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Los falsos influencers de Instagram: suplantan perfiles para obtener productos gratis

Los estafadores persiguen hacerse con los productos gratis que las marcas envían a ‘instagramers’. La publicidad prometida a cambio nunca llega.

De izquierda a derecha: imágenes de @michellephan, @glossier y @alyssainthecity
De izquierda a derecha: imágenes de @michellephan, @glossier y @alyssainthecityInstagram.com

Deslizar el dedo por la pantalla y topar con una publicación en la que un influencer con miles de seguidores alaba las bondades de un producto. Acceder a sus stories y tragarse una sucesión interminable de unboxing en los que desembala cuidadosamente las últimas novedades de cosmética o prendas que le han enviado a casa, consiguiendo despertar los instintos consumistas de quien observa al otro lado. La fórmula no pilla por sorpresa. Con mayor o menor tolerancia, el modelo de negocio está interiorizado: las marcas mandan los productos gratis y el instagramer en cuestión los publicita a cambio de dinero o bajo la premisa de quedárselos. Esta última ambición es la que ha dado pie a una nueva forma de estafa que pone en alerta tanto a las estrellas digitales como a las empresas que han depositado sus esperanzas e inversiones en el influencer marketing.

Personas que contactan a las firmas haciéndose pasar por los influencers o sus representantes con e-mails falsos. Lo hacen usando direcciones casi clónicas de las originales de esos mismos influencers y creando páginas web para las que roban sus imágenes y a las que adjuntan datos de contacto que confunden al interlocutor, consiguiendo que el producto les llegue a ellos y sin cumplir la expectativa de la marca de verse anunciada en el perfil real.

La denuncia pública que alertaba sobre esta nueva oleada llegaba, según explica Taylor Lorenz en un artículo en The New York Times, a través de la influencer de moda y belleza Jeanne Grey (@TheGreyLayers, 451.000 seguidores). Grey exponía en julio a través de un story cómo ella misma ha sido víctima de esta suplantación de identidad: “Se nos ha hecho saber a mí a mi equipo que hay alguien que está usando mi imagen y mi identidad para contactar con marcas (…) He recibido múltiples correos electrónicos por parte de marcas con las que tengo buena relación y otras tantas nuevas que me interesan que han caído y han enviados sus productos gratis”, escribía.

Su caso no es el único. Ya en 2015 la bloguera británica Em Sheldon, detrás de EmTalks, contó en un post que había descubierto a través de dos tuits de diferentes marcas que alguien se estaba haciendo pasar por ella. Las firmas, de productos tan dispares como mermelada y cremas, aseguraban tener un envío en camino para ella “tal y como había solicitado”, lo que levantó sus sospechas para acabar descubriendo que alguien estaba rellenando formularios en su nombre en una web que conectaba a marcas y blogueros para enviarles muestras a cambio de publicidad. Pero tras el boom definitivo del negocio influencer y con esa tendencia a suplantar identidades latente en internet -el 23% de las personas presentes en redes sociales han sido víctimas de un uso indebido y sin permiso de sus imágenes, según una encuesta de My Voucher Codes en 2015-, este delito alcanza una nueva dimensión. Y empiezan a salir a la luz más historias de fraude cuyo fin es renovar armario, probar cosméticos o simular el tren de vida del último ídolo de Instagram.

Con el medio estadounidense han hablado las instagramers especializadas en estilo de vida Liraz Roxy (145.000 seguidores), Natalie Pinto (71.200) y la fotógrafa Kirsten Alana Larsson (212.000), todas víctimas de suplantación de identidad que explican cómo las propias marcas, ya en última instancia, han contactado con ellas para llamarles la atención con mensajes directos en sus perfiles de Instagram, preguntando cuándo sacarían sus productos. En el caso de Larsson, la suplantación de identidad fue un paso más allá, llegando la estafadora incluso a personificarse en su nombre en un hotel neoyorquino y en una estancia de Airbnb sin soltar un dólar.

En un modelo de negocio que evoluciona constantemente y a demanda de los acontecimientos, las marcas están llamadas a andarse con más cuidado a la hora de acceder a estos intercambios. No es tarea fácil en casos como el de la española Meliá, que el año pasado afirmaba recibir entre 60 y 70 correos electrónicos diarios en los que influencers o supuestos influencers les reclaman alojamiento gratis a cambio de visibilidad en sus perfiles. Gestión para la cual esta hotelera y otras marcas acaban delegando en empresas externas o desarrollando equipos específicos en sus plantillas que se encarguen de filtrar, ya hartas del abuso y descaro de ciertos usuarios.

En los casos estadounidenses afirman que la diferencia de jurisdicciones y la facilidad con la que se pueden registrar múltiples cuentas de correo electrónico complican el seguimiento a la hora de localizar a los impostores, en su mayoría chicas de entre 9 y 15 años, sin poder adquisitivo, afirma la publicista Miriana Rexrode. El caso más improbable que rescata Lorenz es el de la cuenta @TheSpicyCocktail, cuya autora habría posado con varios de los productos que nunca llegaron y nunca anunció la denunciante Jeanne Grey, como una blazer beige y un bolso de piel de la firma Lidia May, cuyas piezas rondan los 200 euros.

Un (nuevo) lastre para la credibilidad influencer

El negocio del influencer marketing tiene un tirón indiscutible, con 1.300 millones de dólares generados en 2018 según Statista y con previsión de doblar la cifra en 2020, pero el cuestionamiento sobre su credibilidad también está al alza. La compra de ‘me gusta’, comentarios y seguidores falsos ya han puesto alerta a las empresas, que habrían perdido en consecuencia un 15% de su inversión en este modelo publicitario el último año, apuntaba un estudio de la Universidad de Baltimore y la compañía de ciberseguridad Cheq publicado en Business of Fashion. La moda de las falsas colaboraciones, en la que los influencers etiquetan a las marcas como si se tratase de una colaboración pactada para llamar la atención de clientes potenciales o la saturación que el exceso publicitario causa en los usuarios, no plantean el mejor escenario para esos influencers y marcas víctimas de esta nueva forma de estafa. Un robo de identidad que daña la imagen de los primeros y los bolsillos de ambos.

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