Dónde hacerte una buena ‘manipedi’ en Madrid
La página de reservas Bucmi traza una radiografía de los gustos de las madrileñas al cuidar sus manos y pies y sugiere algunas de sus direcciones favoritas.
Las uñas son los nuevos labios. No es un lema de las marcas cosméticas. En los últimos años atreverse con una manicura osada ha pasado de ser una excentricidad a un toque de coquetería habitual. Pero no es solo cuestión de dar unas pinceladas y listo. Implica esmerarse en el cuidado de manos y uñas: exfoliar, retirar las cutículas, suavizar las estrías de la uña, equilibrar los largos y nutrir con especial afán todo de lo que va desde la muñeca hasta las yemas de los dedos. Un trabajo algo engorroso para hacer en casa, ya que siempre hay una mano que se nos dará peor. Por eso cada vez son más las mujeres que se reservan un hueco en la agenda para visitar a su manicurista. Aún muy lejos de la autoexigencia de las neoyorquinas que no conciben la estética sin reservarse su cita semanal para arreglarse manos y pies (y esto afecta tanto a la que lo hace en locales de gran presupuesto como la que va a un centro de barrio por unos pocos dólares). “Las madrileñas como promedio se hacen la manicura cada dos semanas, si bien crece el número de mujeres que se disciplina para hacerlo cada siete días”, explica Nicol Flores, directora de comunicación de Bucmi, un servicio de reservas especializado en centros de belleza y estética. El ticket medio para una manicura es de 18.67 €.
Con el nail art de capa caída, cotizan al alza las manicuras de un solo color. Cada temporada las marcas proponen tonos insólitos (esta primavera abundan los tonos coral). “Son perfectos para las más jóvenes, más proclives a arriesgar. Que no quita para que sigan teniendo sus colores favoritos entre los clásicos”. En efecto, por mucho que se empeñen las campañas comerciales en promover los azules, verdes o amarillos, los rojos y burdeos ganan por goleada. La tercera posición es para los nudes. “Curiosamente, la manicura francesa se pide cada vez menos”. La estación también influye en las tonalidades. “En invierno se piden colores más oscuros: granates, negros, sepias… En los meses de calor, suben los flúor y pasteles”. Por cierto, lo de llevar las uñas de manos y pies del mismo color también está en desuso. “Es más para clientas de entre 35 y 50 años. Las más jóvenes se decantan por mezclan colores sin prestar mucha atención, aunque se recomienda una armonía cromática”.
Los pies siguen siendo nuestro talón de Aquiles. En la Gran Manzana si ves a una mujer regresando a la oficina con chanclas sabes que se acaba de hacer la pedicura. En Madrid las pocas que lo hacen aún son observadas como bichos raros. “Es un error. Es mejor cuidar los pies todo el año, hidratarlos bien y evitar que aparezcan durezas o grietas a lo largo del año, que hacerlo de urgencia a partir de mayo”, me comentaba el diseñador de zapatos Paco Gil hace años en una entrevista. “Nunca se sabe cuándo vas a tener un evento o unas minivacaciones en que debas llevar los dedos o el talón al aire. Además para la vida de pareja es más agradable encontrar unos pies suaves”. Sin embargo, en cuanto llega la temporada de calcetines y zapato cerrado la mayoría se despide de las uñas de ahí abajo. “Con la llegada de buen tiempo aumenta la demanda de pedicuras. El resto del año se cuidan bastante menos los pies o se limitan a pedicuras básicas sin esmaltado o solo con brillo durante el resto del año. Otra diferencia es que en tiempo de piscina se hacen más pedicuras permanentes, mientras que durante el resto de meses les basta con una normal”. Las cifras dejan en evidencia el abandono al que condenamos a nuestros pies. Mientras suele caer una manicura cada dos semanas (unas 25-26 anuales), la media solo se hace una pedicura unas 5 ó 6 veces al año. También es un servicio más caro: unos 25,61 euros de media.
Pese a la voraz oferta del sector, los centros con una atmósfera relajada, profesionales bien entrenadas y amplia selección de productos de calidad siguen contando con el favor de las usuarias. Estos son algunos de los favoritos en Madrid.
Cerca de esa meca de la modernez capitalina adulta que es la plaza de Olavide. Su filosofía es proporcionar un espacio de desconexión del estrés diario, ‘en un ambiente minimalista, romántico y, sobre todo, privado’. Perfecto para quienes buscan un rato de calma mientras se maquillan las uñas. Entre sus tratamientos estrella, una pedicura con vitamina C.
Ladrillo visto, luces cálidas y suelo de tarima. Quienes quieran cuidar sus manos sin acabar esmaltando las uñas pueden elegir su mítico ‘Masaje de manos’, que deja las cutículas como nuevas y una increíble sensación de relax gracias a la aplicación de piedras calientes. También tienen una amplia carta de manipedis para hombres.
Lo difícil es elegir. En este centro cuentan con todos los tonos de la conocida marca de esmaltes americana, desde los más convencionales a los de rabiosa temporada, muchos de ellos, con acabado semipermanente (menos agresivo que el gel pero que viene a durar unas dos semanas).
Además de los servicios habituales, cuentan con uno específico para quienes se muerden las uñas o las tienen muy dañadas por la práctica de deportes como el running. Se trata de un tratamiento endurecedor que rellena la uña, mejora su aspecto, evita su deterioro y quita las ganas de hincarle el diente.
Auténtica concept store de la belleza concebida por la diseñadora Chloè Lombart. Tienen manicuras con aromaterapia basadas en aceites esenciales y otras específicas antiedad con exfoliación al ácido glicólico para aligerar las manchas.
Centro integral de belleza con una amplia carta de masajes y tratamientos faciales y corporales. Merece la pena reservarse 90 minutos para encomendarles nuestros pies en su tratamiento ‘Premium 90’: pedicura tradicional a la que se le suma una concienzuda reflexología podal para equilibrar la energía vital del organismo.
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