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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Escrache’ como derecho donde no lo hay

El autor defiende que los ciudadanos usen las medidas de presión a su alcance

¿Es el escrache un ejercicio de coacción? Respuesta: sí, absolutamente. Lo que indica que la pregunta es otra: ¿la coacción ciudadana es un derecho? Para el Gobierno, que ayer mismo advirtió que el escrache no está contemplado en el derecho de manifestación, no lo es. Para el tipo que firma estas líneas, lo es. O, al menos, es de la opinión de que, ante la coacción financiera, debería de haber algún tipo de derecho. Lo que, a su vez, puede orientar hacia la posibilidad de que la pregunta del millón sea otra: ¿qué derechos le queda a la sociedad frente a la coacción que recibe?

Porque la coacción es llamativa. La democracia, esa cosa que solo fue posible en el Estado, se ha deslocalizado hacia otras instancias no estatales ni democráticas. Los Gobiernos carecen de programas. O son irrelevantes, pues las políticas les son indicadas desde otros organismos —BCE, FMI, BCE—, no democráticos. El caso Bárcenas, incluso, ofrece la sospecha de que las políticas, además, sean incentivadas, previo pago, por empresas. El Bienestar, la forma de democracia en Europa, está desapareciendo. Recortes y contrarreformas como la educativa, la sanitaria, la financiera, o la laboral, suponen, por sí mismos, esa desaparición y una coacción social radical. Todo esto ilustra una crisis de representatividad. Amplia. Europea. Que en el sur es dramática. En España resulta casi imposible hablar —entendiendo hablar como un intercambio— con la clase política que, en su gran mayoría, vive en otra cultura —varias generaciones la llamamos Cultura de la Transición—, cuyos marcos, inamovibles y delimitados hace décadas, solo permiten ver las tensiones de la realidad que hayan sido señaladas como tales por los Gobiernos.

No, el escrache no es una manera de hablar con diputados. Para ello sería necesario un cambio de cultura en el diputado que, por cierto, haría innecesario el escrache. Es una manera de coacción democrática. Las hay. Son antiguas y modularon, en su día, el nacimiento de los derechos sociales: huelga, la protesta, la manifestación. La sociedad empieza a saber mucho de coacción. Y puede discernir entre la coacción posdemocrática —la reducción de derechos que sufre—, y las formas de coacción que utiliza en su defensa. El pensador francés Pierre Rosanvallon habla un poco de ello cuando, al tratar del futuro de una democracia en crisis, dibuja un quinto poder, consistente en la ciudadanía en la calle, modulándola. Quizás eso —la posdemocracia y la ciudadanía en la calle—, es lo que está pasando.

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