Qué tipo de personalidad tiene la gente que enlaza relaciones sentimentales
Miedo a la soledad, necesidad de validación o seguridad momentánea empujan a algunas personas a estar siempre en pareja sin procesar el duelo necesario para sanar y aprender
Pocas frases se repiten más al hablar de rupturas amorosas que la de “un clavo saca a otro clavo”, un popular dicho que viene a eliminar al duelo de la ecuación de la separación para poner en su lugar tiritas emocionales exprés que lejos de sanar las heridas, tan sólo funcionan de forma momentánea. Ana Milán se encargó de desmontar el dicho en cuestión de segundos en su podcast La vida y tal. “El clavo que saca otro clavo vive en un hueco ajeno. Cuando el corazón sale muy herido de algo, necesita un tiempo de recuperación que tiene que ser calmado, dulce y sin tratar de dar una imagen que no es la que estás sintiendo”.
Sin embargo, hay gente adepta a las relaciones liana, que son aquellas que se enlazan sin haber pasado por el pertinente duelo necesario para sanar la herida resultante de la ruptura. “Normalmente, el hecho de empezar una relación de pareja sin haber transitado el duelo de la relación anterior hace que ese nuevo vínculo no vaya a ser sano, ya que suelen aparecer comparaciones y a repetirse patrones”, advierte Elena López, autora de A querer se aprende (Molino, 2024) acerca de los denominados monógamos en serie. “A veces la gente salta de una relación a otra porque busca evitar el malestar que se siente al estar solos. Después de una ruptura, es normal que aparezcan emociones como la tristeza, la incertidumbre o incluso el miedo al futuro. Sin embargo, la tendencia no suele ser enfrentarse a tales sensaciones, sino buscar alivio rápido en una nueva relación. Esto aporta una sensación de seguridad momentánea, pero no permite sanar realmente. Para sanar es necesario transitar”, dice Julia Moreno, autora de Todo lo que me hubiera gustado saber antes de mi primer beso (Montena, 2024).
Los peligros de las relaciones liana tienen que ver con lo que aprendido a lo largo de la vida, pues quien haya crecido en un entorno donde estar acompañado era sinónimo de estabilidad, y estar solo se percibía como algo malo, puede depender más de los demás para sentirse bien o valioso, en lugar de desarrollar su propia seguridad y bienestar. “También puede influir la creencia de que estar en pareja es lo único que da felicidad o propósito. Estas reglas pueden guiar las decisiones, llevando a algunos a entrar en una relación sin haber procesado la anterior”, aclara Moreno. Por último indica que hay personas que sencillamente, no han aprendido a estar consigo mismas, y al sentir el vacío o el silencio, optan por llenar ese espacio con una nueva pareja como la solución más fácil. “Es importante darse tiempo entre relaciones, no solo para sanar, sino para reflexionar sobre qué es lo que se quiere y necesita para construir vínculos más significativos y alineados con lo que se busca”, explica. Aunque por descontado no es negativo que haya quienes prefieren tener relaciones serias a meras aventuras, las red flags se alzan cuando alguien no se ha tomado un tiempo para curar las heridas, aprender lecciones y reflexionar sobre la curación y la superación personal que pueden ser necesarias.
Después de terminar una relación, es necesario procesar tanto el dolor de la pérdida como los cambios que implica estar sin esa pareja, y saltar directamente a otra relación impide ese proceso y puede traer problemas a nivel emocional y relacional. “Por un lado, las emociones que no se enfrentan no desaparecen, simplemente quedan acumuladas. Con el tiempo, esas emociones no resueltas pueden generar tristeza constante, ansiedad o inseguridad en la nueva relación. Es como si lleváramos una mochila emocional cargada de cosas pendientes que, tarde o temprano, terminan pesando demasiado”, explica Moreno.
“Por otro lado, al no reflexionar sobre lo que ocurrió en la relación anterior, solemos tender a repetir los mismos errores o entrar en relaciones que no son saludables. No aprender de lo vivido es como ver una película sin entenderla y volver a verla una y otra vez, esperando que el final cambie. Además, evitar el duelo dificulta adaptarse a la vida sin esa pareja. Esto puede llevar a una sensación de vacío o desconexión personal, porque no se ha trabajado en construir una vida propia. Al final, esa búsqueda constante de otra relación puede convertirse en una forma de llenar un vacío, más que en un vínculo basado en el amor y la conexión real”, explica antes de subrayar la importancia de darse tiempo para procesar, reflexionar y entender qué es lo que se desea y necesita y entrar así en una nueva relación desde un lugar mucho más saludable y auténtico. “El duelo no es un castigo, es una oportunidad para crecer”, matiza.
Salir y aprender de la monogamia serializada
Emily Ratajkowsky ha reconocido que durante una etapa fue una monógama en serie. “Creo que era una forma de protegerme. Estaba trabajando mucho y adentrándome en una industria realmente loca en la que hay muchos depredadores. Supongo que era una forma de sentirme segura. Quería ser querida y sentirme validada, algo que no es tan terrible”, explicó en el progama Today. Elena López coincide en señalar que las relaciones liana, a largo plazo, generan mucho malestar. “Hay personas que como consecuencia de una herida de abandono o de rechazo, pueden generar cierto miedo a estar solas y a no tener pareja. Sienten incluso que necesitan a esa pareja para sentirse bien, seguras y protegidas. Por tanto, van pasando de una relación a otra como forma de evitar esa soledad”, asegura.
Pero incluso de las relaciones liana se puede salir, y un buen ejemplo es Jennifer Lopez, que tras haber sido siempre un ejemplo de una mujer enamorada del amor (la antropóloga Helen Fisher habla del amor romántico como de una adicción), tras su segunda ruptura con Ben Affleck, ha aprendido el poder de estar consigo misma. “Estar en una relación no me define”, dijo la cantante a la cómica Nikki Glaser en una entrevista publicada en la revista Interview, en la que reconoció que por primera vez, no estaba buscando tener una nueva pareja. “Las personas que somos románticas amamos tener relaciones y queremos envejecer con alguien, por lo que pensamos que tenemos que tener pareja para ser felices, pero no es así”, dijo tras asegurar que le había costado 30 años aprender la lección.
Banquillo amoroso, el lado positivo de la novedad y un ‘pero’ final
Para finalizar, Julia Moreno señala que como las personas que enlazan relaciones a menudo lo hacen porque les resulta difícil estar solas, cuando sienten que su relación actual está llegando al final, no es raro que empiecen a prestar atención a alguien más, ya sea consciente o inconscientemente, para asegurarse de que tendrán un “refugio emocional” antes de dejar la relación. “En estos casos, las nuevas relaciones suelen ser más un escape que un vínculo auténtico, lo que aumenta la probabilidad de repetir dinámicas poco saludables. Dicho esto, también hay situaciones en las que tener a otra persona en mente puede ser saludable, especialmente cuando estamos atrapados en relaciones muy tóxicas o tormentosas. Si ese interés externo nos ayuda a romper con una dinámica de abuso, manipulación o falta de respeto, puede ser un impulso muy funcional necesario para salir y empezar a reconstruirnos. En este contexto, esa conexión actúa como un recordatorio de que hay alternativas y de que merecemos algo mejor, que el mundo no se acaba ahí”, explica. Pero incluso en esos casos, recuerda que es importante darse tiempo para sanar, reflexionar y aprender a construir relaciones desde un lugar consciente y sano. De lo contrario, se corre el riesgo de perpetuar patrones de dependencia emocional o evitar el trabajo personal necesario para estar bien.
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