Lorenzo Caprile, en el jardín de las musas canallas
Una nueva generación de admiradoras de Lorenzo Caprile demuestra que sus elegantes siluetas también pueden estar cargadas de provocación. Ellas se han convertido en su nueva inspiración.
Tengo una fantasía: un reality en el que se hagan catas a ciegas, pero en lugar de con vinos, con vestidos sin etiquetas. Los tendrían que evaluar estos nuevos especialistas de moda que deciden qué es actual y qué está anticuado. A ver si entonces tienen tan claro lo que es moderno», dice Caprile mientras enciende un cigarrillo tras otro. «Si yo firmara esos vestidos camiseros con lazada al cuello que tanto gustan a esas y esos críticos, ellos mismos se me tirarían encima por rancio. Pero claro, como los hacen veinteañeros de culos prietos les parece lo último», comenta tajante.
Tampoco comprende las nuevas generaciones de creadores que están abriendo talleres de fiesta y nupciales. «Deberían seguir el ejemplo de María ke Fisherman. Me fascinan. Ellos sí crean cosas nuevas, con lenguaje y herramientas que corresponden a este tiempo».
María combina su vestido de Caprile con zapatillas azules y metalizadas de Ash.
Gorka Postigo
Suena su móvil –que no es táctil, «porque todas esas aplicaciones me parecen adictivas»– y verifica algún pedido de novias y el estado del vestuario de la obra de teatro Pluto, dirigida por Magüi Mira y protagonizada por Javier Gurruchaga, que se estrena el 30 de julio en el Festival de Teatro Clásico de Mérida con su firma. «Son más de 20 trajes muy coloristas. Porque la leyenda de la Antigua Grecia y sus túnicas blancas es mentira. Solo hay que ver las pinturas de esa época». Este trabajo lo está realizando con la Sastrería Cornejo. «En mi taller –un piso en el madrileño barrio de Salamanca– estamos en plena temporada de bodas».
Creó su empresa hace 21 años y tiene contratadas a 11 personas. «Aunque en esta época llegamos a duplicar equipo». Su prestigio ha hecho que no padezca la crisis. «Se me conoce por el vestido de gran novia –en el que empleamos más de 300 horas por modelo–. Es el que me gusta hacer. Creo que para ir de romana o con un camisón tienes toda la vida. ¿Que por eso soy clásico? Nunca he pretendido ser la más moderna de la pandilla». El resultado se puede ver en novias como Adriana Abascal, Macarena Gómez o Carolina Bang en su reciente boda con Álex de la Iglesia.
Ondina, cantante.
Gorka Postigo
También viste a la aristocracia nacional. Si se le pregunta si le habría gustado ser el diseñador de cabecera de la reina, dice: «Le hice un ajuar de vestidos de noche para sus primeros años de matrimonio. Fue un orgullo», y cierra el tema.
Con su ágil discurso corta un duro patrón de su oficio, que le apasiona y le parece de los más serios, pero también «lleno de mezquindad» por cómo ha olvidado a grandes figuras. «No se valora lo que hiciste anteriormente, siempre tienes que estar como el primer día. Y no se perdona un error. Un ejemplo fue lo que le ocurrió a Galliano».
También recalca la «cursilería y poesía costurera» de quienes consideran que esta profesión es un arte: «No lo es. El arte se mueve con valores eternos, como muestra están el Partenón o la Catedral de Burgos. La moda lo hace en lo efímero. Lo que te gusta hoy, mañana no, pero dentro de 10 años te enloquece». Y da su opinión sobre aquellos que dicen tener en España un taller de alta costura. «Solo hay cinco o seis en el mundo. Aquí hacemos una confección a medida, cuidada, artesanal y lo más exclusiva posible. Alta costura son palabras mayores. Si no nos respetamos con nuestro vocabulario, vamos mal».
Susi Hache, estilista y dj
Gorka Postigo
MARÍA PEDRAZA, BAILARINA
«Fuera de España se ve lógico que te fascine Oscar de la Renta y Alexander Wang. Aquí parece una contradicción que te guste David Delfín y Caprile», dice la bailarina que prepara su salto a París. «He recibido una invitación del ballet de la Ópera para hacer una audición. Pero no dejaré mi otra pasión, la moda. Adoro posar [lo ha hecho para Maria ke Fisherman, Bow Handmade o Abrahamsson]».
ONDINA, CANTANTE
Llega de ultimar su segundo disco Aquí y ahora, que ha grabado tras recaudar 12.000 euros mediante crowdfunding. Su condición sexual la ha convertido en un icono lésbico, pero también cuenta entre sus seguidores con Nacho Cano o la coreógrafa Blanca Li, con quienes trabajó en los musicales A y Enamorados anónimos. «Creo que soy tan suave y femenina que huyo de esta imagen. Cuando me veo así, con un vestido que descubre mis curvas, empiezo una pelea interna. Verme tan guapa me parece extraño».
María Pedraza prefiere las botas de & Other Stories en lugar de unos tacones para llevar este diseño.
Gorka Postigo
SUSI HACHE, ESTILISTA Y DJ
Se sube la cremallera y presume de escote tatuado. «Hay quien confunde vestirse para un evento con disfrazarse para un carnaval. Si te maquillas y peinas de una forma cursi y te pones un modelazo así con pudor, no solo le estás haciendo un flaco favor al vestido, también te lo haces a ti misma», nos cuenta Susi Hache, con la experiencia que le da formar parte de Salón 44 (premio Fígaro 2012), la peluquería madrileña donde cambian de imagen Elena Anaya, Goya Toledo, Eva Hache o todo el clan Bosé.
MARÍA FORQUÉ, ACTRIZ E ILUSTRADORA
«Quiero trabajar como heroína de acción o bomba sexual», confiesa entre risas. Este año estrenó The Leftlovers, dirigida por su padre Manuel Iborra. Gracias a él conoció al modista en el rodaje de La dama boba (2006), para la que hizo el vestuario. «Tenía 15 años e interpretaba a una cortesana. Me acababan de salir las tetas y me puso un corsé que me las resaltaba. Desde entonces, lo adoro».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.