¿Queremos más estudiantes extranjeros en nuestras universidades?
El autor defiende la mejora de las cifras de alumnos internacionales, pero advierte que aún queda mucho por hacer
El reciente informe de la OCDE Panorama de la Educación 2012 dedica de forma extensa un capítulo a la relevancia de los estudiantes extranjeros en la educación terciaria. Por razones que ignoro, no ha sido objeto de debate en los medios, a pesar de los beneficios económicos que esta exportación de servicios educativos puede generar y el impacto en la buena imagen de un país.
A la luz de su contenido, destacaría, en primer lugar, la evolución del número de estudiantes extranjeros: del 2,1 millones en el año 2000 a los 4 millones en 2010. Las razones del notable incremento son muy variadas y están vinculadas tanto a factores de demanda del servicio educación superior (valor de mercado de la formación en el extranjero en un mundo laboral globalizado, insuficientes plazas en el sistema universitario del país de origen, precios elevados de las matrículas, inexistencia de barreras lingüística…) como de oferta (titulaciones atractivas, políticas educativas nacionales o internacionales con suficiente apoyo presupuestario…).
En segundo lugar, el mencionado informe recoge los destinos más importantes por los que optan los estudiantes extranjeros a la hora de seguir formándose. Destaca la Unión Europea (líder y destino del 40% de los estudiantes internacionales), Estados Unidos (16,6%) y Australia (alrededor del 7%). Dentro de la Unión Europea, sobresale Reino Unido (13%), seguido de Alemania (6,4%), Francia (6,3%) y, en menor medida, España. Nuestro país ha pasado de ser el destino de 1,9% de los estudiantes extranjeros en 2008, al 2,3% en 2010, cifra máxima según los datos oficiales disponibles desde que comenzó el nuevo siglo. Todo ello en un escenario en el que cada vez la competencia para captar alumnos extranjeros es más feroz.
Probablemente no sea ajeno a este incremento del protagonismo de España el aumento de universitarios a escala mundial (desde 2000 al 2010 se ha pasado de 100 millones a 177), el impulso por parte de la CRUE, la mejora económica de los países emisores, las políticas emprendidas por nuestras universidades en colaboración, a veces, con el sector privado, el apoyo de la UE, el buen hacer de la joven Fundación para la proyección internacional de las Universidades españolas-Universidad.es y la mejora de la oferta educativa que ha podido propiciar nuestra participación en el Espacio Europeo de Educación Superior. Nótese, sin embargo, que a pesar de que se ha mejorado en los últimos años, si nos centramos en el porcentaje que representan los estudiantes extranjeros en nuestras aulas, no superamos el 3% como media (incluyendo el grado y posgrado). Nos encontramos, junto con Portugal, lejos del top-ten de la Unión Europea. ¿Debemos estar satisfechos?
En tercer lugar, el informe de la OCDE señala algunos de los factores que parecen influir en la elección del país de destino del estudiante extranjero. Menciona, por ejemplo, el idioma en el que se imparte la formación, la calidad de los programas, el coste de los estudios y la política inmigratoria. Por último, hace especial hincapié en el origen de los estudiantes internacionales y en el hecho de que algo más de la mitad proviene de Asia. En definitiva, este informe, además de proporcionar datos muy relevantes sobre los estudiantes extranjeros en la educación superior, cabe ser leído igualmente como una pequeña guía que orienta a las autoridades públicas y académicas respecto de qué se puede hacer durante los años venideros a fin de incrementar su número cada vez más en las aulas de nuestras universidades.
Rafael Bonete es profesor de Economía de la Universidad de Salamanca
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