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Un reclamo comercial que se derrumba: las gafas con filtro de luz azul no funcionan

Una revisión científica de 17 estudios concluye que los bloqueadores no han demostrado propiedades contra la fatiga ocular ni en favor de la calidad del sueño

Un hombre trabaja frente al ordenador con unas gafas graduadas.
Un hombre trabaja frente al ordenador con unas gafas graduadas.Thomas Barwick (Getty Images)
Enrique Alpañés

El filtro de luz azul puede tener sentido desde el punto de vista publicitario, pero ninguno desde el científico o de la salud. Las gafas que incorporan este extra tan común en reclamos comerciales son más caras, pero no han sido capaces de probar nada: ni evitan la fatiga ocular causada por el uso del móvil y el ordenador, ni mejoran la calidad del sueño.

Una revisión de 17 ensayos diferentes ha confirmado definitivamente esta idea, que lleva años reclamándose desde círculos científicos. Este collage de la mejor evidencia científica disponible hasta el momento no deja lugar a dudas. “El uso de lentes con filtro de luz azul para reducir la fatiga visual asociada con el uso del ordenador podría no tener ventajas a corto plazo. Tampoco está claro si estas gafas afectan a la calidad de la visión o del sueño”, explica Laura Downie, profesora de optometría en la Universidad de Melbourne y autora de la revisión científica. Downie cree que la gente debería “tener en cuenta estos hallazgos a la hora de decidir si compran estas gafas”.

En los últimos años, con el auge de los dispositivos móviles, los filtros de luz azul se han popularizado. El 75% de los oculistas prescribía este tipo de lentes en 2018, según un estudio australiano. Pueden venderse como un extra, por unos 30 euros, para las gafas graduadas clásicas, o en un modelo específico. Hay gafas que solo sirven para filtrar la luz azul, desde 40 euros. Muchos dispositivos móviles incorporan la opción night shift que vuelve los colores de la pantalla más cálidos para limitar la luz azul que emiten. Todo esto no sirve para nada, no hay ciencia que lo avale.

La publicidad dice que esta tecnología filtra ciertas ondas de luz que emiten los dispositivos digitales como teléfonos, ordenadores y tabletas. Esta favorece la atención y la vigilia, controlando el reloj biológico. Por eso, en teoría, si estamos expuestos a la luz azul de los móviles antes de ir a dormir, nos costará más conciliar el sueño. Hay cierta base científica en esta afirmación: varios estudios hechos en moscas de la fruta explican que esta modifica su patrón de sueño en función de su exposición a la luz azul. “El problema es que nuestros circuitos neuronales son mucho más complejos que los que pueda tener una mosca”, puntualiza en conversación telefónica Conchi Lillo, investigadora de patologías visuales de la Universidad de Salamanca y autora del libro ¡Abre los ojos!.

“Son las empresas que venden filtros de luz azul las que alertan sobre sus efectos. Y ese es el problema”
Conchi Lillo, Universidad de Salamanca

La cantidad de luz azul que reciben nuestros ojos de fuentes artificiales, como las pantallas de ordenador, es aproximadamente una milésima parte de la que recibimos de la luz natural. Por lo tanto, cabe esperar que tenga un efecto insignificante. También hay que tener en cuenta que las lentes con filtro bloquean entre el 10% y el 25% de la luz azul, según el producto. Pero es más, estos filtros pueden llegar a ser contraproducentes, avisa Lillo: “Durante el día, necesitamos percibir la luz azul del sol para regular nuestro ciclo circadiano, si la bloqueamos podemos tener somnolencia y trastornos del sueño”.

Esta revisión de Cochrane tampoco encontró evidencia de que las lentes con filtro de luz azul protejan contra los daños en la retina, el tejido sensible a la luz situado en la parte posterior del ojo. “No se han podido sacar conclusiones sobre los posibles efectos en la salud de la retina a largo plazo” confirma por email la doctora Downie. Tampoco se ha conseguido establecer ninguna relación entre la luz azul y la fatiga ocular, a pesar de que los reclamos publicitarios de la industria llevan años advirtiendo sobre ello.

En este caso, también hay una base sobre la que se ha constituido una falacia: la fatiga ocular se produce cuando llevamos mucho tiempo delante de una pantalla, como la del móvil o el ordenador. “Pero no es por la luz azul”, puntualiza contundente Lillo. “Cuando estás delante del ordenador, parpadeas menos, provocando sequedad, y centras la vista en un punto concreto y muy cercano. Esto se puede resolver descansando la vista 20 segundos cada 20 minutos”, asegura. En determinados contextos, la luz azul, fría y brillante, puede llegar a ser molesta para algunas personas, pero eso, explica Lillo, tiene fácil arreglo: “Basta con bajar la intensidad”.

Andrew Przybylski, de la Universidad de Oxford, es tajante: “Pensaba que los reclamos no eran fiables, pero esta evaluación es bastante desfavorable”. “Brinda al público la oportunidad de hacer una pausa y preguntarse si realmente deberían cambiar su comportamiento o comprar cosas para abordar lo que temen como problemas de la era digital. Sería bueno que la gente aplicara el mismo recelo que tiene hacia la tecnología a la investigación que confirma sus miedos y a los que venden soluciones rápidas”, razona el especialista en declaraciones al portal SMC.

Esta revisión supone un espaldarazo científico, uno más, al movimiento que en los últimos años ha alertado en contra del uso del miedo como estrategia comercial. La Sociedad Española de Oftalmología se posicionó en contra de los bloqueadores de luz azul en 2017. En el Reino Unido, las cosas han ido más allá. Ese mismo año, la óptica Boots tuvo que pagar una multa de 40.000 libras, tras hacer afirmaciones “engañosas y sin fundamento” sobre el tema. En España, las páginas webs de las principales ópticas siguen haciéndolas sin consecuencias legales.

“Sobre todo son las empresas que venden filtros de luz azul las que alertan sobre sus efectos”, denuncia Lillo. “Y ese es el problema”. En primer lugar, considera, lo hacen porque tienen una ganancia clara. “Pero también hay quienes lo hacen de buena fe, porque no están bien informados, porque hay mucha desinformación con este tema”, abunda. Por eso, considera, hay que hacer mucha pedagogía.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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