‘Mindfulness’, la última herramienta llamada a salvar nuestra vida sexual
Promete combatir la falta de deseo, la anorgasmia o la disfunción eréctil a través de la meditación y replanteando por completo la forma en que concebimos las relaciones sexuales.
Las relaciones sexuales están en horas bajas. A juzgar por multitud de estudios recientes, entre los que destaca la publicación oficial que lanzan cada año desde la Academia Internacional de Investigación sobre Sexo, las nuevas generaciones quieren hacerlo menos, la frecuencia con la que se hace con la pareja también disminuye (un 40% menos que hace 20 años) y hay incluso quien le ha puesto fecha de caducidad al sexo dentro de las relaciones sentimentales. Según David Spiegelhalter, experto en estadística de la Universidad de Cambridge, en 2030 tenerlo será la excepción. Entre las justificaciones a esta realidad, un ritmo de vida cada vez más ajetreado en el que el trabajo toma el protagonismo y, en consecuencia, lo hace también el estrés, la hiperconectividad apoderándose de los ratos libres que antes propiciaban un momento de intimidad y la exigencia de que en el sexo hay que cumplir objetivos (solo si hay orgasmo la experiencia se considera plena). En este clima, en el que como señala la médica de familia y sexóloga Elena Requena, “cada vez más mujeres y hombres se preocupan por cómo se va desarrollando su vida erótica o cómo se va deteriorando esta -muchas veces con gran pudor y aún bajo el tabú que supone hablar de ello en según qué círculos-”, el mindfulness se presenta candidato y ofrece solución.
Esta técnica de meditación, en apogeo junto a la creciente preocupación (e industrialización) por un estilo de vida saludable, no es nueva en realidad. Es de origen budista y ya hace décadas que “se utiliza en sanidad para el tratamiento de enfermedades, tanto psicológicas (depresión, ansiedad, bulimia, adicciones) como físicas (dolor y todas las enfermedades en las que el estrés juegue algún papel, como hipertensión, cáncer…). Y también en educación y trabajo, aumentando la atención, concentración, productividad y disminuyendo el estrés”, explica el Doctor en Psiquiatría y divulgador científico Javier García Campayo a S Moda. La práctica consiste en poner atención en la respiración, en la sensación corporal, observando cuándo la mente empieza a divagar y tratando de reconducir la atención a las sensaciones. “Se practica sentado y, si se hace a diario y durante unos 10 minutos al día, la persona va entrando cada vez más en ese en ese estado de atención plena, centrado en lo que ocurre y disfrutando de ello”, apunta el doctor. Sin olvidar que debe iniciarse con ayuda profesional porque, de hacerse mal, puede tener efectos adversos.
Aplicado al sexo cobra sentido porque, como dice la sexóloga Elena Requena, en las relaciones sexuales el “estar aquí y ahora es un requisito indispensable y el mindfulness nos ayuda a practicar y desarrollar esa atención plena que debería invadir todas las esferas de nuestra vida”. El exceso de información y estímulos rondando nuestras cabezas y los trastornos por ansiedad y estrés se traducen corporalmente por “bajo deseo, anorgasmia (ausencia de orgasmo), trastornos de excitación o dolor con la penetración (dispaurenia) en el caso del sexo femenino y problemas de erección, eyaculación y, cada vez más, también de deseo en el masculino”, señala. Generando relaciones no satisfactorias o que no cumplen la expectativa que se tenía.
Dar placer al otro, tener que tener un orgasmo, durar lo máximo posible, el juicio a nuestro propio cuerpo y a la situación vista desde fuera o el análisis de por qué la persona con la que mantengo la relación sexual actúa de una u otra forma, pertenecen a lo que la investigadora Diana Richardson denominaba en su charla TEDx The Power of Mindful Sex el pasado mes de abril como “mindfilled sex (sexo con la cabeza llena)», nuestro “estilo instaurado de tenerlo”. Y planteaba la pregunta: “¿Y si utilizamos la cabeza pero para estar presentes, con conciencia del cuerpo y no perdidos en nuestros pensamientos? La atención, como en meditación, dirigida hacia dentro del cuerpo. Y el cuerpo entero en uso como un órgano sensitivo”.
“Una de las herramientas clave para conseguirlo es, precisamente, sentir”, subraya la sexóloga Requena. “Ser consciente de los momentos de inatención es el primer paso para intentar combatirlos. Pero el siguiente, para tratar de estar presente, es sentir el tacto de nuestra pareja, su olor, esa presencia. Concentrarnos en esos aspectos es uno de los mejores métodos para permanecer en ese lugar y en ese momento”. Como señala también el psicólogo Luis Antón Casaos, de la clínica IPSIA, “centrar la atención en el ‘placereado’ previene la anticipación de la amenaza que puede suponer para algunas personas el sexo”. Y propone, para casos de disfunción, eyaculación precoz o dispaurenia, “centrarse en el juego, en el placer, quitando los aspectos que suponen amenaza, como podría ser la penetración”.
Javier García Campayo asegura que “existen varios estudios publicados que demuestran que la gente que practica mindfulness, en comparación con las personas que no lo hacen, tienen relaciones sexuales más satisfactorias en general y con un nivel de disfrute mayor”. Y que, secundariamente, “padecen menos algunos de los problemas ya mencionados como impotencia, disminución del deseo sexual, anorgasmia o eyaculación precoz”. Para Diana Richardson, en su propia experiencia, además de estas mejoras, esa conciencia plena en las relaciones sexuales “reporta mayor vinculación amorosa con la pareja (en caso de relación sentimental) y más nivel de intimidad con cualquier persona, independientemente de cual sea su orientación sexual o su identidad de género”.
La médica y sexóloga Elena Requena añade que aplicar el mindfulness al sexo puede “ayudarnos a construir una erótica más plena, más consciente y mucho más empática”. Y una vida erótica plena puede, en consecuencia, “hacernos sentir mejor, con nosotros mismos y con el otro. Además de favorecer mejoras en nuestra autoestima, nuestro humor y ayudar a combatir el estrés y la ansiedad. A nivel físico, muchos estudios nos hablan también de sus beneficios para nuestra salud cardiovascular o incluso en la salud de nuestra piel”.
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