El laberinto de la enseñanza del inglés en la universidad
Un informe del British Council pone de manifiesto la disparidad de la formación en idiomas en los campus y alerta de posibles agravios para los estudiantes
Las universidades españolas son conscientes de la importancia de fomentar entre sus estudiantes un segundo idioma, sobre todo el inglés, como un mínimo imprescindible tras su etapa de formación y su llegada al mundo laboral. El Gobierno, de hecho, ha establecido unos mínimos de acceso a algunas titulaciones como Maestro en Educación Infantil y Primaria o Máster de Profesorado de Secundaria. Además, en general, las universidades están estableciendo que los alumnos deben demostrar un nivel mínimo para conseguir graduarse en las carreras. Pero mientras en un campus se pide un nivel, en el de al lado piden otro y, además, lo que se entiende por un mismo nivel tampoco es lo mismo. Este es el panorama que dibuja un estudio impulsado por el British Council que se acaba de presentar y que se ha centrado, por supuesto, en el inglés.
Ana Halbach, profesora de la Universidad de Alcalá y una de las autoras de informe, habla de caos, de agravios comparativos y de que ahora mismo no se está asegurando un nivel suficiente de inglés al terminar la carrera.
El informe admite que las iniciativas están ahí. Las hay de los Gobiernos autonómicos: Canarias ha establecido que al menos un 5% de los créditos de los nuevos grados se imparta en una lengua comunitaria, preferiblemente en inglés, o Cataluña ha destinado 31 millones de euros para financiar acciones que permitan a sus estudiantes titulados en 2012 alcanzar el nivel B2 de inglés. También desde las universidades se está trabajando: hay grados total o parcialmente impartidos en inglés, sobre todo de "Periodismo, Derecho, Administración y Dirección de Empresas, así como a la rama de las ingenierías y la Arquitectura", dice el informe.
Sin embargo, el texto continúa dibujando una masa de iniciativas deslavazadas, sin criterios comunes, básicamente por los niveles que exigen y la forma de comprobar que se alcanzan. Para empezar, unas universidades exigen que se alcance el nivel B1 al final de la carrera y otras el B2 (hay establecidos en Europa seis niveles, de menor a mayor: A1, A2, B1, B2, C1 y C2). El B1 es el que se supone que los alumnos tienen superado al terminar Bachillerato, y para Halbach, no es suficiente para manejarse con garantías en el mundo laboral.
Y tampoco para estudiar durante algún tiempo en otro país, por ejemplo, con una beca Erasmus. Y es el B1 es el que muchas universidades exigen para acceder a estos programas (entre las que figuran la Universidad de Valladolid, León, Santiago de Compostela, Valencia, Alicante, Jaén, Almería y Córdoba). Otras, sin embargo, piden el B2.
Pero quizá lo que supone mayor agravio es la forma de acreditar el nivel de inglés del alumno. "Para los programas de intercambio la tendencia es que sean las propias universidades las encargadas de evaluar el nivel lingüístico de sus estudiantes, aunque las fórmulas son muy heterogéneas: a veces se trata de entrevistas, en ocasiones se realizan pruebas internas de nivel no suficientemente contrastadas, en otros casos depende del coordinador del programa de intercambio", dice el informe. Lo mismo ocurre con la acreditación del nivel exigido para completar grados y másteres. Por ejemplo, se realizan pruebas internas, algunas de las cuales no incluyen examen oral, con lo que no se acreditaría realmente el nivel B1. Tampoco se asegura el nivel oral con otras fórmulas como haber cursado entre una y tres asignaturas en inglés o hacer todo o parte del trabajo de fin de grado en ese idioma.
También se suelen aceptar certificados oficiales como el de Cambridge, IELTS, TOEFL, Escuelas Oficiales de Idiomas, etcétera. Pero las equivalencias tampoco coinciden. Por ejemplo, para la Universidad Jaume I de Castellón el nivel B1 se acredita con una puntuación de 423 en el examen escrito TOEFL, a diferencia de las de Alicante o Granada (450); Málaga, Complutense, Vigo o Valladolid (457); Salamanca (480) o Miguel Hernández de Elche (550), siempre según el informe. Algo parecido ocurre con la correspondencia entre otros certificados.
Básicamente, lo que los autores piden es coherencia y poner en común toda disparidad para acabar con los posibles agravios y asegurar un buen nivel mínimo de idiomas para los universitarios españoles.
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