Nos visitan las focas del Norte
Focas grises, y alguna barbuda, moteada, ocelada o de casco recalan por estas fechas en las costas cantábrica y atlántica. Suelen ser ejemplares jóvenes, cansados y desorientados que proceden de poblaciones de las islas británicas.
Aparte de la aparición esporádica de la muy amenazada foca monje por aguas del Mediterráneo español y las islas Canarias, nuestras costas reciben en estos días invernales a otras especies de fócidos de distribución más septentrional. Una foca barbuda en el puerto de Donostia (Gipuzkoa) y focas grises en el de Caneta, en Hendaya, en la misma provincia vasca, y en Malpica de Bergantiños (A Coruña), fueron noticia reciente en varios medios de comunicación.
Sobre la arena, entre las rocas de la costa, nadando cerca de la orilla, en una embarcación amarrada o en los entablados de los pantalanes aparecen estos y otros ejemplares para sorpresa de mariscadoras, surfistas, pescadores o simples viandantes. Las sorpresa está justificada porque rara vez las costas peninsulares e insulares reciben la visita de estos mamíferos marinos. Prácticamente expulsada la foca más "española", la monje, por la triple presión urbanística, pesquera y contaminante, queda gozar con las apariciones esporádicas de la gris, la barbuda, la moteada, la de casco, la ocelada o, incluso, alguna morsa.
Los expertos recomiendan no acercarse en exceso a las focas ni, por supuesto, tocarlas
La foca de casco, vulnerable, y la foca monje del Mediterráneo, en peligro crítico de extinción, son las visitantes en peor situación
"Entre el 90 y el 95% de las focas que aparecen en la costa vasca son grises, del resto hay citas muy aisladas, como la morsa que apareció en la playa de La Concha en 1986, porque su distribución abarca aguas más cercanas al Ártico". Enrique Franco es vicepresidente de la Sociedad para el Estudio y la Conservación de la Fauna Marina (Ambar) y una de las personas que supervisa la evolución de una de las focas grises que han aparecido este año por Euskadi. "La llevamos al centro de recuperación de fauna silvestre de Gorliz, en Bizkaia, porque tenía una herida en la córnea y problemas de conjuntivitis; en cuanto gane peso y mejoren las condiciones de la mar la soltaremos", relata Franco.
La gran mayoría de los ejemplares son jóvenes, incluso de meses de edad, que proceden de poblaciones repartidas entre las islas británicas. Tras el destete, a partir de octubre, algunas vagan a la deriva hasta encontrar costas donde recalar, pero ya fuera de su zona de distribución natural. Por la edad y el esfuerzo algunas precisan de un período de recuperación, que emprenden las asociaciones y centros de fauna marina repartidos entre el País Vasco, Cantabria, Asturias, Galicia y Portugal. Todos ellos recomiendan no acercarse en exceso a las focas ni, por supuesto, tocarlas. En el caso de que se detecte alguna anomalía física o de comportamiento se debe llamar a los servicios de emergencia.
La gran mayoría acaban sanas y salvas en el mar, de vuelta a zonas del Mar del Norte. La población más numerosa reside en Canadá, donde informes científicos dados a conocer recientemente sostienen que el incremento de la población de focas grises repercute negativamente en los bancos de bacalao. Ricardo Aguilar, director de Investigación y Proyectos de Oceana, asegura que "la gran mayoría de los científicos discrepa de este tipo de estudios, entre otras cosas porque si ahora hablamos de poblaciones, escasas, de miles de focas grises, hace un siglo eran millones y había mucho más bacalao".
La lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), reconoce el incremento reciente de algunas poblaciones de focas grises, aunque también destaca que la del mar Báltico ha pasado de unos 100.000 ejemplares en los años cuarenta del pasado siglo a los 22.000 registrados en el último censo. En dicha lista, las visitantes de nuestras costas que presentan peor situación son la foca de casco, catalogada como vulnerable, y la ya citada foca monje del Mediterráneo, que a nivel mundial está en peligro crítico de extinción.
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