“Marta, así te van a quitar a la niña”
La madre hallada muerta junto a su hija discapacitada se resistía a perder la tutela Había un expediente para incipacitarla y estuvieron al borde de un desahucio
Las dos mujeres que fueron encontradas muertas el viernes pasado en su casa de Astorga (León), una madre de 78 años y su hija, a punto de cumplir 53, discapacitada psíquica y con problemas graves de salud, habían pasado los últimos meses, desde el verano, más tiempo en el hospital que en casa, debido a la enfermedad de la hija. Estuvieron en el San Isidro, de León, y seguidamente en el Altollano, porque la madre “se empeñó” en que hicieran rehabilitación a María del Mar, su hija. Un tercer ingreso, otra vez en el Altollano, se produjo recientemente. Y allá donde iba Marta, la madre, acababa armándose el escándalo, pues tenía un temperamento alocado: lo mismo parecía una mujer en plenas facultades que se volvía ingobernable.
A Marta y a su hija, en estado terminal por un problema de cirrosis, las buscaba la policía desde hacía días. Los agentes habían recibido de los juzgados una orden de búsqueda el 8 de noviembre que había cursado el hospital de León en coordinación con el médico de cabecera, según la familia, para que la mujer fuera incapacitada. Los sanitarios habían detectado que ya no podía cuidar a su hija, aunque Marta se negaba a dejarla a cargo de nadie que no fuera ella.
María del Mar estaba en estado terminal por un problema de cirrosis
Sus salidas de tono, que siempre la acompañaron, dice la familia, no habían hecho más que agudizarse con la edad. “Traía locos a los médicos, a las enfermeras, a nosotros mismos, cuando íbamos a visitarla al hospital, le cambiaron de habitación varias veces”, relatan. “Ya le habíamos advertido varias veces: ‘Marta, si sigues así te van a quitar a la niña”, como llamaban a María del Mar. Era algo que la madre no quería ni escuchar. Se envalentonaba cuando lo oía. Pero durante ese tercer ingreso de María del Mar en el hospital de León, Marta sufrió dos caídas: una en la calle y la otra en el hospital, donde se rompió un dedo. El estado de ambas mujeres se iba agravando. A pesar de ello, les dieron el alta el 23 de octubre y volvieron a Astorga, en esta ocasión, con la orden para incapacitarla que empezaron a cursar los servicios sanitarios. Marta hurtaba toda la información, incluido el estado de su hija, a los sobrinos, pero estos piensan que la mujer, “muy lista”, se maliciaba que le podían quitar a su hija. Y se resistió siempre.
Años atrás, de 2002 a 2005, la hija entró en un centro que tiene la Diputación de León en Astorga, el Cosamai, en régimen de media pensión; iba a dormir a casa. “La madre pidió el alta voluntaria aquel año. Así consta en todos los papeles que tenemos aquí; ella era su representante legal”, explica un portavoz de la diputación. Aquel servicio se cambió por 22 horas mensuales de ayuda a domicilio. Aunque en los servicios sociales del Ayuntamiento explican que la mujer lo mismo solicitaba la ayuda que prescindía de ella.
La última parada al amparo de los servicios sociales la hizo María del Mar en el centro para discapacitados de Astrosub en Benavente (Zamora), donde quedó ingresada. La sobrina, Mariluz Brime, cree que estuvo algo más de un año. Pero la madre también la sacó de allí, según la versión de la diputación, en julio de este año. Entonces pidió a la Junta que le cambiaran aquella plaza de residencia por una prestación económica para encargarse ella misma de su hija. Eso no ocurrió, según las Administraciones implicadas: el Ayuntamiento, los servicios sociales de la diputación y la Consejería de Familia.
Ambas mujeres fueron a casa, en Astorga, de donde últimamente no se movían ya prácticamente. A la hija le quedaba poco tiempo de vida. Los servicios sociales no tuvieron, al parecer, los mismos reflejos que los sanitarios, puesto que cuando Marta sacó a su hija de la residencia por última vez, este verano, ya enferma, no pidieron que la madre fuera incapacitada. Y eso que, según la familia, la clínica sufrió algunos de los estrambotes de la madre, sabían de su carácter.
Las dos mujeres estaban en la casa desde el pasado 23 de octubre
La familia dice resignada: “Ella ha sido víctima de sí misma y arrastró a su hija con ella”. Quizá pudo haber sido de otro modo. Ellos estaban de acuerdo con la incapacitación de Marta y así lo declararon en el juzgado. Este recurrió a la policía el 8 de noviembre, pero los agentes llamaban y nadie les abría la puerta. En la peluquería y en la frutería no daban norte, y la familia sospechaba que se habían ido a Madrid, donde tenían un piso, como hacían en ocasiones por temporadas largas. Tampoco los agentes dieron con ellas en la capital. Pero Marta y Marimar, como la llamaban, estaban en casa desde el 23 de octubre, cuando les dieron el alta en el hospital de León. Esa misma noche, cuando llegaron a Astorga, llamaron al 112 y los servicios médicos les atendieron. Se sabe que hubo otra llamada, quizá esa madrugada o durante el día 24. Aquella vez, cuando los sanitarios llamaron a la puerta ya nadie les abrió. “Como era habitual que esas locuras ocurrieran, se fueron”, explican sus sobrinos.
Y transcurrieron los días. Hasta el viernes pasado, cuando los agentes entraron por la ventana y descubrieron los dos cuerpos en la vivienda: el de la hija en el suelo de su habitación, el de la madre en el de la cocina. Por el forense que levantó los cadáveres y la policía se ha dado por entendido que la madre murió antes y la hija después por falta de cuidados, pero nadie lo sabe. Las autopsias aún no están hechas. “Nosotros calculamos que llevarían muertas entre siete y 10 días”, dicen los sobrinos. La policía piensa parecido.
Por si fuera poco, las mujeres tenían una orden de desahucio que tramitaban los juzgados y estaban a punto de concluir. El casero que les tenía alquilado el piso en el que vivían fue el que inició el expediente de desahucio, pero después retiró la demanda. “No era una cuestión de dinero, ellas pagaban el alquiler religiosamente, es porque se había cumplido el plazo” del contrato de la casa, aseguró el alquilador, que vive justo en el piso de arriba al que habitaban las dos mujeres. Si debía dinero o no su familia no lo sabe. “Quizá”, dice un sobrino, “alguna vez no pagó el alquiler a tiempo, pero era porque se ausentaba de casa, o estaban hospitalizadas. Pero tenía muchos encontronazos con el casero, al que había denunciado en ocasiones sin tener razón para ello. Ya no tenía la cabeza bien”, dice. Aunque siempre fue una mujer aguerrida que cuidó a su hija lo mejor que supo, en los últimos tiempos su cabeza alocada le proporcionaba más trastornos de los que eran tolerables.
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