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Los narcisistas sobre todo se sienten solos

Las personas rebosantes de ego perciben más exclusión en las relaciones sociales y tienden a interpretar interacciones ambiguas como rechazos

Narcisistas

El narcisismo mira la realidad desde el epicentro sobredimensionado de uno mismo, pero también produce una dosis venenosa de sufrimiento. En efecto, los narcisistas también se sienten solos en el pasillo cubierto de espejos en el que solo ven su propio rostro. Eso concluye un amplio estudio que ha analizado la relación entre narcisismo y lo que para los antiguos atenienses era el destierro político: el ostracismo. Según los investigadores, de las universidades de Basilea, Kaiserslautern-Landau y Auckland, las personas narcisistas se sienten más excluidas de las relaciones sociales, de la misma vida cotidiana.

La explicación que dan es que no se trata solo de una consecuencia de su personalidad rebosante de ego, sino que son más sensibles a las señales de exclusión, por lo que sienten condenados al ostracismo más a menudo. También tienden a interpretar interacciones sociales ambiguas como rechazos, de forma que todas las señales que se envían, buenas, malas y dudosas, siempre tienen que ver con ellos. Y así, con la cabeza bien alta, se refugian en su isla de espejos.

El estudio, publicado en febrero, se realizó en varias fases iterativas y se centró en lo que llaman “narcisismo grandioso” que muestra rasgos como la necesidad constante de admiración, fantasías de éxito y poder, actitud autoritaria, dominación, competitividad extrema… “Qué son un millón de hombres comparados con uno como yo”, se dice que afirmó Napoleón.

En primer lugar, analizaron el Panel Socioeconómico (SOEP), una encuesta a gran escala que abarca 22.000 hogares y realiza el Ministerio Federal de Educación e Investigación alemán. Se centraron en 1.592 individuos que en 2015 habían respondido a preguntas sobre narcisismo y experiencias de exclusión social y encontraron que, efectivamente, existía una asociación entre ambas.

“Esto nos proporcionó una fuerte evidencia correlacional en una muestra a nivel nacional, pero no nos permitía determinar la causalidad”, explica por correo electrónico Christiane Büttner, investigadora en psicología en la Universidad de Basilea y primera autora del estudio. Es decir, ambas estaban unidas de alguna forma, pero no podía afirmarse que una, la sensación de ostracismo, era consecuencia de la otra, el narcisismo del individuo.

Para abordar esa limitación, a finales de 2022 diseñaron un experimento en el que 323 participantes registraron durante dos semanas sus experiencias diarias de sentirse excluidos. En lugar de tirar de recuerdos, anotaban su interpretación del presente en una aplicación móvil, “lo que nos dio una medida más precisa e inmediata del ostracismo percibido”, explica la investigadora. Los participantes con puntuaciones más altas de narcisismo declararon sentirse excluidos con más frecuencia, lo que coincidía con los resultados previos.

Después, entre 2021 y 2023, experimentaron con unas 2.500 personas en juegos virtuales. Uno de ellos, Cyberball, consistía lanzar pelotas y los jugadores podían incluir o excluirse entre ellos; otro les situaba frente a escenarios sociales hipotéticos para que evaluaran cuánta exclusión sentían. Los investigadores comprobaron que los narcisistas tienden a sentirse excluidos en situaciones sociales ambiguas en las que el ostracismo no está del todo claro. También, y esto causa poca sorpresa, los jugadores tendían a evitar a aquellos que consideraban más narcisistas.

Para ser seleccionados, los candidatos tuvieron que rellenar cuestionarios de “autonarcisismo”, pero no se les dijo explícitamente que el estudio se centraba en ese rasgo para garantizar que las respuestas no estuvieran sesgadas por la tentación de la “deseabilidad social”: querer ser deseados.

Finalmente, analizaron catorce años de datos, entre 2009 y 2022, del Estudio sobre actitudes y valores de Nueva Zelanda —llevan ya 70.000 personas entrevistadas—, para investigar la relación a lo largo del tiempo. Y lo que encontraron es que ambos, narcisismo y ostracismo, se refuerzan mutuamente de forma que ser más narcisista predice mayor exclusión a lo largo de los años, pero también, que este aislamiento apuntala los rasgos narcisistas. ¿Qué otra cosa podrían hacer en su isla de espejos salvo mirarse?

“Nuestros hallazgos sugieren que la relación entre narcisismo y ostracismo es autorreforzante”, afirma Büttner. “Los narcisistas experimentan exclusión no solo debido a su mayor sensibilidad a las señales sociales, sino también porque su comportamiento tiende a provocar la exclusión social. A lo largo del tiempo, las experiencias repetidas de ostracismo pueden reforzar aún más los rasgos narcisistas, lo que sugiere un ciclo dinámico y recíproco que puede ser difícil de romper”.

Para Büttner, uno de los hallazgos más sorprendentes fue lo estrechamente relacionado que estaba el concepto de rivalidad narcisista con el ostracismo. “Aunque esperábamos alguna conexión, el hecho de que las personas muy competitivas fueran constantemente excluidas en diferentes contextos sociales fue sorprendente. Esto implica que los costes interpersonales de esta faceta del narcisismo son inmediatos y persistentes”, añade.

Una cura para el narcisismo

El ostracismo podría ser una forma muy extrema de soledad, pero psicológicamente es aún peor por su fuerte componente de exclusión por parte del mundo. Según Büttner, “puede amenazar necesidades psicológicas fundamentales como el sentido de pertenencia, la autoestima, el control y la existencia significativa. El ostracismo es, en su mayoría, involuntario y puede llevar a sentimientos de angustia profunda, frustración e incluso hostilidad”.

El escritor e historiador Juan Gómez Bárcena analiza en su ensayo, Mapa de soledades (Seix Barral), publicado recientemente, ejemplos de grandes solitarios, muchos de ellos también grandes narcisistas como el escritor Horacio Quiroga.

Quiroga se exilió voluntariamente a la selva buscando una conexión “pura” con el mundo. Para Gómez Bárcena, esta idea de la búsqueda de soledad es un mito que surge con el nacimiento del hombre moderno. “Me interesaba recalcar que esta supuesta soledad no es una soledad natural. No hay un estado de la naturaleza en la que el individuo haya estado aislado. Eso es un mito del hombre contemporáneo. Las sociedades primitivas, poco complejas, eran colectivas. El único lugar en el que el ser humano aparece aislado, sin que nos parezca que está incompleto, es en el mundo contemporáneo y en el capitalismo a partir del siglo XVI”, cuenta en un café en Madrid.

Quien sí acabó exiliado y solo fue Napoleón. “Cuando alcanzas grandes cotas de poder y, además, ves que eres mucho más inteligente que los políticos que te rodean, mucho mejor estratega que cualquier otro general, es inevitable interpretar que tienes un papel único en la historia. Y en cierto modo es verdad. Napoleón cumplió un papel único en la historia. Quizás no había otra persona en su entorno capaz de desempeñar los logros como él lo hizo. Esto deriva en narcisismo necesariamente, y ese narcisismo extremo probablemente hará que seas menos confiable, por ejemplo, a la hora de ejercer la diplomacia, y eres rápidamente interpretado por lo demás como un peligro porque solo te debes a sí mismo, y por lo tanto, tenemos que exiliarte en el momento en el que caes”, afirma el escritor.

Quizás en la actualidad existe una sensación de que hay más narcisistas que nunca. Algunos psicólogos, como Jean Twenge y Keith Campbell, quienes escribieron el libro La epidemia del narcisismo, o Jonathan Haidt, autor de La generación ansiosa, piensan que está en aumento. Pero varios estudios de otros investigadores, como William Chopik, psicólogo de la Universidad de Michigan, lo desmienten. “Mirando la totalidad de los datos no parece ser mayor de lo que ha sido históricamente. De hecho, hemos encontrado lo contrario, que las nuevas generaciones son un poco menos narcisistas. Los datos reales dicen que no es tan dramático”, explica Chopik por videollamada.

“Independientemente de su cultura, de dónde vivan o cuándo nacieron, encontramos que el narcisismo disminuye con el tiempo. Hay algo que sucede a los seres humanos cuando eres joven y estás realmente lleno de ti mismo. Pero luego, a medida que envejeces, vas madurando y es sorprendente ver lo consistente que es esto. No hay ninguna cultura en el mundo en la que el narcisismo aumente a medida que la gente envejece”, concluye Chopik. Así que quizás la cura para apartar el espejo del rostro sea, simplemente, esperar.

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