Tierra rica, gente pobre
En el Estado indio de Orissa, la bauxita lo impregna todo. Pero nadie se acuerda de ellos. Nada que ver con la atención que está recibiendo el derrame tóxico de Hungría
Los medioambientalistas y defensores de los derechos humanos en India han ganado una batalla que se antojaba imposible: el Gobierno central detuvo el proyecto de una mina de bauxita a explotar por la multinacional Vedanta, de dueño indio, pero con sede en Londres.
La voz de las tribus y de la naturaleza se escuchó, algo que no había sucedido antes, frente a los intereses de las grandes empresas en una India en pleno boom económico y sedienta de recursos naturales. El Ministerio de Medio Ambiente reconoció los derechos de la ancestral tribu de los dongria kondh, de unas 8.000 personas, sobre la montaña Niyamgiri, en el Estado oriental de Orissa. "Nuestra supervivencia y nuestro modo de vida depende de nuestra montaña", asegura, como todos los dongria, Telari Magi en su pequeña chabola en medio del bosque.
Población rural y tribus enteras se han visto desplazadas por la minería
Están felices porque al menos por ahora su montaña está a salvo. Sin embargo, los activistas apuntan que esto es solo una tregua. "Vivimos en montañas que están llenas de recursos y las compañías no se van a detener, no podemos bajar la guardia. Este camino está cerrado, pero buscarán otro", asegura Badal Kumar, un activista de la ONG Ankuran. La misma Vedanta ya ha advertido de que si no se le dan las reservas de Niyamgiri, se le deben dar otras.
Y es que no es solo Niyamgiri, sino toda una cordillera de puntiagudas y verdes montañas que se extienden por Orissa, que esconden un tercio de las reservas de bauxita de toda India. De este mineral se extrae la alúmina que luego es transformada en aluminio. Según las cifras de Vedanta, bajo este corredor hay unos 2.000 millones de toneladas. Hasta ahora, la gran mayoría de las 190 millones de toneladas explotadas han sido por la minera del Gobierno, Nalco, en el distrito de Koraput, que tiene el complejo más grande de producción de aluminio en toda Asia, con mina, refinería y fundición.
Orissa es uno de los Estados más intensamente minados en India, entre ellos la cromita, el grafito, el manganeso o el hierro. "Y como demuestran los hechos, la minería no ha significado ningún desarrollo, sino todo lo contrario, para la población local", apunta el director de la reconocida ONG Samata, Ravi. Orissa es el Estado indio con mayor proporción de gente pobre: el 46,4% de sus 36,7 millones de habitantes está bajo el umbral de la pobreza. Y uno de los que más población tribal tienen: el 22% comparado con el promedio nacional del 8%.
Los desplazamientos forzosos de población rural y tribal por todo tipo de proyectos, entre los que se incluyen las minas, ha producido un fuerte impacto en la agricultura y en la forma de ganarse la vida de los pobladores del Estado, presionando a la ya de por sí vulnerable población más al fondo de la pobreza.
En los alrededores de la mina de Nalco es muy fácil encontrar ejemplos de cómo la población local ha sido afectada por la explotación de sus recursos. El 83% de los habitantes de Koraput viven bajo el umbral de la pobreza.
"Cuando la empresa llegó [en 1981], yo tenía cinco años. Mi familia poseía alguna tierra de cultivo y nos desplazaron a la fuerza. Nos dieron como compensación una miseria, pero mi padre, al perder la forma de ganarse la vida, se bebió ese dinero en alcohol", cuenta Binod Choudhry. Ahora él trabaja llevando las piedras con bauxita de la mina a la cinta que las transporta a la refinería. Es un trabajo bastante pesado, cargando hasta 50 kilos en cada viaje de varios kilómetros, y gana solo 259 rupias (4,40 euros) diarias. Y tiene tres hijos que mantener.
Los desplazamientos forzados son un gran problema en Orissa. Aunque no hay cifras actualizadas, hasta el año 2000, unas 15.000 familias habían sido desalojadas por las minas, y muy pocas habían recibido alguna compensación. Es el caso de Nalco, donde 631 familias fueron desplazadas y solo algunas tuvieron el trabajo que se les prometió.
Con la empresa estatal llegaron las lacras sociales. Con los inmigrantes y transportistas que acudieron a trabajar a las minas también se empezaron a registrar violaciones de mujeres y mayores índices de sida, cuenta el activista Badal Kumar. "En una sociedad machista, las mujeres fueron las más afectadas: sus padres o sus esposos las mantienen más encerradas en sus casas", dice. Muchos de los hombres que se quedaron sin trabajo se dieron al alcoholismo y, por tanto, aumentó la violencia intrafamiliar.
En las poblaciones donde hay minas, también existe el peligro de que los niños terminen trabajando en este sector de alto riesgo. No es el caso de Nalco, porque es del Gobierno y se cuida de ello, pero según el censo de 2001, en Orissa había 2.257 menores de 14 años trabajando en las canteras. Los activistas aseguran que esta cifra está muy lejos de la realidad.
Por otra parte, la exportación de bauxita ha dañado también el medio ambiente de Koraput. "Mi abuelo me contó que esta era una zona rica en agua y que había muchos arroyos. Ahora tenemos muchos problemas, sobre todo en verano", cuenta Roy Chaudry, un estudiante de 19 años, junto al único arroyo que los habitantes aseguran que quedó y que está bastante turbio.
Así que parar la explotación de bauxita en Niyamgiri ha sido celebrado por muchos en India, que confían en que el Gobierno tiene intenciones genuinas en cuidar el medio ambiente, ya que también ha paralizado otros proyectos. Sin embargo, los detractores apuntan a que el Partido del Congreso, a cargo del Gobierno nacional, aplica doble moral y no protege tanto la naturaleza en los Estados donde no gobierna.
También puede ser que el Gobierno quiera dar una señal a las tribus de no unirse con la guerrilla maoísta, que es uno de los más serios problemas de seguridad de India y que en los últimos años se ha extendido rapidísimo: está presente ya en un tercio de los distritos del país. De hecho, en Nalco, los propios guardias dicen que tienen miedo por estar en una zona "acosada por los guerrilleros". Los maoístas se nutren precisamente de las tribus y marginados que se sienten abandonados por el Gobierno. Muchos pobladores de lugares con minas viven bajo fuego cruzado y estos lugares ricos en minerales son irónicamente donde reside la gente más pobre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.