No son hoteles, son clínicas: el auge del turismo de salud
Las batas blancas no están reñidas con lo holístico. Análisis genéticos, de sangre o bioquímicos conviven con la meditación o la acupuntura.
Turismo de salud. Esta propuesta de ocio gana cada día más adeptos. Y es que al término spa le ha salido un consorte: ‘médico’. Una asociación de palabras que gana en popularidad. «El turismo de salud crece un 50% anual, un repunte que arrancó hace tres años y cuya tendencia se acentúa, según indican los informes –afirma Alejandro Bataller, vicepresidente del Sha Wellness (L’Albir, Alicante)–. Nosotros contamos con el reconocimiento como clínica y hotel de cinco estrellas desde la apertura [2008]; pero cada vez surgen más competidores, aunque solo una decena está a nuestro nivel».
El enfoque del Sha y de otros spas médicos como Canyon Ranch (Tucson) o Palace Merano (Italia) es integral: terapéutico, holístico y científico. Sus instalaciones, punteras (con máquinas láser o de genética que rondan los 100.000 euros); los precios elevados (unos 3.500 euros por estancia semanal), el diagnóstico y el tratamiento, personalizados.
«Se analizan sangre y saliva para medir el colesterol, el perfil genético, bioquímico y hormonal. Hemos observado un repunte en los niveles de cortisol y problemas con la melatonina (relacionada con la calidad del sueño). Los clientes llegan con más desequilibrios, estrés oxidativo, insomnio y, sobre todo, problemas digestivos. Nos visitan frustrados porque el sistema de salud no los categoriza como enfermos. Drenaje linfático, ozonoterapia, cócteles vitamínicos por intravenosa o colonoscopias; el abordaje es completo, y no solo físico, es psicológico y emocional. Aquí se medita y practica yoga», detalla Nazir Sacoor, director ejecutivo del Longevity Medical Spa (Portugal), que en julio inaugurará otro centro y en 2019, un tercero. La medicación también es a la carta: «En 48 horas la recibimos personalizada, con concentraciones específicas», afirma Sacoor.
El último fichaje en el sector: cosmética basada en la sangre del paciente. «La técnica procede del tratamiento de la artritis. Extraemos la sangre con una jeringuilla especial que captura las células y que nos permite elaborar cremas ricas en factores de crecimiento [unos 4.000 euros]», describe Ellen Marmur, directora del Marmur Medical (Nueva York). ¿Y quién puede pagar servicios como este? «El 70% viaja solo y el 80% es extranjero; de Oriente Medio, Rusia, Reino Unido… Nuestros huéspedes son ejecutivos de unos 43 años, delgados y en forma. Buscan el bienestar físico y emocional. El porcentaje de hombres aumenta: representan el 45%. La estancia mínima es de siete días. Cada vez más huéspedes deciden quedarse tres meses y cuidarse mientras trabajan online», responde Bataller. «El 40% repite», asegura Vicente Mera, jefe de medicina interna y antienvejecimiento del Sha. La plantilla médica y terapéutica es comparable a la de un hospital en número (en el SHA, 120), pero no en perfil: combinan carreras occidentales con otras en medicina tradicional china o máster en antiaging o genética. «Cuando vi que no lograba curar, estudié medicina preventiva. ¿Qué es más efectivo y barato, desobstruir una arteria o reducir el colesterol?», plantea Mera. «La sociedad acumula problemas crónicos que cree genéticos y no los asocia al estilo de vida. Pero en los años 50, una persona consumía 2 kilos de azúcar anuales; hoy, 40. Por no hablar del consumo de carne roja, un 197% más; o de los problemas de ansiedad», añade Bataller.
A este fenómeno se suma este: «Nuestro concepto viene de EE UU y Asia, no somos un hotel, sino una clínica, el primer medical spa –dermatología, farmacia y medicina estética juntos– de Europa», cuenta Adriana Ribé, fundadora del Skinceuticals Advanced Medical Spa, que acaba de inaugurarse en Barcelona.
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