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La policía reconstruye la tragedia de las novatadas universitarias en Portugal

Las familias de las seis víctimas se querellan contra el único superviviente

Antonio Jiménez Barca
Tres personas observan el oleaje en la playa de Meco, el lugar donde se produjo la tragedia.
Tres personas observan el oleaje en la playa de Meco, el lugar donde se produjo la tragedia.FRANCISCO LEONG (AFP)

El pasado viernes, un equipo de doce policías comandados por un fiscal, inspeccionó la playa de Meco, a 40 kilómetros al sur de Lisboa, a fin de reconstruir lo que ocurrió el pasado 15 de diciembre, entre las doce y las dos de la madrugada, cuando seis universitarios murieron al ser atrapados por una ola de casi cuatro metros en circunstancias aún muy oscuras. Los investigadores se apoyaron, entre otras cosas, en el testimonio del único superviviente del incidente, João Miguel Gouveia, de 23 años, que sigue manteniendo, como aseguró la misma noche de la tragedia, que todo fue un accidente fatal.

Pero hay muchos que no creen a Gouveia. Entre ellos se cuentan los padres de las víctimas, que el viernes se querellaron contra él y contra la Universidad Lusófona, centro al que pertenecían todos los estudiantes. La prensa portuguesa ha aportado un aluvión de testimonios y de pruebas que apuntan a que aquella noche este grupo de estudiantes acudió a la playa a celebrar una novatada o un conjunto de novatadas, una especie de ritual pseudo-iniciático para que las seis personas que a la postre murieron escalaran una posición en la jerarquía de los expertos en bromas universitarias, pertenecientes a una suerte de sociedad secreta. Y que el que dirigía toda la ceremonia era Gouveia, que ostentaba —y ostenta— el grado de Dux (Duque) en la complicada y escalonada gradación de títulos. Hay más de siete grados, que van desde el novato recién ingresado en la universidad hasta el Honoris dux (duque honorario). Las seis víctimas cursaban su último año de carrera y en la escala se situaban en un grado medio-alto.

Si se demuestra que todo es cierto y que aquella noche se desarrolló en la playa de Meco algo parecido a un ritual, Gouveia, que ahora responde a la policía en calidad simple de testigo, podría pasar a la categoría peligrosa de imputado a fin de clarificar su responsabilidad en el incidente. La universidad tampoco quedaría exenta, ya que los siete universitarios que acudieron esa noche a la playa formaban parte de la Comisissão Oficial de Praxes Académicas (la Comisión de Novatadas), amparada o al menos tolerada por la Universidad Lusófona.

El universitario que al parecer dirigía el ritual es el único que se salvó

Los jóvenes alquilaron una casa a siete kilómetros de la playa para pasar el fin de semana. Y la madrugada del 15, en la que había luna llena, recorrieron a pie todo ese trecho hasta llegar al mar vestidos con el traje típico de los universitarios lusos, parecido al de los tunos españoles, con capas negras. Los padres también se han querellado contra terceras personas hipotéticas, dado que hay ciertos indicios que señalan a que había más de siete personas en esa casa ese fin de semana. La cadena de televisión TVI ha revelado manuscritos y cuartillas en las que se detallan las cantidades a pagar por cada joven y en las que figuran más nombres que los de las seis víctimas y el superviviente. Si esto es así, habría que investigar si esas personas también asistieron a la hipotética ceremonia de la playa que acabó en tragedia.

Por lo pronto, la policía ya ha interrogado a los vecinos de ese chalé. Y, según apuntaba esta semana el Correio da manhá, algunos aseguran haber visto a varios de estos jóvenes arrastrándose en el patio de la casa con piedras atadas a los pies, en una especie de prueba previa a la prueba mayor de la playa. Esto vendría a demostrar que todo el fin de semana fue concebido como una sucesión de novatadas o desafíos.

Hay más puntos oscuros: cuando los padres de las víctimas llegaron por la mañana a la casa, después de haber sido avisados de la tragedia, lo encontraron todo recogido. ¿Quién lo hizo? La prensa portuguesa se hace otra pregunta: ¿Quién se llevo de noche la cuchara de madera gigante que los vecinos dicen haber visto en manos de Gouveia en el patio y que constituye el inequívoco símbolo del poder en este mundillo infantilmente esotérico de las novatadas lusas?

Unos testigos vieron

Más: otro reportaje de TVI descubrió, gracias a unas notas manuscritas, que algunas de las víctimas ya habían participado, un año antes, en un fin de semana parecido, en otra localidad portuguesa cercana a Lisboa, donde debieron, como pruebas a cumplir y todo envuelto en alcohol, arrastrarse por el suelo, caminar por la sierra y por un cementerio cercano o ingerir alimento de gato.

La misma universidad ha ordenado una investigación en la que, de momento, las familias no han sido llamadas y que, en teoría, termina a finales de mes. Muchos temen que acabe siendo una mera jugada descafeinada.

Por otro lado, mientras la policía investiga y reúne poco a poco pruebas, el encendido debate sobre este tipo de novatadas, muy extendidas en la universidad portuguesa, desaparece. Hace dos semanas, tanto los políticos como la prensa lusa martilleaban sobre la conveniencia o no de prohibir estas prácticas. Ahora da la impresión de que todo el mundo asume que todo vaya a seguir igual. De hecho, el próximo 21 de febrero hay una manifestación en Lisboa de apoyo a estas prácticas, que muchos defienden por considerar que, convenientemente depuradas, voluntarias y organizadas, sirven para la integración de los universitarios. La iniciativa ha sido promovida por el Movimiento a Favor de la Tradición Académica. Aseguran, en un manifiesto, que estas prácticas “no pueden ser objeto de persecución por culpa de una mala conducta”. Y añaden: “Son un conjunto de usos y costumbres universitarias merecedoras de respeto”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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