JLo, su vestido de Giambattista Valli y el complicado arte de entrar y salir del coche
El gigantesco vestido de tul que llevó Jennifer Lopez al estreno de Second Act es el último ejemplo de una larga lista de estilismos que requieren un vehículo XXL para trasladarse.
Hacía mucho que no veíamos diseños tan voluminosos. En tiempos de incertidumbre e inestabilidad política, el vestido de fiesta vuelve a lo grande (literalmente). Derroche de tul para combatir las desalentadoras noticias. Ayer, por ejemplo, para acudir a la premiere de su nueva película, Second Act, Jennifer Lopez eligió un diseño de alta costura del italiano Giambattista Valli de dimensiones gigantescas. Imposible pasar desapercibida. No solo por el color, fucsia intenso –que confirma el éxito del rosa en bodas y eventos de alfombra roja–, también por las múltiples capas de su larguísima cola. Lo más complicado fue llegar al estreno. El tamaño dificultaba la movilidad, fuera y dentro del coche. La propia actriz compartió en redes una foto de su particular Tetrix de tul.
En agosto, Lady Gaga había deslumbrado en el Festival de Venecia con otro diseño XXL. Aquella creación tenía nombre propio: Flamingo y era un maravilloso vestido de plumas de color rosa palo diseñado por otro italiano, Pierpaolo Piccioli, director creativo de Valentino, que esta semana ha sido premiado con el galardón a diseñador del año en los Fashion Awards. En el coche, el impresionante vestido tenía efecto nido. Al acomodarse en su asiento, Lady Gaga quedaba sumergida entre las plumas.
De todos, el que se lleva la palma sigue siendo el que eligió Cardi B para asistir al Diamond Ball que organizó Rihanna en 2017. Imposible competir con la experiencia extrema de moverse de aquí para allá con un vestido de Cenicienta de Christian Siriano. La falda era tan voluminosa que no cabía en el asiento trasero del coche que debía trasladarla a la fiesta. ¿La solución? Meterse en el maletero. Otra excentricidad de una rapera acostumbrada a convertirse en el centro de las miradas. Salir tampoco fue fácil. De prueba: las fotos (abajo). Un equipo de cuatro asistentes tuvo que ayudar a la cantante a bajar del vehículo.
Últimamente el espectáculo empieza antes de llegar a la alfombra roja. Conscientes de ese pequeño (gran) detalle, los paparazzi buscan instantáneas del momento previo, cuando se abre la puerta del coche y la artista hace malabares para bajar del vehículo. En la última edición del Met, algunas celebrities tuvieron que buscar transportes alternativos. Una maxifurgoneta de lujo se encargó de trasladar a muchas de las invitadas (ya que algunas ni siquiera podían sentarse). Katy Perry, sin embargo, optó por viajar de pie en descapotable, y llegar saludando, como el Papa, pero ella vestida de ángel. En su caso, era exigencia del estilismo: sus alas eran tan grandes que no podía moverse de otro modo.
La culpa la tienen los diseños de Alta Costura, pensarán algunos. De hecho, sos muchas las artistas, como Dua Lipa (arriba), que deciden vestirse con creaciones exclusivas de Giambattista Valli, el rey de la pompa y el fru-frú. Otra de las etiquetas italianas de este renovado maximalismo extremo es Dolce & Gabbana. Sus piezas de Alta Moda desafían las leyes de la gravedad. Para entrar en un coche, es necesario un séquito de cinco personas. De prueba, el ritual que tuvo que seguir Zendaya en la gala Met de 2017.
Sin embargo, Marc Jacobs demuestra, con sentido del humor (y vídeo mediante), que ese problema no afecta a solo a aquellos que eligen vestidos de tul gigantescos. El dilema de caber o no caber (en el taxi) ha llegado esta temporada al prêt-à-porter más urbano, de la mano de Demna Gvasalia y su colección XXXL para Balenciaga. Su abrigo es tan grande que meterse en el coche para volver a casa después del trabajo es cualquier cosa menos algo fácil. «Demna, te has superado». Palabra de Jacobs.
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