Los acosadores sexuales irán a la cárcel en Marruecos… si se cumple la nueva ley
Las principales asociaciones feministas juzgan decepcionante la norma contra la violencia de género que entró la pasada semana
Ocurrió al caer la tarde del 16 de agosto, en Rabat, a cinco minutos a pie del Palacio Real, en el céntrico barrio de Hassan. Pero sucede a cada momento en cualquier lugar de Marruecos con cualquier mujer. En este caso, se trataba de una europea. Cuando caminaba en dirección a un restaurante, un hombre de unos 55 años se acercó en coche hacia ella. La siguió en paralelo preguntándole cómo se llamaba y si quería subir con él. La mujer le advirtió que llamaría a la policía y el del coche se alejó insultándola. Dos horas después, de regreso a casa, dos jóvenes en coche le preguntaron cómo se llamaba. La mujer les pidió que la dejaran y ellos cruzaron el coche en medio de la calle para impedirle el paso. Ella comenzó a gritar, les dijo que vivía ahí mismo, que estaba casada, que su marido trabaja en una embajada. Y los jóvenes se marcharon. ¿Qué ocurre cuando la mujer es marroquí?
En teoría, desde el pasado miércoles 13 de septiembre, la mujer que denuncie a quien la acose podrá comprobar que su acción no cae en el vacío. Ese día entró en vigor la ley 103.13 contra la violencia machista, aprobada en febrero por el Parlamento marroquí después de cinco años de vaivenes. El acosador podrá ser condenado hasta a seis meses de cárcel y pagar multas de entre 10.000 y 30.000 dírhams (de 180 a 900 euros). Todo eso, en teoría.
La ley se fue abriendo paso con el esfuerzo de decenas de feministas incansables y la muerte sonada de varias mujeres que fueron sensibilizando a una sociedad muy conservadora. En 2012 se suicidó Amina Filali, de 15 años, antes de que la obligaran a casarse con su violador, cosa que permitía la ley hasta entonces. En 2013 fueron a la cárcel tres adolescentes por subir en Facebook una foto donde se besaban. En 2016, dos chicas de 16 y 17 años también fueron encarceladas por besarse.
Mientras tanto, el país se ha conmocionado ante la difusión de vídeos filmados de agresiones sexuales a menores en plena calle, Y el pasado agosto sobrevino el caso de Jadiya, la joven de 17 años que denuncia haber sido secuestrada durante dos meses y violada por 12 hombres. Había mucha expectativa ante esta norma. Pero cuando fue aprobada en febrero por el Parlamento, la mayoría de las asociaciones feministas convinieron en afirmar que la montaña había parido un ratón. Y ahora que entró en vigor, continúan muy escépticas.
La ley refuerza las condenas contra los actos de violencia sexual, reprime los matrimonios forzados, penaliza las expulsiones del domicilio conyugal, pero… hay demasiados peros. Betty Lachgar, portavoz del Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (Mali) cree que su principal defecto es que no contempla la violación dentro del matrimonio. “Hay miles de mujeres violadas cada día por sus maridos. Mientras que el código penal castiga las relaciones sexuales consentidas entre personas adultas que no estén casadas, con esta ley se distribuyen permisos para violar dentro del matrimonio. Además, no se penaliza el matrimonio de la Fatiha [practicado sobre todo en las zonas rurales, con la mera lectura del primer versículo del Corán], que es un subterfugio por el que se permite los casamientos con mujeres menores de edad”.
Lachgar considera que va a ser también muy complicado denunciar a los acosadores. “Esta es una ley patriarcal, moralizante. No se aporta la menor definición de qué es acoso sexual. En Marruecos te acosan 50 veces al día y la policía no hace nada. Y cuando vas a denunciar te acusan de haber bebido alcohol. Yo fui acosada la noche del 1 de enero de 2011. Fui a la comisaría y allí me abofetearon y pasé 24 horas en detención preventiva. En septiembre de 2016 fue agredida sexualmente por tres policías. Y este 17 de agosto puse una denuncia en Rabat por una agresión y amenazas con cuchillo. Y me tuvieron 48 horas en detención preventiva. Cuando una mujer va a comisaría los policías siempre dicen: ‘Te vamos a educar a ti’. Porque en la mentalidad de ellos, esas mujeres son culpables de lo que les pasan o, al menos, tienen una parte de responsabilidad”.
Otro factor importante, según Betty Lachgar, es que la ley no aborda la educación sexual en un sistema educativo “sexista”. “La ley sola no puede cambiar mentalidades”, concluye Lachgar.
Khadija Ryadi, miembro de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), incide también en que no se condene las violaciones dentro del matrimonio. Cree que lo mejor de la ley es que por primera vez el acoso en la calle puede ser condenado. Pero desgrana muchos inconvenientes: “La víctima tiene que denunciar, cuando los que cometen violencia con las mujeres deberían ser perseguidos sin esperar a que la víctima denuncie. Y si el proceso judicial se inicia y la mujer retira la denuncia, se interrumpe el juicio. Y si la sentencia ha sido dictada, se anula. Eso va a generar mucha presión sobre las víctimas para salvar a los agresores de la cárcel”.
Saida Idrissi, presidenta de la Asociación Democrática de las Mujeres de Marruecos (ADFM, por sus siglas en francés), tacha la nueva ley de reforma “cosmética” y “conservadora”. “Se considera la violencia contra las mujeres como un atentado al pudor público o a la moral, más que una violación de los derechos humanos”. También insiste en la ausencia de condena hacia las violaciones dentro del matrimonio.
El pasado enero el Gobierno de Marruecos anunció que se multaría por un valor equivalente a 2,5 euros a todo aquel que cruzase fuera de los pasos de cebra o sin que el semáforo se ponga en verde para los peatones. La medida parecía tan quijotesca como imposible de aplicar en Marruecos. Hoy en día, nadie habla de aquella normativa y todo el mundo sigue cruzando por donde quiere. Siguen muriendo cientos de peatones sin que eso sea ni siquiera noticia. La esperanza de muchas feministas, incluso de las más escépticas, es que la ley sea verdaderamente aplicable. Y que el acoso callejero, tan habitual, tan omnipresente que casi no se ve, empiece a ser castigado.
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