No proteste aunque duela
A veces, un sencillo resumen cronológico arroja más luz que un análisis que se pierda en los detalles. Lo acontecido en los últimos días ha sido lo siguiente: una plataforma ciudadana organiza una manifestación contra la clase política y especialmente contra el Gobierno del PP frente al Congreso y ese Gobierno intenta encausarles —a ellos y a los 34 detenidos— no por los habituales desórdenes públicos, sino por graves delitos que los jueces no acaban de ver. A renglón seguido, se lanza la idea de “modular” en adelante las manifestaciones para no perturbar tanto la vida ciudadana. Así de burda es a veces la realidad.
La cadena de acontecimientos indica que el Gobierno y el partido que le sostiene han lanzado una seria ofensiva para limitar el derecho fundamental de expresión, entre el que está el de manifestarse. Los detalles que están rodeando este asunto también lo corroboran. Un día antes de la marcha, la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, compara la iniciativa con el 23-F. El día de la manifestación, la policía, además de cargar incluso en la estación de Atocha, a un kilómetro de distancia del epicentro de la concentración, no lleva a los detenidos como es habitual ante el juez de guardia por altercados, sino que les acusa —a ellos y a los organizadores— de intentar invadir el Congreso por la fuerza e impedir el normal funcionamiento de la institución. Miembros del Ejecutivo felicitan a la policía por la actuación durante la marcha y la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, abre entonces el debate sobre la “modulación” de las marchas previa declaración de Rajoy alabando a la mayoría silenciosa frente a los que protestan.
Consecuencia de estos sucesos es, por lo demás, la trifulca abierta entre el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz y el portavoz adjunto del PP en el Congreso Rafael Hernando. Se trata de una disputa de vuelo raso que no deja de tener su interés. El juez recuerda en su auto la decadencia de la clase política y Hernando le responde con graves insultos, lo que viene a confirmar que tal decadencia es realmente preocupante.
El PP ya está “modulando” las protestas intentando aplicar graves penas a los manifestantes
La novedad de lo que está ocurriendo no es esta nueva polémica propia de patio de vecinos, sino lo que parece una estrategia del PP de limitar la libertad de manifestación. Cifuentes advirtió que su propuesta de modular las marchas no significaba restringirlas o reprimirlas, pero los hechos la desmienten. En el caso de que la justicia termine por aceptar las graves acusaciones que el Ministerio del Interior pretende contra manifestantes del 25-S, estos podrían ser condenados a penas de hasta cinco años de cárcel. Es una amenaza suficientemente disuasoria para que en adelante los ciudadanos indignados, que son millones, como demuestra el último barómetro de Metroscopia, se lo piensen mucho antes de echarse a la calle.
Al poco de ganar las elecciones, Mariano Rajoy dijo públicamente y con cierta tranquilidad tener la certeza de que los recortes que se disponía a acometer provocarían una gran conflictividad social. El movimiento 25-S, convocado bajo el lema Rodea el Congreso, es una pequeña muestra más de la agitación social que están causando las decisiones políticas y económicas tomadas para frenar el déficit público y sanear el sistema financiero. Si el presidente ya contaba con ello, ¿a qué viene entonces tanto escándalo por parte de los dirigentes populares por una protesta que ni siquiera fue multitudinaria ni especialmente violenta? Ellos que tomaron la calle para protestar por tantas cosas cuando estaban en la oposición deploran ahora esta forma de expresar el descontento.
El primer ministro griego, Antonis Samarás, confesaba en una reciente entrevista que su trabajo es “el peor del mundo” y añadía: “Es solo dolor”. Estar en el lugar de Mariano Rajoy tampoco tiene que ser muy agradable en esta coyuntura, pero no parece haber llegado al límite de desesperación de su colega griego. Es capaz todavía de hacer bromas con la inminencia, o no, de la petición de un rescate para España y, ahora lo sabemos, no le gustan las manifestaciones de los demás. Puede que sus políticas produzcan un enorme dolor a los ciudadanos y que estos tengan motivos de sobra para sufrir por ello, pero protestar por ello... Mejor, masivamente callados.
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