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¿Comemos más sano si sabemos cuántas calorías estamos ingiriendo?

Un estudio concluye que tener la información no influye en que la elección sea más saludable Las etiquetas con los valores nutricionales y las recomendaciones no se tienen en cuenta

Elena G. Sevillano
Una mujer se dispone a comerse una hamburguesa triple.
Una mujer se dispone a comerse una hamburguesa triple.claudio álvarez

La hamburguesa más famosa de la cadena de comida rápida más célebre tiene 495 kilocalorías, una cuarta parte de la ingesta diaria recomendada para un adulto. Acompañarla con una ensalada césar con pollo crujiente equivale a sumarle 345 más. En cambio, una austera y de mucho menor tamaño ensalada de la huerta solo supone 30. ¿Influye en nuestra elección saber cuántas calorías tiene cada plato y cuál es la ingesta recomendada? ¿Sirve esta información nutricional para decidirse por lo más sano? Un estudio publicado hoy en la American Journal of Public Health asegura que no. Los investigadores de la Carnegie Mellon University concluyen que las etiquetas con datos y las recomendaciones no hacen más efectiva la elección del cliente.

El estudio se realizó con 1.121 clientes de dos restaurantes McDonald's, en Manhattan y Brooklyn, antes y después de que en 2008 la ciudad de Nueva York obligara a las cadenas de comida rápida a indicar el número de calorías de cada plato de su carta. Antes de que entraran a comer, a un grupo se le facilitó información sobre la ingesta diaria recomendada; a otro, sobre la ingesta por comida y al tercero no se le dio ningún dato de este tipo. Resultó que contar con más información sobre valores nutricionales no sirvió para que su elección fuera menos calórica. "Publicitar la información en los menús podría tener otros efectos beneficiosos, como motivar a los restaurantes a cambiar sus recetas. Pero no es realista pensar que los clientes consultan las etiquetas y cuentan las calorías de su ingesta de comida", afirma la autora principal, Julie Downs.

La epidemia de obesidad que vive Estados Unidos, que afecta a uno de cada tres habitantes, según señala el estudio, incrementa la prevalencia de enfermedades como la diabetes y explica entre un 5 y un 15% de las muertes anuales, además de suponer unos costes de 150.000 millones de dólares al año. Las autoridades sanitarias, preocupadas por este tremendo problema de salud pública, llevan años lanzando diferentes iniciativas destinadas a controlar la ingesta calórica de los ciudadanos. En Nueva York, por ejemplo, los restaurantes de comida rápida están obligados a indicar el número de calorías de cada plato del menú desde 2008. La reforma sanitaria del presidente Barack Obama incluye la obligación de que las marcas con más de 20 locales muestren información sobre las calorías de sus platos.

Los investigadores quisieron saber si facilitando el dato de la ingesta recomendada por comida, en lugar de la diaria, se obtendría algún beneficio. Tampoco. "Los legisladores están intentando incluir la ingesta diaria recomendada, así que quisimos ponerla a prueba, pero también pensamos que la recomendación por comida podría funcionar mejor, puesto que se acerca más a la decisión que toma el cliente", explica por correo electrónico Downs. "El hecho de que ninguna de las dos funcionara sugiere que plantear la información de distintas maneras no la hace más efectiva. Creo que hay una combinación de personas que no están motivadas o no son capaces de procesar la información, y otras que saben que sus menús tienen demasiadas calorías pero no están dispuestos a cambiarlos", añade.

Este no es el primer estudio que demuestra que la información calórica no modifica la elección de los consumidores, señala Downs, que sin embargo apunta a que el suyo, además de ratificarlo, añade que tampoco las recomendaciones sobre ingesta sirven para nada. Entonces, ¿por qué los legisladores insisten? "Opino que muchos de ellos creen que ellos sí tomarían decisiones más saludables si contaran con la información, así que tiene sentido inferir que también otras personas lo harían. Pero quizá los legisladores son diferentes de la mayoría de la población general, y por eso resulta sorprendente que tanta gente no use los datos como sería esperable".

¿Qué se puede hacer para que la población coma más sano? "Ofrecer información es muy útil para mucha gente, pero las razones por las que uno come más de lo debido trascienden el simple hecho de no tenerla. Si queremos que los ciudadanos coman más sano, hay que hacer más accesible la comida sana. Tiene que ser barata y estar al alcance de la mayoría", concluye.  

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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