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Daniella Martí: “Se puede descansar en una playa paradisiaca pero también en cualquier lugar»

Queremos saber cómo mujeres influyentes a las que admiramos dejan de lado el trabajo y desconectan. Saber parar, decir que no y apagar las notificaciones de WhatsApp también son parte del éxito porque como bien sabemos «la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado».

Daniella Marti

Daniella Martí es la creadora de Carmenza, una señora de unos 80 años, vivaracha, sin pelos en la lengua y a quien le gusta tomarse selfis y pasearse en toples por la playa. En su última viñeta, la viejita aparece nadando en el mar celebrando encontrar la oportunidad perfecta para decirle a quien lee que la productividad no está reñida con el valor de una persona.

La artífice ha publicado varios libros de cómic y diseña viñetas para medios. Tras estudiar Artes Visuales en Colombia, nunca se proyectó como ilustradora porque no lo veía como una salida laboral. Cuenta que siempre le gustó dibujar, pero llegó un punto donde sentía que algo le faltaba: las palabras. Comenzó a publicar sus dibujos con textos en Facebook como forma de desahogo. Ahora, entiende las redes sociales como una herramienta de trabajo más, capaz de abrirle el mundo. Un día del 2019 quiso desaparecer de las redes y lo justificó con una publicación. Viéndolo con distancia, no sabe por qué sintió la necesidad de compartirlo con sus seguidores, ya que, piensa, no se debe dar explicaciones por cuidar la salud mental y descansar.

Daniella comparte sus trucos para desconectar y reflexiona sobre los límites de la creatividad y el momento en el que la cifra de seguidores importa más de lo que debería.

Ser irrelevante, el eterno miedo del creador

Empecé en el 2016, y tras tres años me di cuenta de que estaba obsesionada con los números. Nunca antes me había pasado. Si uno se siente incómodo porque “toca hacerlo, qué pereza”, ¿de qué sirve tener no sé cuántos miles de seguidores? Me estaba esforzando en crear una viñeta diaria para publicar. No tenía límite y eso me saturó. No era por sentirme bien haciéndolo, sino por el miedo a ser irrelevante si dejaba de publicar dos días.

De forma inconsciente, decía: “Tengo que ser como ellos para ser válida, para que no se olviden de mí”. En redes todo es tan volátil que subes algo, inmediatamente las personas hacen scroll y aquello que has hecho, aunque te hayas demorado dos horas o tres días, ya lo han pasado. La gente piensa: “Qué bueno; me reí o no; aprendí algo o no; sigo”.

Al final, este es un mundo que exige números todo el rato. Y no son números, son personas que están viendo lo que haces. Si lo que produces es bueno, se dan cuenta, y si no es bueno, también.

En 2019, tuve un rato que estaba muy confundida, sin saber qué hacer, donde dejé de publicar a diario y empecé a subir contenido una vez cada tres o cuatro días. Había exprimido mi creatividad y sentía que ya no tenía nada. Ahora estoy en un proceso de recuperación: los que quieren seguir, siguen; los que no, no. Y no pasa nada.

Los límites de la creatividad

Llega un punto que tu creatividad es limitada. Uno piensa que es infinita, pero es un músculo imaginario que se ejercita. Tu cerebro necesita muchos estímulos para que la creatividad funcione bien, y acabas sacrificando calidad por cantidad.

La única cosa que te lleva lejos es la disciplina, porque un día puedes sentirte motivado y al siguiente no. En términos de escribir o dibujar, puedo hacer una ilustración para ejercitar mi creatividad. Sin embargo, no la estimulo al crear un dibujo que se va a publicar o que es para un trabajo.

El móvil bien lejos, paseos en bici y la criptonita de TikTok

El móvil y los aparatos electrónicos lejos, es lo mejor, si no no desconectas. Lo tienes al lado, piensas en mirarlo un momentito y pasan tres horas. Ahora me he ido a montar en bicicleta 40 minutos y antes perdí otros cuarenta en TikTok. Decimos que no tenemos tiempo para hacer X cosa, pero realmente se pierde así. Si yo hago un post, una viñeta o un vídeo, publicarlo me lleva un segundo. Que yo decida quedarme ahí, mirando las primeras reacciones y comentarios, es otra cosa. Creo que el primer paso, antes de dejar el móvil de lado al menos media hora al día, es tener conciencia de cómo te está afectando.

Por ejemplo, en el ordenador yo no tengo ninguna red social abierta, solo el correo. De esta forma, no tengo la tentación de meterme en redes sociales. Muchas veces he intentado pasar el fin de semana lejos del móvil a ver si desarrollo síndrome de abstinencia y siento que necesito mi dosis de dopamina, pero me he dado cuenta de que no, que puedo pasar muy bien sin él, aunque lo necesito para hablar con mi familia, que está en Colombia.

Al tener aparatos cerca, no estás contigo misma, sino distraída todo el tiempo. Para descansar la mente de todos los estímulos externos, salgo, camino, voy al campo con mi perro o hago ejercicio. También leo libros de divulgación o ensayos, veo shows de comedia o series como The Office o Keeping Up with the Kardashians y monto en bicicleta. Siempre que estoy montando en bici, estoy pensando en cosas nuevas, porque no tengo distracción.

Desconectar en una playa o en cualquier otro lugar

El descanso es un momento en el que tu mente no está preocupada por nada, y esa desconexión puede hacerse en una playa paradisíaca o en cualquier lugar. A mí, particularmente, me gusta hacerlo en un sitio bonito y seguro con mi familia.

Muchas veces uno se va de vacaciones, pero estás haciendo cosas todo el rato, y llegas al hotel y estás cansadísimo. Eso pasa mucho con la mente. Me cuesta mucho meditar, porque con que mi trabajo es pensar, hacer viñetas, escribir cosas…

La semana pasada empecé a hacerlo 10 minutos y, de esos 10, al menos un minuto pude poner la mente en blanco. Me imagino la mente como un sitio lleno de archivos. Cuando uno medita, esos archivos se organizan poco a poco y, cuando dejas de hacerlo, hay más espacio para esos archivos. Por eso, la meditación es complicada de hacer, pero es buena para descansar.

¿Culpabilidad? Ni en broma

Soy hedonista, amante del ocio. Nunca me siento culpable por no hacer nada, pero ya desde pequeña, y tampoco pienso “me merezco no hacer nada”. Simplemente, es necesario no hacer nada. No todos los días de tu vida, pero sí dedicar un tiempo. Además, ¿qué es no hacer nada? Cuando estás en el sofá viendo una película o un documental, estás haciendo algo. Si estoy haciendo cerámica, eso podría considerarse no hacer nada porque no pienso venderlo, pero es bueno para tus sentidos. Somos animales, necesitamos estar jugando con cosas todo el tiempo.

Un día favorito de descanso

Todos los días. Estoy de acuerdo con todos los días encontrar un momento para no hacer nada. Así sea quince o veinte minutos de sentarse en el sofá y arreglarse las uñas, leer cinco páginas de algo o mirar al techo. Pienso que eso es sano.

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