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«Mi ex ha reaparecido en la crisis del coronavirus»: por qué vuelve tu pasado y qué hacer si te genera ansiedad

En tiempos de incertidumbre y aislamiento social, los contactos con personas con las que se había perdido el trato se multiplican a través de la tecnología. No todos son los deseados y pueden reabrir traumas experimentados.

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«Ha sido como el hundimiento del Titanic, pero de repente todos han salido a flote». Durante el primer fin de semana de confinamiento por el Coronavirus a Julia no solo le han escrito amigos y familiares, con los que se ha conectado por múltiples plataformas conocidas y recién llegadas a nuestras vidas como el inesperado afán por las videoconferencias a través de House Party, los cromas de Zoom o Jitsi. Varias conversaciones de WhatsApp que daba por olvidadas, arrinconadas desde hace meses en la zona baja del listado de charlas de la app, volvieron a primera línea de su teléfono: ahí estaban dos de sus ex parejas y algunos encuentros de Tinder, personas con las que llevaba bastante tiempo sin comunicarse, preocupándose por ella y por su estado de ánimo frente al estado de alarma por el Coronavirus. «Me ha parecido bonito que se interesaran por saber cómo estaba, ha sacado lo más humano de los encuentros de sexo», confirma esta responsable de una galería de arte de Barcelona, esperanzada frente a este curioso rebrote de comunicación experimentado en este estado excepcional en el que nos encontramos.

Matías, periodista argentino residente en España, también se encontró con alguien del pasado en su teléfono. «Me escribió una noviecita del colegio para preguntarme cómo estaba todo por aquí. Nuestra relación era solamente de darnos like en Instragram. La conversación fueron tres mensajes. Nada nostálgicos, muy sanitarios», aclara. A Candela,  fumadora empedernida desde la adolescencia, un amigo de la infancia que lleva años sin ver le escribió únicamente para preguntarle «si ya estaba bien aprovisionada de tabaco». Leticia ha visto como su grupo de amigas del colegio volvía a encontrarse en un nuevo grupo de WhatsApp.

Las comunicaciones inesperadas por redes sociales desde nuestros teléfonos se han multiplicado en la última semana. La incertidumbre e invasión de cierto nihilismo anímico, la reclusión física a la que nos hemos visto sometidos, también ha provocado que ciertas personas y grupos con los que habíamos perdido el contacto reaparezcan en nuestra vida. Amigos de la infancia, ex parejas, personas de otros países que conocimos de vacaciones y que se preocupan al ver las noticias. La psicóloga Jara Pérez, que pasa consulta virtual a través de Therapy Web, ofrece respuestas a por qué se produce este fenómeno del reencuentro digital en tiempos de reclusión personal. «Estos encierros suponen estar con uno mismo y eso a veces se convierte en insoportable. Nos aburrimos como monas y buscamos estimulación, cosas que nos distraigan. Acercarse a uno mismo, a lo que sentimos, a las inseguridades, a quiénes somos si nos quitan nuestra rutina, es duro. Enzarzarse con algo del pasado es una distracción si lo que buscamos inconscientemente es intensidad emocional que nos aleje de la realidad«.

Para Pérez este tipo de comunicaciones, especialmente la de ex parejas que retoman el contacto de forma insistente, tienen un sentido: «Ante el abismo del qué va a pasar preferimos lo malo conocido. Por malo, me refiero a relaciones que quizá están muertas pero que nos da vidilla fantasear con si puede ocurrir algo de nuevo. Un drama quita otro drama».

No todas las comunicaciones dejan buen sabor de boca. Están aquellos que han convertido su confinamiento en un marcador de clase y privilegio frente al resto. El alud de imágenes idílicas en grupos donde algunos usuarios exhiben su retiro desde casas en la montaña o villas con piscina a personas que están confinadas en sus pisos ofrece una especie de visión romántica de la reclusión. Una estampa que puede chocar con la estabilidad emocional del resto de integrantes de la conversación digital. Fotografías que se pueden compartir de buena fe, pero que contrastan con la situación de otros confinados y pueden generar ansiedad en aquellos que no disfrutan de las mismas condiciones. Es lo que le ha pasado a Lucía, recluida con su pareja en su piso de Barcelona con sus dos hijos. «A una pareja de amigos con los que nos llevamos estupendamente les he pedido que dejen de mandarnos vídeos de sus hijos jugando en la nieve en su casa de la sierra. No he querido parecer borde, pero me afecta teniendo en cuenta mi situación», explica.

Para la psicóloga Laura Esquinas, conductora junto a Alicia Álvarez del podcast sobe salud mental Issues en Radio Primavera Sound, respecto a estos grupos lo mejor es plantearse si tiene sentido seguir en la conversación. «Cuando alguien en un grupo no tiene en cuenta los marcadores de clase puede deberse a la falta de conciencia o a falta de sensibilidad. Si es por esto último, contestar puede suponernos una perdida de energía si nuestro objetivo es que cambie o rectifique. Si simplemente queremos informar, adelante. Una buena opción, en estos casos, es abandonar aquellos grupos con los que no compartimos valores y nos suponen malestar».

También están los que reciben mensajes con segundas. «Me ha escrito mi ex para decirme que si estamos bien. Y ya, de paso, contar que él estuvo en China en noviembre y en enero, en Italia. Creo que más que saber cómo estamos quiere hacerse el héroe americano: ‘Mira, estáis mal, pero yo peor», cuenta Mario. A Laura le llegó directamente una foto de un ex compañero de universidad en una playa desierta. «Ni le contesté, espero que se haya equivocado porque no le encontré ningún sentido a estas alturas».

¿Cómo se lidia con aquellas personas que nos alteran o generan más ansiedad? Pérez lo tiene claro: Marcar límites sin concesiones, especialmente con personas que en el pasado nos generaron un trauma. «Yo aconsejo que hagamos balance y que si esa persona nos supone un problema bloqueemos toda posibilidad de contacto. Puede ser muy tentador entrar en este tipo de historias por regularnos emocionalmente ante tanta incertidumbre, agarrándonos a lo malo conocido, pero sin duda, podemos encontrar formas mejores de regularnos que metiéndonos en líos que nos van a dejar más debilitados cuando todo esto pase. Es importante que pensemos que esto va a pasar y vamos a tener que lidiar con las consecuencias de todo lo que hemos estado viviendo estos días».

Ese bloqueo o poner límites no siempre tiene que ser de forma brusca o agresiva, como apunta la responsable de Therapy Web: «Está bien encontrar formas de limitar que vayan con nosotros, hay gente que prefiere bloquear, hay personas que prefieren no contestar, otras que prefieren poner excusas… Al final, todas son poner límites».

Para la psicóloga Laura Esquinas existen tres tipos de respuesta, pero antes de nada recomienda «pensar si queremos responder a esa persona o preferimos no hacerlo, por el motivo que sea».

Según Esquinas, si optamos por hacerlo de forma amigable, una opción sería: «Gracias por acordarte de mí en estos momentos, pero te agradecería que siguiéramos manteniendo la distancia como hasta ahora, un abrazo».

Si optamos por ser más directos, la psicoterapeuta aconseja contestar con un escueto: «No quiero mantener contacto, espero que lo respetes».

Si optamos, por directamente, por no contestar, Esquinas apuesta o por «obviar sus mensajes, intentar vivirlos como cuando vemos algo de publicidad y no nos gusta pero no nos queda otra» o, sencillamente, «bloquear si no podemos o no queremos sostener el malestar que crea su contacto».

(*Los protagonistas de historias personales de este reportaje han preferido aparecer con sobrenombre)

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