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La nueva (y reposada) modernidad según Saint Laurent

Anthony Vaccarello ha buceado en los archivos de los años sesenta, la década en la que Yves Saint Laurent cambió para siempre las reglas del vestir cotidiano, para dar respuesta a un presente en el que, como entonces, nada volverá a ser lo mismo.

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El pasado abril, cuando una acelerada industria de la moda se vio obligada a parar forzosamente, algunas voces se cuestionaron la idoneidad de los desfiles, del volumen de producción y del desajuste entre los calendarios de ventas y los de las semanas de la moda. Fue entonces cuando Saint Laurent decidió ser la primera en desmarcarse a través de un comunicado de prensa. «Ahora más que nunca Saint Laurent marcará su propio ritmo, legitimando el valor del tiempo y conectándose con las personas a nivel mundial», declaraba su director artístico, Anthony Vaccarello.

Hoy la firma parisina ha mostrado el primer capítulo de esa nueva etapa; un desfile en formato vídeo titulado muy oportunamente  ‘Wish you were here’ en el que las espectaculares dunas del desierto sustituían a la pasarela habitual. Saint Laurent ha cambiado los focos de Trocadero por el escenario introspectivo («una invitación al escapismo; un desierto, con su paisaje suave e infinito», dice el creador) y el efectismo ‘glam’ habitual en sus desfiles por una estética más reposada y centrada en la esencia, tanto de la marca a la que pertenece como al acto mismo y cotidiano de vestirse cada día. Porque la postura de Vaccarello no va únicamente de renegar del espectáculo, también de ofrecer una moda más consecuente, en la forma y en el fondo, con los tiempos que vivimos. «No quería nada sombrío o recargado. El desierto simboliza para mí el anhelo de serenidad; un ritmo más lento. Por eso la ropa también es más sueva y está despojada de artificios», señala el diseñador.

Así, si su anterior colección (una de las más celebradas durante aquellos desfiles a punto de confinarse que hoy nos parecen hasta antiguos) jugaba aquella contraposición entre el encorsetamiento burgués y la seualidad que tanto obsesionaba a Yves (y posteriormete a Tom Ford en su paso por la maison), esta vez Vaccarello ha querido rebuscar en las primeras etapas de la enseña, las de los años 60. Entonces, como ahora, el mundo estaba a punto de cambiar para siempre, rechazando supuestos y convencionalismos que llevaban décadas dandose por sentado. En aquel momento, Yves Saint Laurent quiso hacer para su presente: en 1965 revolucionó el sistema (y la sociedad) abriendo su primera tienda de prêt a porter y acercando la moda a otras generaciones y grupos sociales. Inventó el esmoquin femenino, sí, pero, como él siempre decía, su gran triunfo habría sido inventar los pantalones vaqueros. Esa obsesión por ofrecer un armario básico y actual lo convirtieron en un genio absolutamente transgresor. Y es esa misma obsesión por vestir al presente la que ha hecho que Vaccarello mire a esa etapa del pasado.

Comodidad y seguridad son quizá los dos mejores atributos que definen su colección. Están las nuevas versiones del esmoquin, de las blusas, las blazer estructuradas y los minivestidos marca de la casa, pero todo respira una pariencia más fluída, incluso austera, y son los detalles los que marcan la diferencia, de los sutiles acabados con plumas a los matices del escote o las imponentes joyas de la artista Claude Lalanne, recientemente fallecida, cuyas imponentes piezas, cedidas por la familia para la ocasión, ejercen de contrapunto en una colección donde, por supuesto, predomina el negro. Yves Saint Laurent inventó de algún modo los códigos del armario de la mujer moderna; hoy Antony Vacarello, medio siglo después, los reactualiza para vaticinar una nueva modernidad, en la que el minimalismo, la sutileza y el criterio pesan más que cualquier tendencia pasajera.

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