Los perros no juzgarán a tu hijo
La terapia con animales amaestrados ayuda a menores traumatizados por la violencia machista
Hay un episodio de su vida profesional que el juez Roberto Barba no logra borrar de su cabeza. Frente a él, un niño de 11 años que solo podía llorar y gritar, incapaz de articular palabra. Su madre había denunciado por malos tratos a su padre y los dos, allí presentes, presionaban al pequeño hasta tal extremo que su señoría estalló. “A ese crío le quedarán secuelas para toda la vida porque tiene un padre que no tengo adjetivos para calificar y que conserva la patria potestad”, apunta el titular del juzgado de violencia contra la mujer de Betanzos (A Coruña), un partido judicial formado por 17 municipios y en el que se presentan 150 denuncias anuales por este tipo de delitos. “Siempre nos dicen que nosotros vemos lo peor, pero no es lo peor, es lo que hay. Esa familia podría vivir en el piso de abajo de cualquiera de nosotros”.
Tres perros llamados Venus, Bosco y Pot trabajan desde hace año y medio en esta comarca gallega para intentar aliviar la conmoción de los pequeños a los que la violencia machista se les ha metido en casa. Son críos “con un nivel de frustración elevado y la autoestima por los suelos” a los que los animales ayudarán también a contar ante la justicia lo que han presenciado y qué quieren hacer con sus vidas. Se trata de un proyecto piloto de la Fundación María José Jove que es pionero en España y en el que participan, además de los juzgados de Betanzos de los que Barba es decano, el Centro de Información a la Mujer (CIM) del Ayuntamiento de Curtis, la Asociación pola Igualdade e a Coeducación (Apico) y la Guardia Civil.
Son 11 los menores que reciben actualmente esta terapia canina con la que se preparan para, cuando llegue el momento, acudir a los juzgados acompañados de Venus, Bosco y Pot. Estos perros, elegidos desde cachorros para que puedan ser afines a niños con distintas necesidades, tienen la habilidad de conectar con su mundo y hacerles hablar. La clave está en que “no los juzgan”. “El perro lo que hace es acercarse a él mediante el juego y ser su amigo; estos pequeños necesitan a alguien que no les juzgue cuando hablen, que no ejerza represalias y no les riña, que solo los escuche”, explica Lucía Lombardía, terapeuta ocupacional del proyecto.
Se trata de un trabajo muy delicado, porque la terapia no puede influir en el testimonio de los menores. “La intervención tiene que ser objetiva”, recalca Natalia Vázquez, del CIM de Curtis, donde nació el proyecto. Ella y la terapeuta recuerdan el caso de una niña que llegó a una de las sesiones muy contenta porque su padre iba a ser encarcelado. Justificó su alegría con algo que nunca había contado y que les impactó: había visto al denunciado intentar acuchillar a su madre varias veces. Lombardía transmitió el episodio a Vázquez, quien recogió “de manera literal” lo dicho por la menor en un informe que remitió al juzgado. Ese dato puede llevar al juez, por ejemplo, a cancelar las visitas del progenitor a su hija, explican.
Los niños podrán elegir al colega de cuatro patas con el que mejores migas hagan para que los acompañe a los juzgados de Betanzos a declarar ante el juez Barba. El cariño que les da el animal les hará más llevadero su paso por esas frías salas judiciales a las que, en muchas ocasiones, los menores tienen que sentarse varias veces hasta que logran romper el bloqueo emocional y verbalizan su historia.
A partir de los ocho años de edad, la legislación permite que los jueces exploren a los críos golpeados por la violencia de género, custodios de una información vital no solo sobre las agresiones a su madre sino también sobre el régimen de custodia y visitas que la justicia debe determinar. Es tal el grado de dependencia emocional de las denunciantes con su presunto agresor, explica la técnico del CIM de Curtis, que la gran mayoría de las denunciantes “lo protege” declarando que es “buen padre”. Es lo que ocurre en el 80% de los casos, afirma el juez Barba, por lo que el progenitor reclama las visitas, la madre no se opone pero el niño sí. Es fundamental romper el silencio del pequeño para acertar en la decisión. “Yo necesito información, que el niño colabore conmigo, pero no soy técnico y puedo hacerlo mal”, explica Barba. Lo que se pretende, apunta la terapeuta del proyecto, es “empoderar” al crío, que “tenga libertad de opinar y elegir”.
La Guardia Civil tiene su papel. Los agentes serán los encargados de informar a las mujeres denunciantes de que existe esta terapia para sus hijos. Dada la “situación traumática y estresante” en la que se encuentran estas madres, los guardias deberán esforzarse en “generar confianza”. “Tenemos que ser didácticos y hacerles ver que para los niños todo será así menos traumático”, explica el coronel Francisco Javier Jambrina, jefe de la Comandancia de A Coruña.
No es la primera experiencia de la Fundación María José Jove con las habilidades y beneficios terapéuticos de los perros. Desde hace años la entidad utiliza a estos animales para aliviar la espera en el hospital materno-infantil de A Coruña de los niños que son tratados por una patología del espectro autista. Su presidenta, Felipa Jove, recuerda cómo algunos pequeños que no articulaban palabra han llegado a hablar con los canes después de varios días interaccionando con ellos. “Hay profesoras que han llegado a ir al hospital porque el niño no hablaba nada en clase y no se lo creían”, relata Jove, quien confía en el éxito del proyecto piloto con víctimas de violencia machista para “mejorar la calidad de vida” de los menores, uno de los fines de la fundación: “Ojalá se pueda extender a otros municipios, ¡ojalá nos copien!”.
Bosco es un superviviente
Alguno de los perros terapeutas de este proyecto es también un superviviente de la violencia. Bosco fue abandonado con solo seis meses de vida y después de estar tiempo encadenado “con la excusa de que era agresivo”. La realidad es que el tranquilo carácter de este mestizo de braco lo convierte en el compañero ideal para niños que precisan ese bálsamo.
Venus, una perra de agua de nueve años, es pionera dentro de los de su raza en ayudar a sanar a personas. Ella es la más proactiva, la que busca el contacto con más insistencia, describe su adiestrador, Adrián Paredes, mientras que Pot, que sufre una discapacidad visual, se muestra como el más juguetón. “El proyecto busca una vinculación de los perros con el niño, a diferencia de otros que hay en España y que son solo de acompañamiento”, explica este educador canino, que ya busca más perros con caracteres diferentes para ampliar el abanico.
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