Luna Pamies, la nueva estrella a la que descubrieron en un botellón de pueblo
Luna Pamies, 18 años, de Orihuela, es la protagonista de ‘El agua’, ópera prima de Elena López Riera. Tras un triunfal estreno en Cannes, es la sorpresa del año.
La cronografía de riadas en la cuenca del río Segura arranca en el siglo XIII y llega hasta la actualidad. El miedo a las inundaciones es tan real y latente en la Vega Baja alicantina que llevan vidas enteras buscándole otras explicaciones. Una directora nacida en la zona, Elena López Riera, se agarró a una de esas leyendas para hacer un retrato con mucho realismo mágico del lugar. “El agua viene porque el río se enamora y si se enamora de ti, se te mete y te lleva”. Esa es la leyenda oral que su abuela le contaba a la cineasta y que ella ha transformado ahora en su ópera prima, El agua (estreno en cines el 4 de noviembre), en una historia de paso a la madurez y de herencia familiar entre mujeres.
López Riera venía del documental y ha filmado su primera película en su pueblo. La cineasta se rodeó de familia y amigas en el equipo técnico y buscó a actores no profesionales para la mayoría de los personajes, salvo la madre y abuela que interpretan, respectivamente, Bárbara Lennie y Nieve de Medina. Lo más difícil era encontrar a la protagonista, Ana, esa joven que sueña con salir de su pueblo porque se ahoga, por el río o por todo lo demás. López Riera recibió 14.000 correos electrónicos de aspirantes, vio a unas 3.000 en persona. “Tardamos un año y medio en encontrarla, utilizamos todas las técnicas: ir por la calle, a tiendas, a botellones, a peluquerías, escuelas de baile… hicimos un censo, más que un casting”, sonreía mientras lo recordaba en el pasado Festival de Cannes, donde se estrenó la película mundialmente, y entre aplausos. Pasaron meses, pero en realidad la había encontrado la primera semana de búsqueda. “Conocí a Elena en un botellón, en las fiestas de mi pueblo, en San Bartolomé [pedanía de Orihuela], me dijo que estaba haciendo una película y yo le di mi número”, recuerda Luna Pamies, pero la joven, que entonces solo tenía 15 años, estudiaba en el instituto y jamás había pensado en cine, interpretación o algo artístico, dijo: “Qué película ni qué película, tenía mucho miedo, no me lo creía, y no me presenté al casting”, se ríe ahora. Pasaron semanas hasta que se volvieron a encontrar por casualidad en un hotel de Orihuela y Elena le insistió; Luna de nuevo dudó, pero superó el miedo “llorando mucho” y con el empuje de su familia se lanzó.
Los ensayos se alargaron más de un año. Mientras Luna terminaba la ESO y estudiaba un módulo de peluquería y estética, todas las tardes ensayaba, “en un huertito” al lado de su casa con Elena y otros compañeros de reparto, todos nuevos en el cine. Cuando llegó el día de conocer a Bárbara Lennie en Madrid… “Tengo una anécdota muy buena: estuve vomitando en la Gran Vía de los nervios que tenía porque ella es muy reconocida, la acababa de ver en El desorden que dejas, se ríe. ¿Y el primer día de rodaje? Hasta que no vio la cámara delante de ella no se creyó todo lo que la estaba pasando. “Y lloré mucho”, recuerda. Según rememora los tres últimos años de su vida, desde aquel botellón a Cannes y ahora preparándose para el estreno nacional en el Festival de San Sebastián, aparecen muchas lágrimas, siempre contadas entre risas y con esa voz grave que se apodera del filme. Eso era lo que buscaba la directora: fortaleza y vulnerabilidad saliendo a borbotones. “Yo creo que Elena me eligió porque el personaje tiene mucho que ver conmigo, aunque hay muchas cosas que no. Ana tiene mis mismas ganas de salir del pueblo. Un punto rebelde. Y también en el tema del amor que está primero ella. Pero se toma las cosas muy a lo suyo, se lo guarda mucho y yo no soy así”, explica la joven actriz.
Hizo el casting con 15 años, rodó la película con 17 y ahora, recién cumplidos los 18, empieza la promoción. “Todo cosas nuevas, todo el rato muchos nervios, pero no pienso en la fama, ni en lo que puedan pensar de mí, yo lo quiero intentar y ya está”, dice convencida. Este verano ha trabajado limpiando las playas, “mejor que en los bares”, dice. De momento sigue en San Bartolomé, viviendo con su madre y sus hermanas pequeñas, Isabella y Ángela, cuyos nombres lleva tatuados en el escote, visibles, y la directora adoptó para bautizar a la madre y abuela del personaje. Luna tiene unos 15 tatuajes más, el último es una mariposa en el abdomen, el penúltimo se lee en su antebrazo: “El Agua”. Se lo hizo con sus compañeras de reparto, “ahora hermanas”. Lee mucha poesía, pero admite no saber nada de cine, series o moda, aunque la intuición y las ganas le sobran para aprender.
“De Cannes a aquí me he dedicado a organizar mi vida, tener un poco de estabilidad, alejarme de las malas compañías —se ríe— para en un futuro cercano irme a vivir a Madrid o Alicante”, cuenta. En el futuro inmediato, ya le esperan varios castings y quiere formarse, ir cogiendo pequeños papeles. Poco a poco. No tiene prisa por llegar a algo que jamás se había cruzado por su mente.
Estilismo: Paula Delgado
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