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Empoderarse empieza en la aceptación del miedo

Los talleres feministas ofrecen técnicas físicas y emocionales para enfrentarse a situaciones de violencia

A.N.
Alumnas de un taller de empoderamiento durante la clase.
Alumnas de un taller de empoderamiento durante la clase. Samuel Sánchez

Los talleres de empoderamiento se han popularizado en los últimos años, acompañando al movimiento feminista. Su finalidad es ofrecer recursos a las mujeres para enfrentar situaciones de violencia física o verbal. Suki —prefiere aparecer con su apodo— imparte este tipo de cursos en puntos de atención a víctimas de violencia de género, centros cívicos y otros espacios de Madrid. Relata que lo que sucede en sus clases es una transferencia de conocimiento feminista basado “en la experiencia de las propias mujeres, que se lo han ido contando unas a otras”. Para comenzar el trabajo de empoderamiento da una clave: “Hay que reconocer que se tiene miedo”.

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La colección Mujeres en la historia, que EL PAÍS lanza el próximo domingo 10 de marzo, recopila la biografía de una treintena de artistas, científicas, historiadoras, etc. que marcaron un hito.

Los talleres combinan un aprendizaje físico y emocional. A través de la unión de varias disciplinas de deportes de contacto llevan a cabo la práctica de la defensa personal. “Las técnicas que se usan no tienen que ver con el dolor en relación con la masa muscular, sino que con puntos específicos que duelen en todos los cuerpos; están pensadas para que funcionen de cuerpos pequeños a cuerpos grandes”, explica la experta.

Suky, que además de conocer un buen número de deportes de lucha cuenta con formación en psicología, aclara que esta desempeña un papel secundario en las clases. Para el trabajo emocional recurre al conocimiento compartido del feminismo. “A partir de hechos verídicos, de lo que los hombres les pueden hacer a las mujeres, trabajamos recursos”. Antes de llegar al enfrentamiento físico existen instrumentos que las mujeres pueden emplear en caso de una agresión, como palabras clave o incluso actitudes. “Lo principal es no aparentar ser víctima, sabemos que los delincuentes siguen modelos, por ejemplo en la forma de vestir o en cómo se lleva el pelo, porque es más fácil agarrar una coleta que un pelo suelto”, ejemplifica.

En los talleres también aprenden a jugar golpeándose, “como los niños pequeños”, porque las mujeres no están acostumbradas a ese contacto y lo temen. Así que en los primeros ejercicios sus alumnas se piden perdón por sujetarse fuerte, pero con el tiempo normalizándolo.

Quienes acuden a los cursos, como las propias víctimas de violencia de género, no tienen un perfil determinado. Las motivaciones previas sí son comunes: “Todas hemos sentido alguna vez miedo, en el metro, en la calle, volviendo solas. Por eso en nuestras salidas reivindicamos que la calle y la noche también son nuestra y tenemos que volver a adquirirlas de forma grupal”.

El apoyo de las compañeras es una de las bases del empoderamiento femenino. “La fuerza muchas veces no la da tanto el conocimiento, sino el poder del grupo”, apunta Suky. La profesora incide a sus alumnas en que deben "ir buscando las miradas cómplices de otras mujeres” para sentirse apoyadas, pero no solo dentro de la clase, sino también en la calle. “De esa manera el grupo se amplía a todas las mujeres del mundo, nunca más vas a estar sola”.

Advierte que algunas mujeres están “falsamente empoderadas” porque aseguran no sentirse nunca inseguras. Y aclara: “El empoderamiento es darnos cuenta de que tenemos miedo”. Esa actitud negacionista puede llevarlas a ser “cómplices del machismo simbólico”, por ejemplo, riendo chistes inadecuados de sus compañeros.

Cuando las mujeres adquieren el sentimiento de colectividad, sienten más confianza para enfrentar situaciones desfavorables. “Pero si alguna vez no he respondido a alguien o no he ayudado a una compañera, tengo que darme permiso de seguir teniendo miedo porque ahí fuera hay mucha violencia contra nosotras”, incide Suky, subrayando que nunca se debe trabajar desde la culpabilización. “Las mujeres ya cargamos con mucha presión, tenemos que actuar con responsabilidad, nunca desde la culpa”.

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Sobre la firma

A.N.
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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