El asteroide de Cheliábinsk ya se había cruzado antes con la órbita de la Tierra
Los últimos datos indican que en el momento de máximo brillo llevaba una velocidad de 18,6 kilómetros por segundo
El asteroide que estalló en el cielo sobre Cheliábinsk (Rusia), el 15 de febrero, seguía una órbita acercándose al Sol tanto como la distancia de Venus a la estrella y alejándose hasta el cinturón de asteroides, según los cálculos de los expertos que han analizado los datos registrados. El asteroide, que no tenía nada que ver con el que 16 horas después pasó muy cerca de la Tierra (a 27.700 kilómetros de la superficie del planeta), seguramente seguía esa trayectoria desde hace miles de años, cruzándose con la órbita terrestre, apuntan los científicos de la NASA.
El superbólido de Cheliábinsk era un asteroide relativamente pequeño, de entre 17 a 20 metros, y entró en la atmósfera terrestre a gran velocidad con un ángulo pequeño. Al chocar con el aire emitió una tremenda cantidad de energía, se fragmentó a gran altura y generó una lluvia de fragmentos de diferentes tamaños que cayeron al suelo como meteoritos, resumen los especialistas del Programa de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO) de la agencia espacial estadounidense. El bólido fue detectado por tanto la red internacional de sensores de infrasonidos desplegada en el planeta para vigilar las explosiones nucleares como por los detectores específicos del Gobierno estadounidense en diversos satélites del Departamento de Defensa. Además, numerosas cámaras de vídeo de testigos desde el suelo grabaron la bola de fuego en el cielo. El objeto pasó sobre la frontera de China, Mongolia y Kazajstán, mil kilómetros al sureste de Cheliábinsk, y sobrevoló el norte de ese último país hasta el lugar del estallido y máximo brillo. Todos los datos registrados del fenómeno están ayudando a los científicos a perfilar los detalles del fenómeno.
El máximo brillo del superbólido se produjo a 23,3 kilómetros de altura sobre el suelo y su velocidad en ese momento era de 18,6 kilómetros por segundo, con una energía total radiada en equivalente a 90 kilotoneladas de TNT. Pero la energía total del impacto alcanzó las 440 kilotoneladas.
"Durante la fase de entrada en la atmósfera, un objeto que impacta resulta ralentizado y calentado por la fricción atmosférica. Delante se forma una onda de choque y los gases atmosféricos resultan comprimidos y calentados", explican los expertos de la NASA en un comunicado. "Parte de esa energía se radia hacia el objeto rompiéndolo en muchos casos. La fragmentación incrementa la cantidad de atmósfera interceptada y, por tanto, se incrementa la fractura y el frenazo atmosférico". La extraordinaria bola de fuego ha sido la más energética que se ha registrado desde 1908, cuando se produjo el estallido de un objeto celeste sobre Tunguska, en Siberia.
Los expertos confirman que los meteoritos recuperados en la zona de Chiliábinsk son condritas ordinarias con una densidad típica de 3,6 gramos por centímetro cúbico. La composición y la energía emitida en el estallido permiten a los científicos deducir que el diámetro del asteroide sería de unos 18 metros y su masa, unas 11.000 toneladas. El objeto llegó a la Tierra desde la dirección del Sol, lo que impidió su detección ya que los telescopios de los programas de seguimiento de NEO desde el suelo no pueden observar el cielo tan próximo a la estrella.
“Este peligroso evento recuerda a nuestros gobernantes que, para evitar estos sesgos observacionales es preciso implementar sistemas de monitorización de los NEO desde el espacio y apoyar económicamente los ya existentes”, apunta, con preocupación por los recortes actuales en investigación, Josep María Trigo, experto del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC).
En cuanto al otro asteroide, el 2012 DA14 cuyo paso junto a la Tierra habían anticipado con precisión los científicos pero que solo se había descubierto un año antes, se acercó a nuestro planeta desde una dirección completamente diferente de la que siguió el de Cheliábinsk. Sus órbitas alrededor del Sol eran distintas y, como señala Trigo, “ahora no queda duda de que dinámicamente eran objetos sin ninguna relación”. Además, explican los expertos de la NASA, también la composición de uno y de otro excluyen cualquier relación entre ellos. Los análisis químicos de la luz reflejada por 2012 DA14, realizados por investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts, indican que su composición sería similar a las de dos grupos primitivos de condritas carbonáceas que poseen abundantes inclusiones ricas en calcio y aluminio en su estructura interna. Sin embargo, los meteoritos recogidos en Cheliábinsk son completamente diferentes, del grupo conocido como condritas ordinarias.
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