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No te soporto en redes sociales: por qué los amigos pueden caernos peor en su versión virtual que en la real

Ni la actividad ni la identidad mostrada en redes sociales responden siempre a la realidad, pero sí reflejan ciertos aspectos de la personalidad de cada usuario. ¿Qué ocurre cuando las amistades se resienten ante una disociación entre la identidad ‘online’ y la real?

Redes Sociales
Dos amigas con sus móviles.Amr Bo Shanab (Getty Images/fStop)

“La diferencia entre lo que eres y lo que vendes en redes sociales se llama frustración”, dice Marc Masip, psicólogo, director del Instituto Psicológico Desconect@ y autor de Desconecta (Libros Cúpula, 2018). Aunque el “yo digital” no siempre es idéntico al real, cuando la diferencia es abismal puede tener todo tipo de repercusiones, y una de ellas es la forma en la que puede afectar a quienes rodean al que presenta esa disociación. Es lo que ocurre cuando alguien conoce a una persona con quien encaja de forma inmediata, entabla una buena amistad y llega el giro inesperado al entrar en juego las redes sociales, ese escaparate digital que muestra una vida repleta de filtros y distorsiones, con proyecciones de quien se desea ser sin dejar atrás aspectos de la realidad. Es entonces cuando los icks digitales (incomodidad generada) se desatan y al no encajar la imagen proyectada online con la real, el choque da pie a una suerte de catfish (crear una identidad falsa online para engañar a alguien) pero invertido, pues pudiera parecer que es la imagen virtual la que no se ajusta a la realidad, y no al contrario, como ocurre en ocasiones con las aplicaciones de citas. “Colgamos aquello que queremos que los demás crean o sepan que somos, lo mejor de nosotros. Eso no es la vida. La realidad es que no todo es perfecto o admirable y por lo tanto, vendemos algo que no somos”, advierte Masip. La disonancia entre el yo real y el virtual puede desembocar en la pérdida de seguidores, pero también puede tener una consecuencia más dolorosa: la pérdida de amistades reales que habitan más allá de las pantallas.

Para evitarlo, ¿es conveniente comentarle al amigo que esa disonancia resulta molesta? Silvia dal Ben, psicóloga y directora clínica de Unobravo España, considera que antes es pertinente reflexionar sobre por qué la personalidad digital de esa amistad genera incomodidad. “Este análisis personal puede revelar aspectos de nuestras propias expectativas o emociones, lo cual es una oportunidad de aprendizaje sobre nosotros mismos. Si tras esta introspección sentimos la necesidad de hablar con el amigo, será crucial hacerlo con un tono no acusatorio, expresando nuestras emociones de forma empática y constructiva. Es recomendable evitar que la conversación se perciba como un juicio sobre su comportamiento”, asegura. “Otra postura es comprender que esa persona tiene en redes sociales un personaje que aunque tiene algo de ella, no es completamente así. Es ahí cuando hay que separar la vida real de las redes, pues aunque a veces lo parezca, no son lo mismo. De esa forma será posible tolerar y entender algunas cosas que puedan molestar”, matiza Sebastián Girona, psicólogo especializado en vínculos. Por eso resulta esencial recordar que la gestión de la impresión, un concepto desarrollado por el sociólogo Erving Goffman que se basa en cómo cada persona da forma a su autopresentación en la vida cotidiana para alcanzar objetivos personales, alcanza una nueva dimensión en las redes. En realidad, es vital comprender siempre que si incluso fuera de las pantallas, cada cual muestra ciertos aspectos que no son del todo reales, en el universo online esa irrealidad se enfatiza.

Sin embargo, siempre existen conexiones entre la personalidad real y el comportamiento en redes sociales, tal y como señala el estudio Manifestations of Personality in Online Social Networks: Self-Reported Facebook-Related Behaviors and Observable Profile Information, puesto en marcha por el psicólogo social Samuel D. Gosling y su equipo de investigadores. “Todas las personas, en distintos contextos, podemos mostrar facetas diferentes de nosotros mismos y eso no tiene por qué suponer un problema. La forma en que alguien se comporta en redes sociales puede reflejar necesidades diferentes, como la búsqueda de aceptación, validación, o simplemente una manera de experimentar otras facetas de su identidad”, comenta Alba Cardalda, autora de Cómo dejar de ser tu peor enemigo (Vergara, 2024). Señala que en muchos casos, el perfil digital suele mostrar aspectos que no reflejan completamente la esencia de la persona, pero si no se percibe que la diferencia entre su personalidad digital y la real pueda interferir gravemente en la relación, lo recomendable es no abordarlo.

De hecho, en estos casos hay una opción que puede resultar quizás no la más valiente, pero sí beneficiosa para la amistad: silenciar en redes sociales. Esta opción, que llegó a Instagram en 2018, permite ocultar en el feed las publicaciones de determinadas cuentas sin dejar de seguirlas, y los usuarios de las cuentas silenciadas no lo sabrán. Fue lo que hizo María Giménez, creative manager de 38 años. “Es una sensación muy extraña, pero me pasó exactamente eso con un amigo que cambió radicalmente de físico y comenzó a mostrar sus nuevas facultades anatómicas en Instagram. Al principio yo misma le daba like a sus publicaciones, pero tras un tiempo, me di cuenta de que estaba validando un comportamiento que, aunque yo no quisiera, estaba afectando de manera muy negativa a la imagen que tenía de él. Si quedábamos para tomar un café y él estrenaba camisa, ahí tenía que estar yo haciéndole, 43.976 fotos que él examinaba cual cirujano cardiovascular hasta elegir una digna de mostrar a sus followers”, asegura.

Comenta que el detonante llegó en un viaje de vacaciones. “Descubrí que era incapaz de vivir sin el móvil a su lado y mirar Instagram cada 30 segundos. Mi solución fue silenciarlo. Tomé esa decisión porque, aunque no quiera admitirlo, la imagen que yo tenía de él a.I. (antes de Instagram) se había borrado por completo. Seguimos siendo amigos, pero lo cierto es que la opinión respecto a su personalidad y su persona han cambiado para mí y no hay vuelta atrás”, explica.

Aunque como señala en Todo lo que hay detrás que no se ve: Un ensayo sobre lo que ocultan las redes sociales y los influencers (Somos B, 2024) @salseologia, la clave del éxito de las redes radica en el factor humano, pues sin las interacciones de los usuarios, el espacio digital no sería más que un lugar “colonizado por cifras y datos históricos”, el comportamiento de los demás no siempre es del agrado de sus allegados. Diferente es cuando las actitudes online pueden realmente resultar nocivas para quien así se comporta. “Yo creo que lo que hace una amiga nos puede dar vergüenza o molestar, pero el parámetro siempre es si le hace bien o le hace daño. Si creemos que le hace mal, tendríamos que decírselo, siempre cuidando las palabras que usamos. En el caso de que no le dañe y lo único que genera es vergüenza en nosotros, tendríamos que preguntarnos si realmente la estamos aceptando tal cual, incluyendo lo que hace en redes. Los juicios de valor pueden generar conflicto dentro del vínculo, porque entonces, estamos juzgando”, advierte Sebastián Girona.

Si finalmente se opta por hacer ver a la otra persona que la forma en la que su comportamiento online se interpreta, aunque es algo eminentemente subjetivo, realmente puede suponer un bache para la relación, hay que tener en cuenta algunos aspectos a la hora de hacérselo saber a la otra persona. “Lo primero que recomendaría es ser honesto, pero delicado. A veces, las personas no se dan cuenta del impacto que tiene lo que comparten online y decirlo con cariño puede ayudar mucho. Por ejemplo, convendría buscar un momento tranquilo, fuera de una discusión o situación incómoda, y hablar desde la propia experiencia, usando frases como: “Quiero contarte algo porque me importa mucho nuestra amistad. He visto algunas cosas que publicas y a veces me siento un poco incómodo. Sé que esa no es tu intención, pero quería comentártelo para que lo supieras. Lo último que quiero es que esto afecte lo bien que nos llevamos”, señala Alba Cardalda. De esta forma, en lugar de señalar o criticar directamente su comportamiento, la otra persona es más probable que lo entienda sin ponerse a la defensiva.

Al final, las redes sociales no dejan de ser, como dice Anil Seth, codirector del Centro Sackler de Ciencias de la Conciencia, una “alucinación controlada”. Son un conjunto de distorsiones que, aunque pueden reflejar ciertos aspectos reales de cada uno, nunca son una realidad completa. En realidad, lo importante es reflexionar acerca de por qué la actividad de alguien despierta incomodidad o vergüenza, pues como recuerda Silvia dal Ben, ese proceso de reflexión puede ayudar a entender mejor las reacciones de cada uno y a distinguir si provienen de expectativas personales o si realmente es algo que tiene que ver con el amigo en cuestión. ¿La buena noticia? Siempre queda la opción de silenciar.

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