“Sin ‘hackers’ no habría seguridad”
El periodista y escritor británico quiere integrar a los 'háckers' dentro de la sociedad
Por sus formas podría pasar por espía pero es autor de libros que mezclan la novela con la investigación. Misha Glenny (Londres, 1958) prefiere definirse como periodista. Su acento es el que se espera de una voz de la BBC. En 2008 saltó a la fama con McMafia,una obra dedicada al crimen organizado internacional. Su preocupación ahora es otro tipo de mafia, más difícil de atajar, si cabe, la digital.
A pesar de su decisión, al hablar tarda en decidir qué comer. Opta por el rodaballo y deja que el maître haga una selección de delicatessen de la casa. Entre elogios a las croquetas de jamón y queso de torta del Casar siembra cierta preocupación al afirmar que la ciberguerra es una realidad ignorada. “Google y Facebook se pueden considerar parte del Gobierno de Estados Unidos. Tanto a China como a Rusia les encantaría poder acceder a sus datos”. En su opinión, no es casualidad que la misma semana que Google se fue de China, Hillary Clinton subrayase en un discurso la importancia de la libertad de expresión en el mundo actual. Lo dice con la naturalidad de quien se entretiene mojando el pan en aceite. “Es mucho más sabroso que el italiano”, matiza. Antes de hablar de la amenaza del phishing, como se denomina al robo de contraseñas de cuentas bancarias, la suplantación y la extorsión en Internet, hace una observación que destila flema británica: “En mi país miden el vino que cae en la copa, nunca te lo ponen tan alegremente”.
El lado oscuro de la red (Destino, 2012), su última obra, le ha abierto las puertas de la RSA, la conferencia sobre delitos informáticos más importante que se celebra cada año en San Francisco. Se propuso que los asistentes salieran concienciados de lo necesarios que son los hackers, aquellos que asumen el reto de romper los candados digital de bancos, empresas e instituciones sin ánimo de lucro pero que son condenados igual que si robaran. “Sin ellos no habría expertos en seguridad. Evidencian lo débil que son nuestros sistemas”.
En su opinión, el problema está cuando los detienen, porque no se piensa en una forma correcta de inserción. “Los condenan a no tener futuro”, se lamenta, “porque son valiosos, pero no hay un plan para este tipo de personas muy inteligentes y cuya motivación casi nunca es el dinero, sino la relevancia en su entorno. Quieren tener una reputación”.
Según Glenny, cada vez hay menos diferencia entre los hackers de sombrero blanco, como se denominaba a aquellos que derribaban las fronteras de seguridad por el puro placer de demostrar conocimientos, y los de sombrero negro, que pretenden la extorsión. Su plan, que está planteando tanto en Reino Unido como en la Universidad de Toronto, consiste en evitar que se les rechace por su pasado criminal y pasen a formar parte de los comités de seguridad de las empresas.
Mientras se esmera en identificar qué es eso dulce del helado de yogur servido de postre, rompe un mito bastante extendido: “Mac no es más seguro que el PC. El iPhone no es más seguro que Android. Es solo menos accesible para el gran público y, en consecuencia, menos atractivo para los delincuentes. Cuando sea más popular tendrán los mismos problemas. Solo es una cuestión de mercado”.
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