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Nacho Aguayo: “A Tamara Falcó la quise desde el primer día sin conocerla de nada”

El director creativo de Pedro del Hierro celebra la séptima colección que lanza junto a Tamara Falcó

El director creativo de Pedro del Hierro, Nacho Aguayo.

Nacho Aguayo es un hombre discreto. Sentado en la mesa en el restaurante D Stage procura quitar importancia a su cumpleaños para dársela al motivo de esta reunión: la celebración del lanzamiento de TFP by Tamara Falcó, la séptima colección que lanza la marca de la que es diseñador creativo, Pedro del Hierro, junto a la socialité madrileña. Ella es expansiva, por eso los aplausos y el cumpleaños feliz suenan alto cuando el chef Diego Guerrero aparece con un postre y una vela.

Dos personalidades aparentemente opuestas que comenzaron a trabajar juntas en 2021 creando una cápsula que funciona. Al principio, lo que más preocupaba a Aguayo era la credibilidad. No quería una colaboración con un nombre porque sí, por publicidad, sino que creía que lo más importante era la legitimidad en moda, la solidez. “Tamara ha vivido toda su vida la moda y tiene mucha opinión; mi trabajo es intentar venderle lo que yo quiero que sea Tamara… pero luego ella, siempre muy educada, te dice que le espanta el naranja o que no le gusta nada el estampado que has elegido. Podemos compartir esa opinión o no, pero con los años hemos aprendido a escucharnos”.

Las colecciones de Tamara para Pedro del Hierro han ido virando del estilo más festivo a un armario versátil en el que las prendas se pueden combinar para el día o la noche. El único mandato es que cada prenda ha de ser especial “que un traje no sea básico: que tenga un tejido de estrellas. O si es más básico, un fajín. O un encaje con lentejuelas. El trench tiene la capa…”, explica Aguayo. El diseñador, que comenzó su andadura con Felipe Varela y con Carmen March, pero que también ha trabajado en Inditex, entiende que para pertenecer a la industria de la moda hay que mimar al detalle la calidad de la ropa (“soy supermaniático con la silueta: el hombro, la distancia entre botones, la solapa… todo”) pero también la parte comercial. En eso, ha recordado en alguna ocasión, el propio Pedro del Hierro fue un visionario. Por eso cuidan tanto no solo la colección, sino las campañas, las presentaciones, la comunicación. “Yo no hago todo lo que hay en la firma, pero soy la cabeza visible. Voy por la calle y hay gente que me llama Pedro. A mí me importa mucho lo que mi cara representa. Por eso digo: hay cosas que, si no vamos a hacer bien, mejor no hacerlas”.

Admite que en los principios pasaron nervios los dos antes de saber la opinión de la gente, la prensa, las ventas. “Hemos evolucionado mucho; hemos ganado confianza. Son muchas horas, muchas reuniones. Hacemos mucho trabajo previo para cuando viene ella. Dentro del equipo de Pedro del Hierro, los que hacemos Tamara somos una piña muy especial”. Esto, además, ayuda a la marca madre, que cumplió 50 años en 2024 y a la que aporta nuevas emociones y frescura. “Es una posibilidad de hacer algo nuevo. Es superenriquecedor”, dice el diseñador.

En este quid pro quo, en ocasiones Tamara se imbuye en el universo Pedro del Hierro, y en otras es al revés: “Guardo mucho cariño de un vestido a medida para una gala en la que entregó un premio a su madre: un modelo muy ceñido, con tafeta rosa, lazo, manga, joyas… Yo me metí en su locura rosa, metros y metros de tafeta italiana carísima… y fue divertidísimo”, explica Aguayo. Porque qué duda cabe que el universo Tamara es especial. Y eso también predispone al juicio prematuro, algo que Aguayo rechaza. Él mismo, de hecho, vivió épocas de parálisis por miedo al juicio ajeno. “Al presentar colecciones lo pasaba fatal. He tenido suerte con buenas opiniones y pocas críticas duras, y no sé cómo llevaría una mala crítica. La exposición es difícil”, dice. Por eso, quizás, cuando conoció a Tamara se acercó a ella sin ningún prejuicio: “Es curioso: tienes la sensación de que la conoces de toda la vida, aunque no la conozcas. Yo la quise desde el primer día sin conocerla de nada. Quiero que le vaya bien, porque su éxito es el del proyecto, y, por tanto, también el mío. Pero el nombre es el suyo. Eso lo aprendí siendo muchos años asistente de Carmen: el éxito de la persona a la que acompañas es tu éxito”.

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