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«¿Crees que esto va por mí?»: la ansiedad y la paranoia de las indirectas en redes sociales

En las redes sociales existe más conflicto que en la vida real: la falta de empatía hace aflorar esas sutiles agresiones que, en el cara a cara, no serían viables.

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Getty Images (Getty Images/Maskot)

Una mujer que acaba de pasar de ‘En una relación’ a ‘Soltera’ en Facebook comparte la canción Pesadilla en el parque de atracciones de Los Planetas en su muro. La letra (Quiero que sepas que espero que acabes colgando de un pino / Cuando veas lo imbécil que has sido / Cuando veas que lo has hecho fatal) invita a pensar que aquella relación no acabó en buenos términos. Un chico comparte en Instagram una fotografía marcando músculo en el gimnasio con la frase ‘Mejor que NUNCA’. Una joven autora millennial comparte en Twitter las fechas de su próxima firma y otra persona en Twitter no tarda en escribir “Lo pesada que es la gente con el autobombo”. Todos estos ejemplos son reales y vistos por los ojos de esta periodista en sus paseos a lo largo de los años por diversas redes sociales.

Los ejemplos forman parte de ese nuevo tipo de indirectas 2.0 que en Internet se conocen como pseudomenciones y pueden alcanzar distintos niveles de complejidad. The Atlantic describió este fenómeno como “la práctica de hablar sobre alguien sin hacer una referencia explícita” y elaboraba una diferenciación entre ‘subtuit’ y ‘supertuit’. Aunque el autor de la pieza estuviese hablando específicamente de Twitter, la práctica es aplicable a todas las redes sociales.

El ‘subtuit’ consiste en escribir el nombre de alguien pero sin mencionarle directamente, lo que hace que si la persona pseudomencionada quiere confrontar al autor del mensaje, tendrá que reconocer que busca su propio nombre en redes sociales –ego searching– y quedar como un egocéntrico. El ‘supertuit’ es mucho más complejo, porque se trata de una mención indirecta y ambigua (sirva aquí el ejemplo de “Lo pesada que es la gente con el autobombo”): “El auténtico ‘supertuit’ elude la respuesta, porque es tan ambiguo que la convierte en imposible”, explicaban desde The Atlantic, “solo un neurótico, un narcisista o un paranoico preguntaría después de ver algo así ‘¿soy la persona de la que hablas?’”

Tal y como se describía en The Atlantic, la pseudomención parece llevar a un callejón sin salida: o bien hacen quedar al receptor de la misma como un ególatra o como un paranoico. Por eso las indirectas en redes sociales son una práctica tan sutil como perversa que convierte al emisor en un auténtico Maquiavelo de la era digital y el receptor puede sentir estrés, malestar, enfado e incomodidad, ¿por qué sucede? Y, sobre todo, ¿podemos ponerle freno?

«En redes sociales hay, en general, más conflicto que en la vida real puesto que no está tan presente la empatía, que se genera cara a cara», explica a S Moda Alfredo Oliva, Profesor titular del Departamento de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla y uno de los pioneros en la investigación del riesgo de las nuevas tecnologías en niños y adolescentes, «cuando tú estás frente a alguien, aunque exista cualquier conflicto, tú estás observando el impacto y la emoción en el otro, y esto no está presente a través de redes sociales, por lo que atacar o herir se vuelve más sencillo porque no estás viendo las consecuencias en tu interlocutor».

Oliva apunta que, como en la vida offline, en la online hay muchos procesos psicológicos implicados detrás de cada tuit, de cada foto en Instagram y de cada post de Facebook, en cuanto a las pseudomenciones: «Uno de los procesos que generan un mayor malestar entre los usuarios tiene sucede cuando se hace un uso pasivo de las redes sociales y el usuario está constantemente observando lo que escriben y lo que hacen otras personas: como lo usual es que las personas suban fotos guays o compartan momentos felices de su vida, se generan procesos de comparación social hacia todo lo que estamos expuestos continuamente y, en gente que ya tiene una predisposición de carácter, puede generar sentimiento de envidia o de frustración por una necesidad no cubierta», explica Oliva, «¿por qué yo voy a atacar de forma indirecta a otra persona? Porque en el fondo me estoy comparando, me genera frustración y esto deriva en una agresión o en un ataque, en este caso una agresión verbal en forma de tuit». En los ejemplos citados al principio, es probable que las dos primeras personas todavía no hayan superado su relación anterior y, la tercera, quizás se sienta frustrada por no estar consiguiendo lo que la otra persona ha conseguido.

«No es diferente en la vida real, pero en la vida real el ataque directo requiere de más valentía y arrojo», apunta el profesor, «en el fondo, esa toxicidad puede tener que ver con personalidades narcisistas e inseguras, que disfrutan o se sienten bien haciendo daño a otras personas y las redes sociales ya sea gracias al anonimato, a la distancia o a la no presencia del otro, pone muchas facilidades. Esas personalidades se contienen más en la vida real pero en Internet encuentran el caldo de cultivo para dar rienda suelta».

Tía, ¿tú crees que esto va por mí?

De modo que has leído un tuit o has leído una frase en Instagram que crees que va por ti, ¿qué hacer en estos casos? Dejar de seguir, silenciar o bloquear a esa persona puede ser efectivo para dejar de leer esos comentarios maliciosos que desearías no haber visto, pero si la situación afecta a niveles de estrés y ansiedad, Alfredo Oliva recomienda alejarse de Internet y de las redes sociales: «Lo ideal sería reducir el tiempo de uso, establecer un uso más activo y positivo y satisfacer tus necesidades por otras vías. En el fondo, las personas que están tan pendientes de lo que digan de ellas, seguramente sean personas con necesidades insatisfechas y lo recomendable sería tratar esas necesidades, que pueden tener que ver con aceptación social, por ejemplo, en otros contextos».

Cuidado con la audiencia imaginaria

Como las pseudomenciones a menudo son extremadamente sutiles, cabe la posibilidad de que ese ‘supertuit’ no tenga nada que ver contigo, pero tú lo has visto como una agresión. Oliva apunta al concepto de audiencia imaginaria, con el que también hay que tener cuidado: «Hay un rasgo característico de la adolescencia que es lo que nosotros llamamos la audiencia imaginaria y es el periodo en el que los adolescentes están muy pendientes de sí mismo y, por tanto, piensan que todos los demás están pendientes también. Esto rasgo explicaría tanto la timidez extrema de muchos adolescentes como la sobrexposición que pueden hacer de su vida en redes sociales. Y esto no se pierde del todo como adultos: en la medida en que ese rasgo tenga más presencia, podría darse la sensación de que la gente habla de uno aunque no fuera real, y le puede llevar a estar más estar pendiente de los comentarios de los demás».

No es un problema de las redes sociales

Con Internet, llegaron a nuestros oídos neologismos para explicar nuevas realidades pero eso no significa que los comportamientos sean del todo nuevos, sino que se dan en otros contextos. El hecho de utilizar la palabra ‘stalkear’ para refererirnos a cotillear por redes sociales a otra persona no significa que el cotilleo o incluso el acoso no existiera con anterioridad. Así mismo, Internet no ha provocado la aparición de las indirectas dañinas, sencillamente les ha dado nuevas plataformas en las que desarrollarse.

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