“Me inspiran las cosas malas que he visto en mi vida”
José Junior ha sido mediador en Brasil
Lleva tatuado en el antebrazo derecho a Thor, el dios del trueno, y en el izquierdo la estrella de David. Podría decirse que su cuerpo es una suerte de retablo sincrético poblado de referencias místicas y divinidades de medio mundo. José Pereira de Oliveira Junior, José Junior (1969, Río de Janeiro), nació y creció en la marginalidad, pero hoy, al comando de la organización social y cultural Afroreggae, es uno de los hombres más influyentes de Río de Janeiro. Se sienta a la mesa con Lula da Silva o con Emilio Botín, y a renglón seguido penetra en los sombríos recodos de una favela para mantener un cara a cara ultraconfidencial con los líderes del narcotráfico carioca, gente peligrosísima que no valora ni la propia vida. Zé Junior, como se le conoce, es de los pocos que hablan con Dios y con el diablo. Y ambos lo respetan por igual.
Es viernes y nos ha citado en la sede de la organización que fundó en 1992 junto a un grupo de amigos. “Éramos personas fracasadas, bandoleros que vivíamos de la utopía”, recuerda ante unas bucólicas vistas del bohemio barrio de Santa Teresa. Casi veinte años más tarde, Afroreggae es una organización multipremiada, con 350 empleados, proyectos en varios países y cofinanciada por el Banco Santander, que desembolsa 2 millones de euros anuales para materializar las ideas que engendra este carioca y su equipo. “Cuento con una legión de personas de bien que hacen esto por vocación. Mi único mérito es el de aglutinarlas en este proyecto, pero el éxito es de ellas. Lo que más me emociona es que todo esto pasará a las generaciones futuras”, explica.
Aparte de ayudar a miles de personas a salir de la marginalidad y llevar adelante una estructura que engloba bandas de música, grupos de teatro, circo y centros culturales, este hombre con aires de pop star ha asumido el papel de mediador en los principales estallidos de violencia de los últimos años en Río. Por ejemplo, en la operación lanzada en noviembre de 2010 en el complejo de favelas del Alemao, donde miles de militares y policías aplastaron cualquier tentativa de reacción del narcotráfico local. “Personas muy importantes me pidieron que fuera allí para hablar con los narcos. Creo que contribuimos a que no se produjese un baño de sangre. Tenían misiles Stinger, morteros, dinamita… No erais conscientes, pero los periodistas estabais en el punto de mira de varias armas”, recuerda.
José Junior entró en contacto con el lumpen carioca a los 12 años, cuando iba a la céntrica favela de la Providencia para comprarle cocaína a su cuñado. Y allí fue donde trabó amistad con algunos delincuentes. “Con los años todos fueron muriendo”.
José Pereira de Oliveira Junior nunca ha probado la cerveza ni conoce el placer del vino. Mucho menos la sensación que deja la marihuana o cualquier otra droga. “La palabra secuela no tiene nada de positivo, pero podríamos afirmar que yo soy una secuela positiva de lo que viví en el pasado. Lo que me inspira no son las cosas buenas, sino las malas que he visto a lo largo de la vida”.
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