Doha salva el primer escollo
La UE sortea la oposición polaca a Kioto II con un complejo pacto de mínimos
La UE ha salvado en Doha la división que impedía avanzar en la cumbre del clima. A las nueve de la noche (hora local) entre aplausos y risas han salido de la sala, a puerta cerrada, en la que los Veintisiete negociaban desde por la mañana una salida a un problema enquistado durante años: como sortear la dura postura polaca, que insistía en conservar para Kioto II los derechos de emisión que le fueron concedidos en Kioto y que nunca ha usado por el hundimiento de la industria comunista. El acuerdo pasa por dejar vigentes esos derechos virtuales —pues no se han conseguido con una política de reducción de emisiones— a cambio de restringir el porcentaje que otros países pueden comprar para cumplir su objetivo de emisiones. Falta por ver si países los en desarrollo, que exigen cancelarlos, aceptarán el pacto.
Miguel Arias Cañete es veterano en negociaciones comunitarias, en largas noches en Bruselas tratando sobre pesca y agricultura. Pero no había visto nunca nada como lo que se ha encontrado en la cumbre de Doha. En el penúltimo día le ha estallado a la UE un problema que se veía venir desde hace años: la oposición de Polonia a renunciar a los derechos de emisión que recibió en Kioto y que nunca ha utilizado por el hundimiento de la pesada industria soviética.
El secretario de Estado español, Federico Ramos, ha ejercido de mediador entre los Veintisiete y Polonia hasta dar con la solución de compromiso. Esto permite a Polonia decir en casa que mantiene vigentes sus derechos —allí y en otros países del Este es casi un tema de soberanía nacional— y a la UE avanzar al decir que en la práctica apenas tendrán uso.
El acuerdo en la UE es clave porque es el mayor bloque que acepta tener obligaciones en Kioto II (Japón, Rusia y Canadá se bajan ahora y EE UU nunca lo ratificó). Y si de Doha no sale un segundo periodo de Kioto, descarrilaría la negociación para alcanzar en 2015 un nuevo acuerdo, que incluya a todos los bloques y que entre en vigor en 2020.
El acuerdo ha salido de la sala europea con alfileres, pero aún falta que la comisaria europea, Connie Hedegaard, lo negocie con los países en desarrollo, para los que esos derechos deben ser anulados en 2020.
Aunque la secretaria de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Christiana Figueres, ha asegurado que hay acuerdo para prorrogar Kioto, la negociación siempre está a punto de saltar por los aires, sobre todo porque en estas cumbres no hay votaciones. Todo, incluido los documentos en el plenario con más de 190 países, se aprueba por consenso.
La cumbre ha vivido un día de calma tensa, en las tres mesas de negociación se han dejado muchos temas abiertos hasta el último día, que se prevé largo. Los funcionarios de Naciones Unidas tienen orden de estar listos hasta las siete de la mañana del sábado, y con aviso de doblarlo. El año pasado en Durban, la cumbre se alargó hasta el domingo.
El momento emotivo lo puso el delegado filipino, Naderev Sano, que hablando al plenario ha comenzado a evocar los estragos que el tifón Bopha ha dejado en su país (las sutilezas científicas sobre la atribución de fenómenos concretos al cambio climático no son propias de estos foros) y entre sollozos ha exclamado: "No tuvimos un tifón como Bopha en 50 años. Y tragedias desgarradoras como esta no se dan solo en Filipinas".
Solo Francia ha intentado animar un poco la cumbre, con la presencia de tres ministros, entre ellos el de Exteriores, Laurent Fabius. Este ha confirmado la candidatura de Francia para albergar la próxima cumbre de 2015 —"parece que somos el único candidato", ha sonreído—, en la que el objetivo es firmar un nuevo tratado mundial que sustituya al de Kioto en 2020 y que, esta vez sí, incluya a todos los países.
Esa es la prueba de lo lenta que va la negociación del clima. Incluso, si en Doha se consigue prorrogar Kioto hasta 2020, en él solo tendrían obligaciones un puñado de países: la UE, Australia, Noruega y pocos más. El segundo periodo de cumplimiento permitiría al menos mantener los mecanismos de desarrollo limpio y otros instrumentos de financiación de los países ricos a los pobres.
La financiación es otro de los temas sin resolver. En 2009 se acordó un paquete hasta 2012 y ahora hay que renovarlo. Aunque Alemania y Reino Unido han lanzado en Doha grandes promesas (1.800 millones de euros y 2.200 respectivamente), pero en general la situación en Europa y la UE no está para demasiadas alegrías. España, por ejemplo, aún tiene pendientes 140 de los 375 millones que le correspondían para el periodo 2009-2012 y nadie espera un compromiso.
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