Julieta Serrano: «He sido hetero toda mi vida aunque he tenido fama de lo contrario»
Con 86 años ha vuelto a rodar con Almodóvar en Dolor y gloria, la última película del manchego, que se estrena el próximo 22 de marzo. La actriz sigue siendo la más moderna de su barrio.
Es normal. Hablar de la carrera de Julieta Serrano (Barcelona, 1933) –del número de obras de teatro realizadas o de la cantidad de películas que ha rodado– marea. Charlamos en las oficinas de El Deseo, donde promociona la última película de Pedro Almodóvar, Dolor y gloria, que se estrena el 22 de marzo. «He hecho tantas cosas que de muchas no me acuerdo. Unos chicos en Barcelona tenían un club de arte e hicieron un libro sobre mí. Hoy lo uso como libro de cabecera para mis consultas. El problema es que solo llega hasta 2007…», cuenta. Claro, ha anunciado su retirada en varias ocasiones, pero el trabajo sigue llamando a su puerta, y ella no sabe negarse. Hija de una costurera y un actor frustrado, le costó ser considerada actriz incluso por su familia, en una época en la que no era habitual tomar decisiones de este tipo. Así que, por mucho que le apetezca irse, si llega el Premio Nacional de Teatro, La casa de Bernarda Alba o Almodóvar, como ha ocurrido en los últimos meses, pues hace como los toreros: regreso y vuelta al ruedo.
«Pedro me pidió que leyera el guion porque quería que fuese la madre de Antonio Banderas en la película. Por tercera vez sería mi hijo… Ya me adelantó que sería poca cosa, pero en rodaje sobre la marcha incluyó una secuencia más. Así es él… Conozco a Pedro lo suficiente como para dejarme llevar. Han sido cinco películas en total y, aunque no coincidíamos desde ¡Átame! (1990) y en este tiempo apenas nos hemos visto, es imposible no confiar en él. Teníamos una amistad hasta que su éxito fue mundial. Ahí todo es más difícil, así que cada uno ha ido haciendo su vida. Y ha sido un reencuentro maravilloso».
Como Dolor y gloria tiene tintes autobiográficos, sorprende la relación no precisamente idílica que se muestra entre el director de cine (Antonio Banderas) y su madre. «Nunca hablamos de ella para preparar el personaje, aunque sabíamos que Francisca estaba en él. Pero sí es cierto que durante el rodaje me hablaba suave, con mucho cariño. Ella le dice algunas cosas no precisamente amorosas. Pedro siempre ha sido diferente, y eso a una madre a la antigua usanza le puede inquietar porque no quiere que su hijo sufra ni le hagan daño. El texto refleja que el amor entre ellos es profundo, pero él no fue lo que ella esperaba y se encontró con la incomprensión».
Aunque el tema central de la película es otro: el temor a perder la creatividad. «Puede que sea el mayor miedo que tenga. Siente el abismo ante él, cree que lo ha dado todo y se siente vacío. Pero unos encuentros fortuitos le van provocando recordar y perdonar, a otros y a él mismo. Encerrarse es duro, se necesita de los demás. Ser un icono mundial debe de tener un peso muy fuerte: la gente a sus pies, todos quieren conocerle, ser sus amigos… y eso puede ser pesado y aislarte. Debe de ser gratificante estar ahí, no lo dudo, pero implica también ser juzgado, criticado, exigido, examinado… y eso lleva a replegarte. Recuperar la alegría es algo que deberíamos hacer todos, aunque no estemos a ese nivel». Julieta y Almodóvar se conocieron en 1976 haciendo La casa de Bernarda Alba, en la que Pedro tenía un pequeño papel. «Me enseñaba sus primeros cortos y yo me moría de la risa», recuerda. «Ha hecho un camino hasta esta película que le ha conectado consigo mismo».
En los setenta, Julieta era una actriz adelantada a su época y rebelde. «Siempre he sido moderna sin darme cuenta, pero en los sesenta era muy difícil. Me ha dado tiempo a vivir la guerra, la posguerra, rompí barreras para tener amigos y amantes… aunque sin duda lo peor ha sido la represión. Acceder al sexo, por ejemplo, no fue fácil. Éramos reprimidas, pero a mí el teatro me ayudó a abrirme al mundo, aunque fuera considerada una ‘puta’ por la vecina. A mis amigos homosexuales les pasaba lo mismo. Tenía un miedo horrible al embarazo y engañaba a mis padres para que no sufrieran por mi forma de ser. Había deseo de libertad y éramos conscientes de que la vida debía y podía ser diferente».
Ahora, tras 60 años de carrera, vive en un edificio debajo de una de sus grandes amigas, la actriz Berta Riaza. Apenas hay noticias de su vida privada, pero no porque ella esconda nada: «He sido heterosexual toda mi vida, aunque he tenido fama de lo contrario. No te digo que me haya perdido algo. Podría haber probado porque muchas mujeres se han enamorado de mí, especialmente en América. Nuria Espert se ha preguntado siempre qué les daba porque tenía muchas pretendientas. Sexo libre sí, pero hasta ahí es donde llegué».
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