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Los (nuevos) esclavos del algodón: trabajan en 18 países para grandes empresas textiles y muchos de ellos son niños

Una investigación reciente revela que en decenas de granjas en la India se practica la explotación infantil y el trabajo forzoso para recolectar algodón. Dicha investigación se suma a la de países como China, acusado de esclavizar a las minorías étnicas para proveer de esta materia prima a decenas de marcas

Trabajo algodon
Un campo de recolección de algodón en IndiaFARSHAD USYAN (AFP)

“Rami trabaja desde que tiene diez años. En el momento de esta entrevista, con 45, la pobreza y la enfermedad le han obligado a pedir dinero a su empleador, y a pagar su deuda en una granja de algodón de nueve acres conectada con Pratibha Syntex, uno de los principales proveedores de la India”. Así comienza el extenso reportaje publicado esta semana por la ONG Transparentem y del que se ha eco el medio especializado Business of Fashion. Entre junio de 2022 y marzo de 2023, varios miembros de la organización investigaron un total de 90 granjas de algodón en Madhya Pradesh, India, el segundo mayor productor de esta materia prima en el mundo. Después llevaron a cabo hasta 200 entrevistas entre trabajadores y propietarios de granjas. Los resultados van más allá de lo horrible: casi la mitad de las granjas se explotan con trabajo forzoso (es decir, con esclavos) y muchos de ellos son niños.

Toda la infraestructura de la mano de obra se cimienta en un sistema perverso: se les paga 200 rupias al día (unos 2,50 euros), así que para garantizar sus necesidades básicas muchos se endeudan con su jefe, que les ofrece un préstamo que resta a diario a esas 200 rupias. Acaban empleando a toda su familia, niños incluidos, para hacer frente al préstamo. Ni siquiera pueden trabajar en otra granja y están a merced de su dueño.

El informe de Transparentem ha encontrado relaciones sólidas de estas granjas con varias fábricas de algodón importantes. La mayoría de ellas, además, se enorgullecen de ser proveedores de algodón orgánico: Pratibha Syntex (el mayor abastecedor de algodón ecológico de la India), Remei Group y Maral Oversees, entre otras. La ONG ha alertado a las decenas de marcas que trabajan con ellos para hacer frente a la situación. Algunas, como Inditex o H&M ya han dejado de trabajar con ellos y se han unido a la Fair Labour Association (FLA), que ha iniciado una monitorización de las prácticas en las granjas de la región de Madhya Pradesh.

Este medio ha contactado con Inditex para arrojar luz sobre la situación: “Llevamos años colaborando con diversas organizaciones clave para mejorar las condiciones laborales en las granjas de algodón en India, independientemente de si forman parte de nuestra cadena de suministro. Un ejemplo destacado es nuestra alianza público-privada con la International Labour Organisation (OIT), firmada en 2017, para promover los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo en la agricultura del algodón en países como India o Pakistán”, explican desde la empresa gallega. “En línea con estos esfuerzos, estamos trabajando junto a más de 20 marcas, organizaciones sociales y proveedores locales para poner en marcha un plan de remediación conjunto en los campos de algodón en 32 aldeas del distrito indio de Madhya Pradesh con el objetivo de impulsar medidas de protección para los trabajadores y sus familias”, detallan sobre este gran estado de la India central.

Distintas organizaciones llevan mucho tiempo alertando del trabajo forzado relacionado con el algodón en la India. Como cuenta Business of Fashion, el Departamento de Estado estadounidense tiene el punto de mira en esta industria local desde hace años, pero además alerta de que cuando se trata de esclavitud, el algodón sigue siendo uno de los primeros mercados en promoverla. Los esclavos del algodón siguen ahí, solo han cambiado de lugar geográfico para que sus dueños se oculten de la opinión pública. Al revisar estos informes, se concluye que en cuestiones de explotación infantil, el café y la construcción son los primeros sectores implicados; en cuestiones de trabajo forzado la primera industria es la de la confección textil, la segunda la construcción y, en tercer lugar, la recolección de algodón.

Racismo y esclavitud en el ‘made in China’

India es el segundo mercado en producción de esta materia prima, el primero es China. Se estima que en la región de Xinjiang, al noroeste del país, se produce el 84% del algodón chino (que supone un 20% de todo el algodón del mundo). Hace dos años, Estados Unidos aprobó una ley que prohibía la importación de ciertos productos creados en la región. El motivo es que había evidencias de que ciertas comunidades minoritarias, como los uigur o los kazajos, son obligados a trabajar en campos de algodón como parte de programas de “formación” tras ser represaliados por el gobierno chino, que niega las acusaciones. Solo en el último año, las aduanas norteamericanas se incautaron de más de 30.000 productos de la zona, pero varias asociaciones consideran que dicha ley no es suficiente, en parte porque aún no se ha implementado en otros países (que continúan estudiándola) pero, sobre todo, porque a día de hoy es muy difícil rastrear lo que la industria llama el Tier 1, es decir, la recolección de materias primas previas al hilado del tejido. En marcas que manejan medios y grandes volúmenes, se suele comprar el tejido terminado, por lo que el sistema involucra a cientos de intermediarios que falsean una realidad también opacada por auditorías cuestionables.

Difícil, pero no imposible. Los expertos coinciden en que la solución pasa por que los implicados destinen parte de sus fondos a herramientas tecnológicas que puedan trazar de manera eficaz toda la cadena de suministro. Existen empresas capaces, por ejemplo, de detectar de dónde vienen las fibras de cada prenda o si se han usado materiales tóxicos para su crecimiento. “Piensa en las prendas de tu armario, o en tus utensilios de cocina. Uno de cada cinco de esos productos puede estar hecho con algodón de Xinjiang recolectado por esclavos. Es el elefante en la habitación, porque en la cadena de suministro hay demasiado algodón que viene de allí”, explicaba a Reuters el portavoz de una de estas empresas tecnológicas, Applied Dna Sciences. Sin ir más lejos, este mes se han paralizado los esfuerzos de Shein por cotizar en la Bolsa británica dado que sus portavoces no han podido responder de forma clara a la cuestión de si buena parte de sus proveedores de algodón están en esta región y utilizan mano de obra infantil y esclava.

Se estima que el 71% de la explotación infantil viene de la agricultura, sobre todo del algodón, cuya recolección implica a niños y trabajos forzados en más de 18 países. Estos datos de la International Labor Organization hicieron que en 2019 la Unión Europea comenzara a trabajar con la organización en la iniciativa Clear Cotton , destinada a combatir el trabajo infantil y el trabajo forzoso en la cadena de suministro de los textiles: recorren el mundo identificando zonas en las que se promueve la esclavitud y aportan soluciones para que las comunidades implicadas tengan acceso a oportunidades dignas. Por ahora operan en zonas en los que el cultivo de algodón es clave para su desarrollo (Mali, Perú, Turmekistán...) y, en los últimos tres años, han logrado, por ejemplo, que dos millones de menores dejen de trabajar en su recolección en Uzbekistán, un área en el punto de mira de las organizaciones internacionales desde hace más de una década.

Ni humano ni orgánico

Sin embargo, nada de esto es suficiente en una industria como la textil, en la que la opacidad sigue siendo parte integrante del sistema. La cadena de suministro está enterrada por infinitos intermediarios que falsean la realidad, una realidad que en ocasiones se obvia para mantener el bajo coste de la producción. A eso hay que sumarle el llamado greenwashing o ‘lavado de imagen verde’, que no solo está enfocado a hablar de sostenibilidad de forma parcial para ocultar datos mucho menos halagüeños; también sirve para priorizar la cuestión ambiental y así obviar la humana. No basta con que el algodón sea orgánico si lo recolectan niños, eso está claro, pero es que en demasiadas ocasiones ni siquiera el algodón orgánico es realmente orgánico y, de serlo, oculta ciertos hechos que no quieren revelarse.

En el informe de Transparentem se detalla cómo muchas de estas grandes empresas proveedoras en la India se jactan de que su algodón es ‘limpio’, cuando en realidad dicho informe presenta testimonios no solo del uso de pesticidas y otros productos tóxicos, también del daño a la salud que causan a los ‘esclavos’ que lo recogen, muchos de ellos niños.

Aunque quizá el caso reciente más flagrante en este sentido sea el de la empresa suiza Better Cotton, la más importante a nivel mundial a la hora de certificar algodón ético, que el verano pasado quedaba en entredicho tras una investigación de la ONG británica Earthsight en la que se la vinculaba con “la deforestación, el acaparamiento de tierras y la violencia contra las comunidades” en la región de El Cerrado en Brasil. Se identificaron 816.000 toneladas de algodón que no cumplían con los requisitos de la acreditación y que acabaron transformadas en casi 250 millones de prendas terminadas a través de ocho empresas asiáticas que confeccionan para las grandes cadenas globales. “Las prendas de Inditex incorporan únicamente algodón validado por certificadores externos y nos hemos comprometido a que, para 2030, solo utilicemos algodón con menor impacto, ya sea orgánico, de cultivo regenerativo, reciclado o de nueva generación”, explican desde la compañía, que el pasado año se desvinculó de Better Cotton y emitió una carta a la empresa exigiendo explicaciones. “Promovemos que nuestros proveedores prioricen el uso de algodón procedente de productores que Inditex ha seleccionado en función de su cumplimiento social y medioambiental, certificados por terceros independientes y con trazabilidad completa”, añaden.

“Ha quedado muy claro que los delitos relacionados con los productos que consumimos deben abordarse mediante la regulación, no mediante decisiones de los consumidores. Eso significa que los legisladores de los países consumidores deberían implementar leyes estrictas”, explicaba en dicho informe Sam Lawson, director de Earthsight. A falta de legislaciones, a día de hoy sigue siendo muy difícil saber cómo y en qué condiciones está hecha una prenda, ni siquiera si es orgánica, incluso, como en el caso de Better Cotton, aunque lo certifique su etiqueta. En este contexto, el único criterio para detectar sombras e ilegalidades en la cadena de suministro es, para el consumidor, echar mano de la lógica, es decir, mirar el precio; ninguna prenda muy barata es una prenda justa.

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