_
_
_
_
ESTUDIAR EN ESPAÑA |EMPRENDEDORES

¡Tú innova!, no importa dónde

Tras estudiar en España, Max Oliva (México) y Marcelo Devincenzi (Argentina) han desarrollado dos proyectos que comparten una mirada innovadora

Pueden dos vidas paralelas compartir un punto común? Desde la geometría de la existencia es imposible. Las paralelas nunca se cortan. Pero a veces, pocas, el matemático griego Euclides yerra. Y dos personas procedentes de países, ambientes sociales e intereses profesionales muy diferentes encuentran esa intersección que invalida las teorías del genio griego.

“Yo nací en México, en la ciudad de Querétaro. ¿Sabe que según una encuesta del Instituto Cervantes es la palabra en español más bella que existe? En lengua precolombina significa ‘la isla de las salamandras azules”.

Estas son las tres primeras frases con las que Max Oliva (Querétaro, 1976) inicia la conversación. Desde ese momento sabemos que estamos frente a alguien diferente. Tiene solo 35 años y este ingeniero mecánico de hablar pausado ya lidera uno de los proyectos que está transformado la idea de emprender en Madrid.

El sol se filtra por las tres grandes claraboyas de lo que antes fuera un garaje en pleno barrio de las Letras. Es mediodía. El antiguo aparcamiento tiene una amplia entrada que según se recorre va dejando a ambos lados varias salas de reuniones. De frente, la zona central del garaje se ha dividido en dos alturas y en ellas se reparten ocho mesas en las que ondean los portátiles. En la inferior hay un pequeño espacio, en una esquina, habilitado como cafetería.

Max oliva (México) y Marcelo Devincenzi (Argentina) han desarrollado dos proyectos, tras estudiar en España, en campos muy distintos, pero que comparten una mirada innovadora

Esta es la propuesta de Max Oliva.Lo ha llamado Hub Madrid. Un nombre quizá demasiado industrial para una actividad del conocimiento.

Da igual. En apenas dos años de vida se ha asentando como un espacio de trabajo que reúne a emprendedores e innovadores que quieran cambiar la realidad que vivimos. Así de ambicioso. Los números cartografían la envergadura de la iniciativa.Tiene 300 miembros y a día de hoy más de 40.000 personas han participado (entre ellos, Nicholas Negroponte, fundador de One-Laptop-Per- Child o Eric Schmint, expresidente de Google) en sus reuniones, talleres y eventos. Todo dirigido por un equipo de 30 personas. ¿La inversión para ponerlo en marcha? Unos 450.000 euros.

Pero este es casi el final de la historia, nos faltan por narrar 35 años.Viajero impenitente (ha recorrido más de 40 países), este emprendedor es un representante de esa máxima del periodista Jesús Quintero: “Quien no viaja, muere poco a poco”. De padre economista y madre contable, Max Oliva recuerda cómo llegó con 15 años a estudiar bachillerato al Tecnológico de Monterrey (México), un centro que destaca por su programa de ciencias. “A los 18 años terminé la educación secundaria, pero no sabía qué hacer”, narra. Así que decidió viajar un año por Europa, mochila en la espalda y tarjeta Eurorrail en el bolsillo.

De vuelta a México optó por la ingeniería industrial. Los dos primeros años los cursa en Monterrey y después decide regresar a España a la Universidad Pontificia de Comillas ICAIICADE.

Eran los tiempos del apogeo de las becas Erasmus y accede a una.

En 1998 regresa a Monterrey, donde en dos años concluye la carrera. En ese tiempo entra en el mundo de las organizaciones no gubernamentales. Pero alguien le cambia la vida. “Conocer a Desmond Tutu [icono de la lucha contra el apartheid] fue un verdadero impacto”, afirma Oliva. Coincide con el líder africano en la iniciativa State of the World Forum y desde entonces “su compromiso y su energía” son una referencia para él. A partir de ahí participa en organizaciones como Pioneers of Change, que le llevarán a desarrollar su espíritu emprendedor y con el tiempo (2010) a crear Hub Madrid.

Durante un tiempo trabaja en Veracruz (México) en una empresa de tubos de acero. En 2001 aprueba el examen de admisión en el IE Business School de Madrid para cursar un máster en gestión. Después, un empresario de origen mexicano afincado en España le ofrece trabajo como responsable de una nueva planta que quiere abrir en Daganzo (Madrid). Pero mientras gestiona los permisos laborales se cruza en su camino la dirección del área de Social Impact Management (SIM) en el Instituto de Empresa, de la que termina siendo su responsable. Nunca llegará a trabajar en Daganzo.

“Crecí en la ciudad de Buenos Aires, en Ramos Mejías, un barrio de clase media”. Son los recuerdos de la infancia y primera juventud de Marcelo Devincenzi (Buenos Aires, 1956). Un emprendedor diferente a Max Oliva por edad y por el sector en el que trabaja: los estudios geológicos. Pese a ello, encontrarán su intersección.

El calendario deshojaba 1990. En ese momento, el empresario argentino crea Igeotest, y lo hace en Figueres –en el Alto Ampurdán catalán–, un lugar que respira aire surrealista, no en vano alberga el teatro-museo de Salvador Dalí. Quizá por esta influencia y la tramontana decidieron pintar de dos colores, amarillo y blanco, las instalaciones y los vehículos de la empresa. “Puede ser”, admite Devincenzi entre risas.

Qué bien sienta la alegría, pues no siempre fue así. Hubo épocas de desempleo, de buscar trabajo, de desarrollar proyectos. “Quizá solo de forma puntual o intermitente, pero de todas las etapas se aprende, y ahora, que nos va muy bien, haber vivido esos momentos aún nos enriquece más”, admite Devincenzi.

Este empresario estudió Ciencias Geológicas y Biología Marina en la Universidad de Buenos Aires y se enamoró de su oficio de geólogo en un viaje a la Antártida. Después, terminada la carrera (abandonaría la Biología), se dedicó tres años a cartografiar la Patagonia.

Ahora, pasados los años, hay una fecha que recuerda con precisión sentando en su despacho de Figueres: el 10 de enero de 1983. Ese día, tras finalizar su aventura patagónica, estaba en Madrid, en la Universidad Complutense, cursando un “posgrado de gran prestigio internacional en aguas subterráneas”, rememora. A partir de aquí, el empresario empezaría a enlazar de forma continua proyectos, trabajos, ideas.

Es verdad que aquella era una España diferente a la actual; era la de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la del desarrollo de las líneas de alta velocidad, y había mucho trabajo; tanto, que se quedó a vivir en Cataluña. Hace dos años cursó un programa de alta dirección (PADE) en el IESE de Barcelona. “Fue una experiencia extraordinaria. Me ha permitido dar un salto en la profesionalización de la empresa”, resalta Devincenzi. Ese empujón les será muy útil en África occidental, Brasil, Reino Unido o el mar del Norte, donde ya ofrecen sus servicios de estudios geológicos tanto terrestres como marinos. E incluso algunos a 3.500 metros de profundidad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_