“Hay que escuchar el sufrimiento”
La presidenta de Proconcil es crítica con aspectos de la Iglesia como el celibato
Emilia Robles es presidenta de la asociación española Proconcil, fundada en 2002, que aboga por un nuevo Concilio Vaticano “por partes”, y a la que dedica todo su tiempo. Su organización pretende abordar distintos temas de gobernanza dentro de la Iglesia, entre ellos el celibato. Se opone a la centralización eclesiástica y busca el diálogo entre la Iglesia y las comunidades católicas, para que estas puedan elegir a sus curas entre sus miembros.
Pregunta. Usted está casada con un sacerdote.
Respuesta. No es lo principal de mi vida. Entré a trabajar en una fábrica, tenía un compromiso militante con la JOC (Juventud Obrera Cristiana, un movimiento izquierdista católico), y conocí a un compañero de militancia que resultó ser un cura. Fue un accidente bonito, pero no ha definido mi vida. Era el año 1973. Él tenía vocación, y las comunidades con las que estaba querían que siguiera. Hablamos con el obispo, y con todas las comunidades por las que había pasado para que la gente no se sintiera engañada. Había una ley, pero aunque las leyes a veces pueden cambiar, no quisimos plantearlo como un desafío. Es cuestión de tener paciencia histórica.
Estar casada no es un desafío personal, eso es cuestión de paciencia histórica”
P. ¿Han tenido algún problema con la Iglesia?
R. Mi marido nunca ha cobrado de la Iglesia. En su momento estaba con la JOC, era cura obrero. Tampoco tenía un nombramiento oficial en una parroquia. Se insertó como laico, sabiendo que era cura, en sus comunidades, y fue haciendo un poquito lo que le dejaban, según el cura que estuviera. Esto le quitó un problema a la Iglesia, porque se plantea si además de pagar al cura, tiene que pagar a las mujeres y a los hijos. Eso en otras Iglesias se soluciona de varias maneras; el cura puede serlo a tiempo parcial, vivir de su trabajo y con su familia, y a la vez seguir en contacto con el obispo.
P. ¿Y en el caso de los católicos?
R. Antes, los curas que decidían casarse normalmente pedían una dispensa a Roma, lo que era un procedimiento contradictorio. Tenían que ir al psicólogo y decir que eran inmaduros, lo que les podía ayudar a obtenerla. Eso es rebajar el sacramento del matrimonio. Al obtener esa dispensa, siguen siendo curas pero no pueden dispensar los sacramentos a no ser que lo necesite la comunidad. Muchos se han terminado marchando, gente muy comprometida y formada. Es una pérdida. Es probable que ahora la Iglesia se plantee nuevas formas de ministerio, y tendrá que ver cómo recuperar a esta gente. No nos sobra nadie, sobre todo aquellos que se formaron durante mucho tiempo.
P. ¿Qué opina de la carta de las mujeres al papa Francisco?
R. Hay que escuchar el sufrimiento de la gente. La clandestinidad no es buena para nadie, porque no ayuda a crecer y encubre muchas cosas. Hay curas que de repente ven que no tienen esa vocación pero no saben qué hacer. Empiezan a mantener una doble vida y las mujeres están ocultas. Eso es un problema que hay que tratar, pero no es el centro del problema.
P. ¿Cuál es ese centro?
Los casos de las amantes de curas hay que analizarlos uno a uno”
R. La Iglesia tiene que mirar la problemática desde el punto de vista de la comunidad cristiana. No se trata solo de incorporar a curas casados. Y los casos de sus amantes hay que analizarlos uno a uno. El cura es un servidor de la comunidad, que no es la misma en África que en América, con sus lenguajes y forma de comunicarse. En otras Iglesias cristianas ya existen los ministerios casados, y algunos femeninos. Lo importante es el diálogo. Casarse no es tanto un derecho del cura, sino que la comunidad debe tener la riqueza de poder tener curas casados o célibes. Siempre habrá curas que guardarán el celibato voluntariamente. Pero esos votos tienen que ir unidos al resto, como los de pobreza. ¿De qué sirve guardar el celibato si te casas con el dinero?
P. ¿Puede haber curas gais?
R. Si en una comunidad tienen un cura homosexual que está comprometido con ellos, esa persona, además de ser homosexual, es otro montón de cosas. No somos unidimensionales. Uno puede ser también un estupendo cristiano y una persona solidaria. El Espíritu Santo da los dones que quiere a quien quiere, no los que nosotros queremos que dé. No queremos dividir, sino sumar.
P. ¿Conoce sacerdotisas en España?
R. No conozco ninguna.
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