El ‘efecto Mercury’: se busca estrella (viva o muerta) para taquillazo
Prince, Elton John, Aretha Franklin… El éxito global del ‘biopic’ del cantante de Queen ha provocado un efecto llamada en los grandes estudios, que se disputan ahora los derechos de las biografías de las grandes estrellas musicales del siglo XX.
600 millones de euros son 600 millones de poderosas razones. Si dejamos a un lado sagas de acción y franquicias de superhéroes, la adaptación de la vida y milagros de Freddie Mercury y la banda Queen es la película más vista del año en todo el mundo. La increíble taquilla conseguida por Bohemian Rhapsody no ha pasado desapercibida en los despachos de los ejecutivos de Hollywood, situándonos a las puertas de una nueva ola de biopics basados en leyendas de la música y que, de paso, sirven como remedio a la cacareada escasez de ideas de la meca del cine. También en la televisión, donde la repercusión de la serie de Netflix sobre Luis Miguel corrobora el efecto llamada. ¿O deberíamos llamarlo ‘efecto Mercury’?
Rocketman será la primera en intentar probar –esta misma primavera– que los biopics de cantantes son los nuevos thrillers de acción en cuanto a la atracción de público se refiere. El filme basado en la vida de Elton John podría ser perfectamente la segunda parte de Bohemian Rhapsody si nos imagináramos una de estas antologías televisivas tan de moda titulada British Music Story. Los paralelismos son evidentes: cuentan las historias de dos grandes leyendas de la música británica, con vidas repletas de excesos, iconos pop y filmadas por la misma persona. Aunque no fue acreditado en la versión que llegó a los cines, Dexter Fletcher fue reclamado de urgencia para finalizar el biopic de Mercury tras la polémica salida de Bryan Singer. Ahora repite en el género con un filme producido por el mismo John, una especie de epílogo que coincide en el tiempo con su anunciada retirada de los escenarios. Taron Egerton (Kingsman) se pondrá las extravagantes y coloridas gafas de sol características del músico en un guion que, al contrario que lo sucedido en Bohemian Rhapsody, esta vez no pasará de puntillas por los episodios más controvertidos. Sus responsables ya han asegurado que se tratará del “primer musical para mayores de 18 años de la historia” y en el que habrá mucho “sexo, drogas y rock n’ roll”.
Uno de los mejores amigos de John y con quién interpretó la mítica Don’t Let The Sun Go Down On Me, el añorado George Michael, es la última figura en ser ‘adquirida’ en la subasta vigente hollywoodiense por hacerse con los derechos de los cantantes más icónicos del siglo XX. A buen seguro que el mencionado tema también formará parte de la banda sonora de Last Christmas, una comedia romántica protagonizada por Emilia Clarke, la Khaleesi de Juego de Tronos. Coguionizada por la actriz Emma Thompson y producida por Universal Pictures, lo cierto es que el propio Michael había firmado su participación antes de morir y el largometraje contará con canciones hasta ahora inéditas del artista.
Además de George Michael, Universal ha añadido recientemente a otro grande de la música en su catálogo. Este mismo mes de diciembre se ha hecho público un proyecto basado en las canciones de Prince, que falleció en 2016 a los 57 años. No será una biografía al uso del de Minneapolis, sino una historia original contada a través de clásicos como Purple Rain o I Would Die 4 U. Una idea en la línea de Mamma Mia!, cuya segunda entrega (también producida por el estudio) ha sido otra de las grandes sorpresas del año en la cartelera. Este proyecto se une a otros dos relacionados con el artista desde su muerte: un documental de Ava DuVernay (Selma) para Netflix y Queen For A Day, sobre la historia real de una fan que ganó una cita para cenar con el cantante.
Las biografías de estrellas de la canción no son algo nuevo en la meca del cine, pero sí su dimensión mainstream. Hasta la fecha, estos proyectos parecían relegados a calar más en los cinéfilos de base y la crítica especializada que entre el público de las multisalas. Sirvan como prueba películas de culto como Control (basada en Ian Curtis) o I´m not there (Bob Dylan) o los premios conseguidos por intérpretes como Jamie Foxx, Marion Cotillard o Joaquin Phoenix, dando vida a Ray Charles, Edith Piaf y Johnny Cash, respectivamente. Antes del triunfo de Bohemian Rhapsody, el inesperado éxito en la taquilla de Estados Unidos del filme basado en el grupo de rap N.W.A Straight Outta Compton, ya parecía predecir lo que estaba por llegar. Y la tendencia no termina aquí: en desarrollo hay proyectos de Janis Joplin (interpretada por Michelle Williams), Michael Jackson (en un filme que contará su vida a través de su chimpancé Bubbles) o la recientemente fallecida Aretha Franklin (con Jennifer Hudson como protagonista).
La televisión no es ajena a este fenómeno. Una de las series más comentadas del año en Netflix ha sido Luis Miguel, la recreación de la infancia –de explotación– y posterior madurez de una de las estrellas latinas más herméticas. La misma plataforma ha anunciado hace escasos días la producción de otra ficción basada en otra leyenda mexicana, Selena Quintanilla, la reina de la música tejana que fue asesinada por la presidenta de su club de fans con tan solo 23 años. También en Netflix se prepara una antología de la cantante country Dolly Parton, con la actriz Julianne Hough (Rock of ages) dando vida a la mítica Jolene, y ya ha visto la luz el largometraje Dumplin, protagonizado por Jennifer Aniston y que cuenta con Parton como inspiración y compositora de la banda sonora. En cuanto a la industria nacional, este noviembre se confirmó la producción de sendas series de televisión basadas en las biografías de Isabel Pantoja y Joaquín Sabina. Ante tal cantidad de proyectos, solo nos queda una duda: ¿necesitaremos 19 y 500 noches para verlas todas?
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