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DANIEL LORENZO Canónigo fabriquero de la catedral de Santiago

“Esta casa nació para estar abierta”

Lorenzo ha hecho las cuentas: cada visitante gasta en Santiago 60 euros al día, pero en el cepillo no echa más que 30 céntimos.
Lorenzo ha hecho las cuentas: cada visitante gasta en Santiago 60 euros al día, pero en el cepillo no echa más que 30 céntimos. ÓSCAR CORRAL

“¿Cuántas catedrales funcionan verdaderamente como catedral y no como museos? ¡Casi les van a tener que cambiar el nombre! Esta casa, en cambio, nació para estar abierta. Antes ni siquiera cerraba de noche. La catedral de Santiago es centro universal de peregrinación y de acogida, y todo el que quiere pasa. No nos reservamos el derecho de admisión. ¿Tenemos que pedir perdón por eso?”.

El que justifica a su iglesia de esta manera, Daniel Lorenzo, acumula cargos y ahora también las miradas en el cabildo compostelano. El canónigo más joven de la catedral de Santiago es responsable de la “fábrica”, es decir, del mantenimiento y funcionamiento del edificio; y, además, es presidente del Tribunal Eclesiástico y de la Comisión de Cultura y director de la Fundación Catedral. Viste de gris claro y es hoy la imagen más traslúcida de un cabildo que va mayor, que muere viejo y que, ante la insistencia de la prensa, se repliega en su concha, en tiempos de Códice perdido en el templo y hallado fuera de él, arrumbado entre cartones y bolsas en un garaje. Pese a ese temple y esa disposición que lo convierten en el más cercano de los curas de la casa, cuando se le pregunta acerca del suceso se escuda en el secreto del sumario. Aunque admite que “pudo haber algún tipo de relajación” en el cuidado del manuscrito.

Lorenzo (A Pobra do Caramiñal, A Coruña, 1963) llegó hace poco, tras estudiar tres carreras y gobernar una parroquia de pueblo y, unos días después del acontecimiento que dio la vuelta al planeta, convocó a los periodistas para hacer públicas las cuentas de la basílica. En la calle ya no se hablaba de otra cosa y él era consciente. El escándalo del robo confesado por el exelectricista de la catedral, supuestamente por un afán de venganza contra el deán, custodio en horas bajas del preciado libro, pasó a un segundo plano en menos de nada. Lo que de verdad escandalizaba al público eran los ríos de euros que la imaginación colectiva pinta corriendo por las naves de la catedral.

La calle preguntaba cuánto ganaba la basílica y el canónigo presentó cuentas

Antes del robo del Códice Calixtino, en la basílica compostelana habían faltado grandes cantidades de dinero y otros libros y objetos, pero en la mayoría de los casos la Iglesia no había presentado denuncias, según dice ahora Lorenzo, porque practican eso del “perdón”, la “segunda oportunidad” y la “confianza” en el ser humano, asegura. En los domicilios del electricista, Manuel Fernández Castiñeiras, se habían localizado unos dos millones de euros, pero antes y después había habido más ladrones identificados. ¿Cuánto ganaba la seo como para no echar mucho de menos lo que faltaba?

La convocatoria de Lorenzo surtió efecto. Pocas ruedas de prensa, en Santiago, convocan a tal cantidad de cámaras. Acompañado por un contable, el canónigo repartió tablas y gráficos de tarta con los números cosechados en la última década. Según estas cifras oficiales, los cepillos recogen cada ejercicio una media de 719.824 euros, aunque en los años santos (los últimos, 2004 y 2010) los fieles dejan casi el doble: 1.316.293. Además, el cabildo se financia con el cobro de las entradas del museo y el atractivo paseo por las cubiertas, y también por los arrendamientos de sus múltiples propiedades, bastantes, de renta antigua. En total, la media de ingreso entre años santos y ordinarios sale, según el fabriquero, en 1.618.124 euros. Y esa cantidad, también según el portavoz del templo, no llega para cubrir gastos, incluida esa seguridad que falló y ha sido reforzada: “El déficit es de 33.545 euros”.

Así que, cuando tiene ocasión, Lorenzo aprovecha para pedir más a las Administraciones y los patrocinadores privados. E insiste en el argumento de que Santiago “vive” de una catedral que cuesta mucho rehabilitar y es el “auténtico reclamo del turismo”. Tiene incluso la cuenta echada. Cada visitante (2,8 millones al año) gasta en la ciudad una media de “60 euros por persona y día”, pero en el cepillo no echa “más que 0,30”.

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