Los invisibles de nuestro sistema de salud
Sabemos qué medico trata del corazón y cuál opera las manos pero desconocemos a quienes se ocupan de procurar que la salud del conjunto de la población sea mejor de año en año. Si los fallecimientos de una enfermedad se muestran caso a caso como por ejemplo se ha estado haciendo con la gripe pandémica A (H1N1), nos impresiona y a veces nos alarma, pero saber que cada día se mueren decenas de personas por contaminación en España o por exposición pasiva al tabaco nos pasa desapercibido, nos llama menos la atención. Lo paradójico, es que mucha tragedia y sufrimiento es evitable si se adoptan unas adecuadas políticas de salud pública en cuya aplicación trabajan los profesionales de salud pública. Su pericia nos debería importar y sin embargo son los invisibles de nuestro sistema de salud, tan invisibles o imperceptibles como esas muertes y enfermedades evitables.
La efectividad de una acción preventiva como la detección precoz de cáncer de mama, sólo puede juzgarse en poblaciones, es decir, viendo lo que ocurre con miles de mujeres, pues afortunadamente la mayoría de las mujeres que se hacen una mamografía nunca iban a padecer cáncer, de hecho unas 2.000 mujeres deben hacerse pruebas durante 10 años para evitar una muerte, y esta técnica también tiene algunos efectos adversos, por ello los profesionales de salud pública se afanan en evaluar estas acciones preventivas y perfeccionarlas para recomendarlas a aquellas poblaciones en las que los beneficios superan los perjuicios, pues eso es imposible de valorar en una sola persona. Esos mismos profesionales muestran como el exceso de contaminación atmosférica en las áreas metropolitanas de España causa miles de muertes al año (15 muertes al día, muchos más ingresos hospitalarios y ataques de asma) y además identifican qué políticas podrían evitar el desastre. También son esas las personas que evalúan y aseguran que los productos químicos que usamos no nos causan perjuicios y son los que vigilan la aparición de enfermedades contagiosas, como la gripe A, para establecer las medidas preventivas. Son esos mismos los que planifican la administración de vacunas a nuestros niños y consiguen que se alcancen coberturas muy altas y los que aplican intervenciones de promoción de salud para disminuir la frecuencia de obesidad en la población.
Los invisibles deben dominar complejas y diversas competencias y debería preocuparnos que las dominasen muy bien, ocurre que cuando nos ingresan por una enfermedad respiratoria ignoramos que la causa es la exposición pasiva al tabaco o que cuando enfermamos de cáncer es por un contaminante ambiental y que el trabajo acertado de los invisibles podría haberlo evitado. Hace ahora 20 años, cuando la formación en salud pública era escasa y dispersa, nació en el Lazareto del Puerto de Mahón la Escuela de Verano de Salud Pública, esa iniciativa contribuyó a que la formación y el interés por la salud pública en España fuese creciente y muchos creemos que su supervivencia va ligada al interés social por la salud pública que esperamos siga alto. Esta Escuela, que se ha forjado como un tejido de esfuerzos desinteresados y compartidos, reúne en Menorca a más de 500 personas cada año en un afán de innovar y mejorar la práctica de esos invisibles que trabajan a modo de médicos que cuidan toda la población. Ellos, nuestros salubristas no son aún del todo reconocidos y cuidados. Es difícil agradecer por sucesos no ocurridos, cuando el trabajo perseverante logra que una población mejore su salud, esta no lo sabrá; como todas las políticas cuyos resultados son tangibles a largo plazo, en ellas se demuestra la calidad de la fibra democrática de una sociedad. El Lazareto de Mahón y su Escuela de Salud Pública tras 20 años encarnan ese compromiso democrático y cívico, de trabajo compartido y perseverante por la mejora del bienestar de la sociedad.
Ildefonso Hernández Aguado es director general de Salud Pública y Sanidad Exterior del Ministerio de Sanidad y Política Social.
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