Cotillear en redes: cuándo es peligroso y cómo parar
En una encuesta realizada por la empresa de ciberseguridad NortonLifeLock se descubrió que un 46 % de los participantes habían stalkeado o cotilleado online a sus parejas –actuales, pasadas o potenciales. Analizamos con psicólogos la delgada línea entre la curiosidad y la obsesión.
En una encuesta realizada por la empresa de ciberseguridad NortonLifeLock en la que participaron más de 2.000 adultos escogidos al azar, se descubrió que prácticamente la mitad (un 46 %) habían stalkeado o cotilleado online a sus parejas –actuales, pasadas o potenciales– sin su conocimiento y, mucho menos, su consentimiento. Uno de cada diez iba incluso más allá y admitía haber creado un perfil falso en redes sociales para poder espiar a las mismas personas, pero reduciendo al máximo la posibilidad de ser descubierto.
En mayor o menor medida, no hay usuario de Internet que no haya navegado en las peligrosas aguas que separan la inevitable curiosidad del casi delictivo acoso. La práctica de fisgonear inocentemente online se llama snooping, y hay bastante quórum sobre que resulta hasta recomendable asegurarse –con una búsqueda rápida de Google– de que la persona con la que vamos a quedar tras chaatear por Tinder es quien dice ser.
Sin embargo, también hay cierto consenso sobre los límites que no hay que cruzar legal y emocionalmente. Si bien los que más nos preocupan (y nos frenan) son los del primer tipo, la verdad es que, si queremos cuidar nuestra salud mental, debemos saber refrenar esos impulsos detectivescos cuando nos hacen daño. Y lo creamos o no, pueden hacernos más daño del que imaginamos. Y no, no se trata solo de evitar que te pillen. Si buscas trucos para hacerlo, estás en el artículo equivocado.
No es amor lo que tu sientes
María Magdalena Orosan, psicóloga de TherapyChat, es experta en terapia de pareja, trastornos de la personalidad y violencia de género. Aunque reconoce que «no es nada fuera de lo común buscar a alguien a quien empiezas a conocer en redes sociales, el momento en que debemos empezar a preocuparnos es precisamente cuando nuestras ganas de saber se convierten en necesidad. No es lo mismo tener curiosidad sobre algo que no ser capaz de tolerar la ansiedad derivada de querer saber más. Cuando esto último sucede, se convierte en obsesión y, si retroalimentamos esa obsesión buscando continuamente información, la convertimos en una compulsión. De esta manera, cuanto más nos obsesionamos con esa idea, más probabilidades hay de entrar en el bucle de buscar una y otra vez, y cuanto más buscamos, peor toleramos no saber».
Coincide en sus observaciones la psicóloga experta en conflictos emocionales Sheila Estévez Vallejo, quien añade que «lo importante es detectar si nos estamos excediendo en la atención puesta, ya que se puede llegar al extremo de olvidarse del mundo y quedarse fijado en esa búsqueda: la señal de que quizá nos estamos excediendo es cuando estamos tan fijados en un tema que nos hace sufrir; cuando sucede esto, internamente solo preocupa saber más y más, cosa que lleva inevitablemente sacar conclusiones y construir una realidad pararela a la que se está viviendo».
¿Por qué stalkeamos? Una verdad incómoda
Decir que lo hacemos por puro aburrimiento puede que te sirva como excusa ante tus amigos, pero, como explica a Smoda Sheila Estévez, «lo que hacemos cuando nos aburrimos también deja ver aquello que ya existe en nosotros, para bien y para mal». Según la psicóloga, «la necesidad de tener algo bajo control nace del miedo, de la inseguridad y de la falta de confianza propia; eso hace que aparezcan las comparaciones y que perdamos la seguridad y el propio equilibrio interno».
Orosan añade que «esta conducta puede estar alimentada por las malas experiencias anteriores, facilitando que desconfiemos de nuestro cuelgue o nuestra pareja, y que aparezca esa necesidad de control sobre lo que hace».
Tus víctimas preferidas (spoiler: no siempre es tu pareja)
Cualquiera que haya sucumbido a este tipo de curiosidad no del todo sana sabe bien cuáles son los objetivos mas comunes de esas búsquedas en profundidad: nuestras parejas (presentes o pasadas) y sus parejas (presentes o pasadas). Y no necesariamente en ese orden.
Si tu autoflagelación favorita consiste en compararte con la ex de tu pareja o, pero aún, con la actual pareja de tu ex, Sheila Estévez quiere recordarte algo: «debemos tener claro siempre que las redes son el espejo menos real de uno mismo, con lo cual, de lo que llega a lo que es, hay un mundo, aunque en caliente cueste ser consciente de ello, y por tanto se acabe viendo únicamente las virtudes de otras personas; por tanto, equilibrar nuestra perspectiva implicará ser conscientes de que la realidad completa tiene una parte positiva y otra negativa, solo siendo conscientes de esto empezaremos a tener una responsabilidad afectiva con nosotros mismos».
«Vivimos comparándonos con los demás», añade María Magdalena Orosan, «pero deberíamos aprender a compararnos con nuestra mejor versión (y teniendo en cuenta las experiencias que llevamos en nuestra mochila) más que compararnos con personas que nunca han estado en nuestra piel. Cuando nos comparamos con otras parejas de nuestra pareja, se nos plantean dudas como ¿es mejor que yo?, ¿por qué con ella sí? Hay que tener en cuenta que no hay dos personas iguales ni dos relaciones iguales y trabajar la aceptación de la situación y dejar ir aquello que nos ata al pasado para poder disfrutar del presente y construir el futuro».
¿Por qué conmigo no?
El clásico entre clásicos de la detective en tiempos de Google es resolver el caso de Mr Big y Natasha. Como cualquiera que haya visto Sexo en Nueva York recordará, la cuestión que Carrie de verdad no pudo evitar preguntarse era: «¿Por qué ella?». Esa nociva pregunta sobre la actual vida amorosa de nuestra ex pareja es tramposa de entrada: solo formularla implica que hemos olvidado el peor lado de nuestro ex: «Cuando solo se es capaz de ver lo bueno, estamos idealizando a esa persona. Tocaría hacer un esfuerzo por ver la realidad completa, ya que cuesta tener objetividad basándonos únicamente en nuestra parte emocional», apunta Estévez. «Coger distancia emocional en el momento de valorar a algo o a alguien es la mejor manera para ser lo más justos posible y, a la vez, cuidar de nuestra autoestima, confianza y seguridad».
La trampa de la idealización puede hasta llevar a olvidarnos de que una persona fue cruel con nosotras solo porque en Instagram muestra una idílica vida con su nueva pareja. «Es importante recordarse a una misma que esa persona amable es la misma que no se comportó tan amablemente en su momento. Son dos facetas de la misma persona que hay que integrar. Tendemos a quedarnos con lo bueno o a ver la parte positiva, así como a buscar la responsabilidad del fracaso en nuestro interior, pero cuando esa persona nos ha dañado, es importante contrarrestar ambas tendencias y repetirnos el motivo de por qué ya no estamos en esa relación, o por qué no nos hemos sentido cómodas o ni siquiera respetadas en la misma», sentencia Orosan.
Let It Go!
En realidad, la pregunta del millón, la que deberías hacerte, no es por qué ella, sino ¿qué haces tú cotilleando las fotos de la nueva vida de tu ex? «Estar pendiente de una expareja implica no soltar y, por tanto, quedar enganchado a alguien que ya no está en nuestras vidas», reflexiona Estévez. «El sufrimiento que genera este enganche hace que queramos seguir sabiendo de la vida de esa persona, se intenta llenar un vacío de manera dañina, ya que, para protegernos del dolor, nos generamos más dolor. Y, por otro lado, no podemos coger algo nuevo si tenemos ocupadas las manos con algo que no hemos soltado aún, nos perdemos todo lo que nos trae el presente, ya que no somos capaces de levantar la cabeza para verlo». La especialista nos recuerda que, para pasar página, lo primero es decidir hacerlo. «Cerrar etapa realmente, implica sentir seguridad y confianza, o lo que es lo mismo, construir un nuevo presente desde el yo actual. Estos serán factores psicológica y emocionalmente positivos que sumarán para no caer en compararse con la nueva pareja de un ex».
Respeta tu propia relación
En el caso de que el objeto de tu snooping no sea tu ex ni sus parejas, sino tu pareja actual, también te conviene cortarte un poco en tus averiguaciones. «Considero que si decides seguir con una pareja tiene que ser porque tengas capacidad para confiar en esa persona», prosigue la experta en terapia de pareja de TherapyChat. «Y hay que tener cuidado y diferenciar entre el stalkeo y la curiosidad: el primero va mucho más allá y consiste en espiar, acosar e intimidar a la otra persona. Es acoso, y el acoso coarta la libertad de las personas y no somos dueños de la libertad de nadie, excepto de la nuestra, por supuesto».
«Si una relación desde el inicio no se basa en la confianza, viene asegurada una espiral de sufrimiento por no sentir la seguridad de que ambas personas se eligen recíprocamente y a un nivel en el que solo caben dos personas», añade Sheila Estévez. «Hay que saber leer a nuestra pareja, ver si es una persona sociable, si le gusta gustar y es parte de su encanto, en otras palabras, si aquello que nos enamoró es justo lo que nos preocupa que enamore a otras personas. El peligro está en dudar de uno mismo y proyectarlo en la pareja: si una persona confía en sí misma, sabrá confiar en su pareja. Otro tema será que, por problemas de comunicación, se generen malos entendidos que generen esa necesidad de controlar a la pareja. Ahí estaríamos ante algo mal fraguado dentro de la relación que se puede corregir si de verdad se quiere, sin necesidad de espiar».
Claves para un snooping seguro (al menos, emocionalmente)
Si notas que tu necesidad de husmear se te ha ido de las manos, María Magdalena Orosan te recomienda que «inviertas tu tiempo y tu energía más en ti misma que en lo que hacen otras personas en redes sociales». Para ello, debes realizar un trabajo constructivo (sola o con la ayuda de un psicólogo o una psicóloga) que te ayude a crecer personalmente y a aumentar tu bienestar. «Para facilitar este proceso, hay algunas estrategias de autocontrol y autoconocimiento que ayudan, como analizar qué valores son importantes para nosotras; plantearnos objetivos que lleven hacia esos valores; identificar y conocer las emociones propias para gestionarlas mejor; hacer un ejercicio paralelo de empatía y autocompasión, y buscar actividades placenteras, pero beneficiosas, que contribuyan a reducir los pensamientos obsesivos (por ejemplo, una clase de baile, conectar con la naturaleza, abrir nuestro círculo social, etc.)». Y lo más importante (aunque parezca mentira que no alguien no lo tenga claro a estas alturas de Internet), nos recuerda Sheila Estévez, es «ser siempre conscientes de que, en redes sociales, se muestra solo lo que se quiere mostrar».
Señales (inexcusables) de alarma
Tanto si eres quien vigila como si eres la persona vigilada, puede llegar un punto en el que sea necesario pedir ayuda: Policía y Guardia Civil tienen unidades especializadas en acoso y otros delitos digitales si perteneces al segundo grupo, mientras que los especialistas en salud mental pueden ayudarte cuando sientas que eres tú quien es incapaz de ponerle freno. Solo con ayuda profesional, apunta Sheila Estévez, lograrás «aprender a soltar y conectar con vivir en presente y, además, a dejar de infravalorarte y empezar a quererte y respetarte en primera persona».
Para Orosan, hay una serie de banderas rojas «o señales previas al acoso o control dentro de la relación que debemos identificar para evitar que se genere una dinámica de violencia que pueda ir escalando». Estas son las señales que deben encender todas tus alarmas: la necesidad constante de estar cerca y/o de saber de la otra persona; la necesidad de control (y frustración en caso de no poder resolverla.); la incapacidad de aceptar un ‘no’ por respuesta, y la percepción de la relación como una necesidad y no como una elección. «Socialmente, se normalizan muchas conductas de violencia bajo el lema de un amor idealizado, olvidando que es fundamental respetar la intimidad y la libertad de los demás y que se nos respete la nuestra», concluye la psicóloga.
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