálica, según fuentes judiciales. Los investigadores han solicitado datos a Alemania para conocer si Thomas tenía antecedentes y reclaman su expediente médico. Hasta ahora solo ha abierto la boca para pedir medicinas.
La titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Arona ordenó el viernes por la tarde el ingreso de Handrick en prisión provisional y sin fianza, imputado por dos delitos de asesinato u homicidio —esto está aún por concretar—, y uno de tentativa en el caso de Jonas. La Fiscalía quiere pedir para él prisión permanente revisable. Se ha negado a declarar y no ha preguntado por su hijo vivo. Solo se ha pronunciado para pedir un medicamento porque le duele la pierna, según fuentes de la investigación.
Premeditación
El viernes la Guardia Civil volvió con él a su casa para buscar las medicinas. Fue recibido por los gritos de los vecinos: “¡Asesino!”. Aún se le notan las magulladuras en el pómulo derecho. El hecho de que no se haya derrumbado en ningún momento es señal, para los investigadores, de que se trata de un acto muy premeditado y no de un impulso repentino: “Cuando alguien mata sin premeditación lo más habitual es que confiese”, señalan los expertos. Desde el viernes duerme en la cárcel Tenerife II, al norte de la isla.
No está claro cuándo podrá abandonar Jonas la casa de acogida en la que vive tras el horror. Le ha llamado su tía desde Alemania pero no está previsto que venga a por él su familia. Están muy afectados y les han recomendado no viajar. Un sacerdote alemán amigo de la familia, que ya le ha visitado, será previsiblemente quien se quede a su cargo para que vuele al país donde nació, según indican fuentes de la Consejería de Política Social.
Antes de eso, previsiblemente el miércoles, deberá prestar declaración, en lo que se llama una prueba preconstituida, ideada para que no tenga que repetir su declaración nunca más. Le asistirán psicólogos e intérpretes y se grabará. Le preguntarán por lo que vio en la cueva antes de salir corriendo y cambiar parte de los oscuros planes de su padre. No sabe aún que su madre y su hermano, para el que guarda las golosinas, están muertos.
Cuando Jonas era más pequeño habló para la revista corporativa de la empresa de su madre. La publicación explica los esfuerzos de Silvia Handrick para compaginar el trabajo con el cuidado de los menores. Eran otros tiempos. El niño posó sonriente con un balón. Y describió a qué se dedican sus padres: “Trabajan en el ordenador y ganan dinero para que podamos ir de vacaciones”.
Localizado gracias a la furgoneta
Jonas Handrick era la única pista que los agentes podían seguir inicialmente. Cuando les dijo que habían llegado hasta la zona en un coche alquilado en un aeropuerto, comenzaron a enseñarle al pequeño fotos de vehículos hasta lograr dar con el modelo que supuestamente había alquilado su padre: una furgoneta Volkswagen Caddy de color azul oscuro. Pronto dieron con la empresa Hertz del aeropuerto Reina Sofía, al sur de la isla, en el que había sido alquilado el lunes 22 de abril un vehículo así por un ciudadano alemán. Eso les permitió llegar hasta la casa de Thomas Handrick.
Lo encontraron en pijama, a punto de irse a dormir. Las heridas que presentaba en los nudillos de las manos, parecidas a las que resultan de pegar puñetazos, y las magulladuras en la cara fueron las que determinaron a los agentes a llevárselo detenido de manera preventiva. “Me he caído por un barranco y me he hecho heridas al agarrarme a las piedras”, dicen que explicó Handrick. Pero su plan había fracasado.
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