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En el corazón del conflicto educativo

La Religión es el ejemplo más claro del vaivén legislativo que provoca la falta de un pacto escolar

Clase de Religión en el Instituto Vega del Jarama, en San Fernando de Henares. / Bernardo Pérez
Clase de Religión en el Instituto Vega del Jarama, en San Fernando de Henares. / Bernardo Pérez

Paulino Montero retoma la clase donde la dejó el día anterior. Está explicando el Concilio Vaticano II a través de la encuesta Jóvenes españoles: valores y religión:“Es bueno saber cómo pensaban entonces para analizar cómo pensamos ahora”, comenta el profesor entre la apatía de algunos y el jolgorio general. Es viernes, y la clase de Religión empieza a las 13.20. “Según la encuesta, el 62% no asiste a misa. De vosotros, ¿quién va a misa?”. Las respuestas se atropellan: “Yo voy”. “Yo también”. “Yo no”. “Yo tengo una misa al lado de casa, ¿eso vale?”. El profesor pregunta por las directrices de los mandamientos. Muchos dudan —“No sé lo que es una directriz”—, pero Anabel, en primera fila, responde: “El mandamiento de No Matarás es de sentido común. A mí no me tiene que decir la Iglesia que no mate. Y si te apetece cometer actos impuros, pues los cometes”. Risas generales en el aula de 4º de ESO del instituto Vega del Jarama, en San Fernando de Henares (Madrid).

 Al entrar en esta clase de Religión católica, a cualquiera le costaría imaginar la controversia, la encarnizada pelea ideológica que despierta su existencia en España. Una existencia que condiciona los debates educativos hasta puntos, para muchos, exagerados. Pero, seguramente, cualquiera pensaría lo mismo si asistiese a una clase de Educación para la Ciudadanía, la asignatura obligatoria sobre valores cívicos contra la que los obispos han luchado sin descanso hasta que han conseguido su eliminación completa del currículo, al tiempo que se reforzará la materia confesional.

La mayoría de países europeos ofrece una materia sobre religión

Según la reforma educativa que el Gobierno acaba de remitir al Congreso para su tramitación, será obligatorio estudiar Religión o su nueva alternativa (Valores Culturales y Sociales en primaria y Valores Éticos en secundaria). Además, el Ministerio de Educación dijo la semana pasada que su nota volvería a contar como la de cualquier otra materia, incluso, para hacer media en expediente para obtener becas, algo que no ocurría desde 1990. Este último cambio no está en el texto de la ley, es materia para los decretos de desarrollo y, ahora, el ministerio asegura que lo que valga esa nota de Religión (y de su alternativa) aún está por decidir.

En Europa hay algunos ejemplos en los que su nota cuenta igual que las demás (Austria, por ejemplo, Alemania o Polonia), pero también hay muchos otros de lo contrario: Grecia, Holanda, Lituania, Italia o muchos cantones suizos. La mayoría de países europeos ofrecen la posibilidad de estudiar Religión, pero de formas muy variadas: como materia obligatoria confesional, con asignaturas sobre las religiones y la moral en general (en las escuelas públicas escocesas y las holandesas), o centradas en una sola religión, pero desde una perspectiva académica, no proselitista (en la red pública en Dinamarca). Cuando la Religión es obligatoria, se suele ofrecer una alternativa sobre ética y moral; pero también hay casos donde cursar la materia es inexcusable a no ser que se solicite la exención (Austria). También hay lugares que no tienen materia sobre el tema, como la mayor parte de Francia o Bulgaria.

No en todos los casos son confesionales y en muchos no cuenta la nota

Lo que no parece tan habitual es el trajín, las idas y venidas, los cambios en la materia y la pelea eternamente abierta que existe en España. “En la mayoría de los países europeos hay una cierta paz escolar en torno a este tema”, se lamenta Jesús María Losada, presidente de la Federación Estatal de Profesores de Enseñanza Religiosa (Feper). “Perdemos demasiadas energías con cosas como Ciudadanía o Religión”, añade el profesor de Derecho de la Universidad del País Vasco Javier Tajadura. Su homólogo en la Complutense Rafael Palomino matiza que el tema es siempre polémico en cualquier país (y muchas veces acaba en los tribunales) porque afecta a la libertad religiosa, la libertad de conciencia y al derecho a la educación. Sin embargo, admite que en general hay un cierto consenso sobre su organización en la mayor parte de Europa o, al menos, no sufre tanto baile legislativo como en España.

Sistemáticamente, la Religión acapara gran parte del debate educativo, porque, según muchos expertos, no está resuelto de verdad el paso de un Estado confesional a uno laico. De alguna manera, la Religión está en el corazón de la (aparentemente) irreconciliable batalla ideológica que ha impedido alcanzar un pacto de Estado escolar en las más de tres décadas largas de democracia que han seguido a la dictadura. Muchos especialistas —como los sociólogos Julio Carabaña o Mariano Fernández Enguita— piensan, asimismo, que la eterna pelea entre la escuela pública y la concertada lo es por la confesionalidad de la mayoría de centros subvencionados.

Los acuerdos con el Vaticano obligan a ofrecer catolicismo en las escuelas

Pero la discusión viene condiciona por un imperativo legal: los acuerdos con el Vaticano firmados en 1979, que conceden a la Iglesia católica una serie de beneficios, como la existencia de la materia de Religión en la escuela (de obligada oferta para los centros; optativa para los alumnos), cuyos contenidos controla la jerarquía católica. Unos contenidos “al servicio de la evangelización”, recordó un reciente texto de la Conferencia Episcopal Española. Así, pese a las voces que siempre reclaman la salida de la materia confesional de las aulas, los cambios legislativos se han centrado en el contenido de la alternativa y su valoración en el currículo: los acuerdos con la Santa Sede dicen que se debe impartir en condiciones “equiparables a las demás disciplinas fundamentales”.

En 1979, con un Gobierno de UCD, se introdujo la asignatura de Ética como alternativa y se abrió la puerta a que, igual que la católica, las otras confesiones pudieran ofrecer sus clases. Las notas de ambas contaban igual que la de cualquier otra materia. En 1990, con un Gobierno del PSOE, se aprobó la LOGSE, que eliminaba la alternativa (la Ética se convirtió en obligatoria para todos los alumnos a los 15 años) y su nota dejaba de contar para el expediente. Varias sentencias judiciales dijeron poco después que los alumnos que no dieran Religión tampoco podían avanzar contenidos del currículo durante esa clase, para no discriminar a sus compañeros de la materia confesional. Así se cumplió, pero se establecieron unas actividades de estudio alternativas no evaluables sobre “la vida social y cultural”, a través de “manifestaciones literarias, plásticas y musicales”, que incluirían historia de las religiones en dos cursos 3º y 4º de ESO.

La alternativa y su valor en el expediente concentran la pelea legal y judicial

Ya con el PP en el Gobierno, en 2002 se aprobó una nueva ley (LOCE) que establecía un área de Religión dividida en dos asignaturas, a elegir: la confesional y otra, desde una perspectiva laica, sobre Historia de las Religiones. Ambas notas volvían a contar como las demás. Sin embargo, esa reforma no llegó a entrar en vigor, porque el PSOE la paralizó al llegar al Gobierno en 2004. Así, con su ley aprobada dos años después, se mantenía una situación muy similar a la existente desde 1990. Hoy, los profesores ponen nota en Religión, pero esta no cuenta para el expediente ni para obtener becas.

Paulino Montero, el docente que dejamos en la clase de San Fernando de Henares, es partidario de que la Religión haga media en el Bachillerato, donde el nivel de exigencia es más crítico, matiza. Aunque, si por él fuera, daría una materia más neutral. “Algo así como una antropología religiosa que aunara los contenidos principales de las tres grandes religiones. Abriría la Iglesia y sería enriquecedor para todos”.

Eso mismo es lo que propone Losada. A Tajadura, el modelo que más le gusta es el francés —si el Estado no es confesional, las confesiones han de estar fuera de la escuela, opina—. Y Palomino se decanta por la propuesta de la LOCE de 2002, pero insiste: “La solución perfecta creo que no existe”.

Para el profesor de la Universidad de Alcalá Miguel Rodríguez Blanco, la cuestión se reduce a contestar de una vez la siguiente pregunta: “¿El estudio de la religión forma parte de los contenidos que contribuyen a la formación integral de la persona?”. Si la respuesta es sí, “debería fijarse un sistema estable de enseñanza de la religión y garantizarse a todos los alumnos” con independencia de sus creencias; pero si la respuesta es negativa, “debería plantearse si la escuela es el lugar más apropiado”, escribía en un artículo en 2005.

Mientras, sin pacto y sin respuestas, en el instituto de San Fernando sigue la clase. El profesor Montero continúa: “Desde 2005 ha bajado el número de personas que asisten a Religión. Ese año un 10% decía que no iba y a ahora es un 14%. Pero vosotros el próximo año podéis elegir si seguís o no…”. Belén, otra de las alumnas más dicharacheras, dice: “Yo me apunto, por las notas”. “Es a séptima hora”, le advierte uno de sus compañeros. “¡Ah!, entonces no”.

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