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EL DEBATE DE LA REFORMA EDUCATIVA / Opinión
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La contra-reforma educativa

La propuesta, en lugar de acabar con el abandono escolar temprano, conseguirá lo contrario

El pasado 18 de julio el ministro de Educación, José Ignacio Wert, nos presentó las líneas maestras de su propuesta de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa en la Conferencia de Educación. Aunque la mayoría de los detalles ya los habíamos conocido gracias a las diferentes filtraciones a la prensa, el análisis del texto que se nos presentó nos dio pie a que creciera nuestra sorpresa y nuestra oposición total a lo que en el mismo se recoge. Porque se trata de una apuesta completamente desacertada, tanto a nivel pedagógico como social. Nos proponen un modelo anticuado e injusto socialmente, un modelo que no confía en los profesionales y que pone más dificultades a las personas menos favorecidas a la hora de superar sus circunstancias de origen.

Teniendo en cuenta que el texto es todavía un borrador y cabe suponer que sufrirá grandes modificaciones antes de su versión final, no entraré a comentar sus múltiples desaciertos. Prefiero referirme a los errores de fondo, los que se encuentran en su propia concepción, esos que difícilmente se verán eliminados del mismo sin anular por completo la propuesta. Una propuesta que dice nacer con vocación de acabar con uno de los problemas más acuciantes de la educación española, el abandono escolar temprano, y que conseguirá justamente el efecto contrario. Las reválidas incrementarán la tasa de repetición del sistema educativo español y disuadirán a los alumnos de seguir estudiando.

Las reválidas incrementarán la tasa de repetición y disuadirán a los alumnos de seguir estudiando

La propia idea de que nuestro sistema educativo actual fomenta el abandono escolar temprano se me antoja extraña y profundamente equivocada. Durante los últimos años se ha producido un descenso importante en la media estatal de este indicador. En 2008 estaba en el 31% y el año pasado se situó en el 26,5%, lo cual indica una clara tendencia de mejora. Además, las comunidades autónomas tenemos índices completamente diferentes a pesar de que todas compartimos una misma arquitectura educativa. Tomemos Euskadi, por ejemplo: a día de hoy tenemos el abandono escolar temprano más bajo de todo el Estado, en torno al 12,5%. A ello concurren circunstancias diversas como la alta valoración que la sociedad vasca en relación a su sistema educativo, que se corresponde con un sistema productivo de exigencias académicas altas.

Quizás lo más dramático de esta reforma es que podría llegar a desahuciar y estigmatizar a un alumno a una edad tan temprana como los doce años por un único tropezón en un examen concreto. Por otro lado, no se puede mostrar una mayor desconfianza sobre el trabajo y la capacidad técnica del profesorado que monitoriza cada día a nuestros estudiantes y que durante toda una etapa educativa ha seguido su desarrollo día a día. Hacer prevalecer el resultado de una sola prueba realizada en un momento determinado sobre el análisis integral de la evaluación continua es injusto. Otro de los efectos más perniciosos de esta propuesta es sin duda el adelanto de la edad de segregación del alumnado. También en este caso la propuesta del gobierno de Rajoy trata de encontrar una justificación, sin resultado. Se fija en los resultados de países como Alemania o Inglaterra, que segregan a los alumnos muy pronto, para orientarnos hacia su modelo, pero se olvidan de otros como Finlandia, que hace todo lo contrario y, sin embargo, lidera todos los indicadores europeos y mundiales en cuanto a resultados.

Se nos plantea un sistema determinista que dejará en la cuneta a los que tienen más dificultades

Detrás de esta propuesta subyace también la construcción de una trayectoria de segunda sobre la Formación Profesional. La FP aparece como una especie de premio de consolación para quien no puede seguir la vía académica o como desagüe del alumnado que presenta dificultades en su trayectoria escolar. Es especialmente grave que incluso en el primer borrador del texto enviado por el ministerio se incluyera literalmente que los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) eran “para alumnos con situación socio-económica desfavorable”. Una frase que ya ha sido eliminada, pero que sin duda contiene toda una declaración de intenciones. Con frase o sin ella, el resultado será el de una dualización social fruto de un sistema educativo de doble carril. Uno para los poderosos y otro para los más débiles.

En definitiva, esta propuesta de reforma educativa, que yo más bien calificaría de contra-reforma, nos plantea un sistema determinista que dejará en la cuneta a los que tienen más dificultades, a pesar de que ya sabemos que solamente aquellos que avancen hasta etapas posteriores a la ESO tendrán posibilidades de acceder al mercado de trabajo. Toda la propuesta es profundamente segregadora y tendrá consecuencias en el modelo social, porque al discriminar a los doce años, cuando todavía el sistema educativo no ha tenido tiempo de hacer su labor, el resultado estará muy condicionado por las circunstancias de origen.

Valores como la equidad y la cohesión social se verán muy perjudicados si este modelo llega a materializarse y el conjunto del sistema educativo retrocederá hasta los años sesenta, tanto en estructura como en resultados. El verdadero reto para la Educación contemporánea hemos de fijarlo en nuestra capacidad para alcanzar un sólido acuerdo de bases que nos permita avanzar en la excelencia sin sacrificar los altos niveles de equidad y cohesión que a lo largo de los últimos años hemos conseguido.

Isabel Celaá es consejera de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno vasco

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