La tentación de oficina: por qué en el trabajo nos fijamos en gente que fuera no nos parecería atractiva
Hablamos de aquellas personas que fuera de nuestro universo laboral jamás llamarían nuestra atención, pero que entre reuniones, pausas para un café y entregas de informes, multiplican su atractivo. Expertos nos explican las razones por las que en un entorno, muchas veces rutinario y aburrido, tendemos a fijarnos en estímulos que en otros contextos pasarían totalmente inadvertidos.
Es complicado escuchar la frase “en un entorno delimitado, todo se magnifica” sin pensar inmediatamente en ‘Gran Hermano’, pues esas palabras eran constantemente empleadas por sus participantes para explicar cómo personas que fuera del reality jamás se habrían siquiera mirado no sólo se enamoraban, sino que lo hacían con una fuerza desorbitada. Cualquier ecosistema social autónomo tiene la capacidad de cambiar la percepción de atractivo que sentimos, y por eso cuando Danielle Cohen habló en The Cut acerca del denominado 10 de oficina, comprendimos al instante de qué se trataba el fenómeno. Cohen se refiere a aquellos compañeros de trabajo que fuera de la oficina jamás llamarían nuestra atención, pero que entre reuniones, pausas para un café y entregas de informes, multiplican su atractivo. En un entorno gris cualquier cosa brilla.
Una encuesta reciente de We-Vibe revela que el 75% de los trabajadores encuestados ha tenido algún tipo de interés o relación (ya sea un coqueteo o incluso un romance) con un compañero de trabajo. ¿Por qué hay personas en las que jamás nos fijaríamos y en las cuales, en un entorno laboral, nos fijamos? “Se trata de una cuestión de focalización: en un entorno muchas veces rutinario y aburrido, tendemos a fijarnos en estímulos que en otros entornos pasarían inadvertidos. Es lo mismo que sucede cuando estamos en un aeropuerto o en una estación de tren y prestamos atención e incluso nos inventamos historias con los pasajeros con los que compartimos espacio”, asegura a S Moda el Dr. Xavier Fàbregas Pedrell, Director médico del Centro de Terapia personal Mas Ferriol.
Carmen Raya, periodista, comparte con nosotros su experiencia. “El momento más apasionante de empezar cualquier trabajo es, para mí, fijarme en ese hombre al que fuera de la oficina no le hubieses dado ni los buenos días. El problema es que en una ocasión, cometí el error de hacer que la fantasía se materializara y descubrí que todo se tenía que haber quedado en mi cabeza…”, asegura.
Un encanto con toque de queda
Ana Lombardía, experta en relaciones de We-Vibe, secunda sus palabras al asegurar que el trabajo de oficina puede ser, en ocasiones, monótono y rutinario, por lo que tener una fantasía que nos “anime” y distraiga durante la jornada laboral puede hacer más llevadero el día a día. “Las fantasías son en sí mismas idealizaciones que resultan muy gratificantes, y podemos dejarnos llevar por su atractivo y perdernos en ellas. Además, cuando no conocemos a alguien demasiado, las lagunas de información o los “espacios en blanco” que tenemos sobre esa persona tienden a ser rellenados por nuestra fantasía, una construcción estilizada e idealizada… Que puede distar mucho de la realidad”, matiza. Eso es precisamente lo que ocurre con las aplicaciones de dating, en las que quien mantiene conversaciones demasiado extendidas en el tiempo, termina por crear una imagen idealizada del otro, algo que, en el momento del cara a cara, puede dinamitar la fantasía. En realidad, el encanto del 10 de oficina se esfuma en el segundo en el que termina la jornada laboral. Del mismo modo que la fantasía de Cenicienta tiene toque de queda, los flechazos de oficina solo funcionan bajo las luces halógenas del trabajo. Eso fue lo que le ocurrió a Carmen Raya, que continúa narrando su experiencia. “Me empeñé en que mi flechazo de oficina se fijase en mí. Tampoco ayudó el mundo del afterwork: después de un día estresante en el que te han caído 45 broncas, vas al bar de abajo y terminas en los brazos de alguno de tus compañeros… Eso sí, una vez pasados los dos/tres primeros encuentros sexuales, adiós a la aventura y hola a la locura. Ya no sabía qué estaba haciendo ni por qué lo estaba haciendo, pero ahí estaba, dándome de bruces contra él. Mi final feliz fue cambiarme de trabajo y no volverlo a ver”, asegura la periodista.
Discreción, por favor
Los romances de oficina han sido siempre un caramelo para las series televisivas que hicieron del mundo laboral su escenario predilecto. Desde Anatomía de Grey hasta Mad Men, la ficción ha reflejado en múltiples ocasiones cómo el entorno laboral es increíblemente libidinoso, y en concreto la serie protagonizada por Jon Hamm mostró bien cómo cuando es el hombre quien se fija en una compañera de trabajo, la discreción merma.
El Dr. Xavier Fàbregas Pedrell no cree que mostrar interés por alguien con el que compartimos gran parte de nuestro día a día menoscabe, en principio, la profesionalidad. “Sin embargo, tanto hombres como mujeres nos sentiremos molestos si se nos trata como objetos, si se nos utiliza de forma que nos incomode y al margen de quienes somos y de lo que queremos de verdad. Antes se toleraban comentarios sobre las compañeras de trabajo, que hoy nos parecen inadecuados y degradantes. En la actualidad, tanto si los hacen hombres o mujeres, nos parece algo fuera de lugar. En las relaciones laborales existe un riesgo: el hecho de que esas fantasías trasciendan puede suponer situaciones muy incómodas en un espacio donde nos volvemos a encontrar con la persona con la que fantaseábamos y que no comparte, no entiende o malinterpreta lo que es una fantasía, que perderá esa categoría en la realidad”, advierte.
Lombardía incide en que, tradicionalmente, las mujeres han sido más discretas y reservadas a la hora de mostrar interés por otra persona, pues mientras que el deseo sexual masculino se fomenta, estimula y expresa, el de las mujeres, con frecuencia, se castiga y penaliza socialmente, por lo que tienden a mostrarlo mucho menos. “Si además esto sucede en el entorno laboral, se suele etiquetar todavía más como inapropiado. Además, a las mujeres se les exige demostrar más su valía profesional por el simple hecho de ser mujeres, y se considera “una distracción”, falta de interés o de profesionalidad que revelen cualquier tipo de interés o relación con un compañero”, dice la psicóloga y sexóloga especializada en sexualidad y afectividad, terapia sexual y de pareja. De hecho, la encuesta llevada a cabo por We-Vibe señala que los hombres son más propensos a tener relaciones sexuales y románticas en el trabajo.
Por más que la encuesta indique que el 93% de los encuestados opina que no hay problema en que los compañeros de trabajo salgan juntos o tengan una relación sexual, en el caso del 10 de oficina, al tratarse de un interés platónico destinado, en realidad, a hacer más llevadera la jornada de 9-17 horas, lo mejor es, como dice el Dr. Xavier Fàbregas Pedrell, tener en cuenta que a esa persona la volveremos a ver, algo que puede ser muy incómodo en el día a día. “La única diferencia en ese juego entre las fantasías y la realidad que podemos hacer en cualquier actividad compartida es que, en la mayoría de los casos, podemos poner distancia, cosa que no ser tan sencilla en la empresa a la que tenemos que acudir todos los días”, asegura.
El 10 de oficina tiene como cometido hacer más llevaderas las horas ante el ordenador, pero como ocurre con los ídolos, lo mejor es que la fantasía siga siéndolo. Ese interés romántico y platónico funcionará como el póster de esta estrella de cine a la que admiras. Cuando la fotografía se despega de la pared, puede perder su magia, y en un momento en el que el burnout y el hastío laboral acechan al trabajador, lo mejor es tener en el fondo de armario laboral un triptófano fantasioso con el que desear entrar en la oficina. Y, al salir de ella, de algún modo, dejar de tener (tanta) manía a los lunes.
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