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Afrontamiento, trabajo emocional, ‘gaslighting’... ¿Por qué hablamos como si fuéramos psicólogos?

De manera más o menos consciente se han incorporado al vocabulario habitual palabras que antes estaban reservadas a la psicología y la psiquiatría

Psicologo
Una adolescente en una sesión con una psicóloga.StockRocket (Getty Images/iStockphoto)
Karelia Vázquez

Hay gente de 17 años que se expresa con el hermetismo de un psicoanalista lacaniano y gente de 50 que acaba de descubrir que toda su vida ha sido víctima de una triangulación narcisista. El pasado fin de semana, durante la cena, María F. (nombre ficticio), 16 años, informó a sus padres de que eran “una familia disfuncional”. “Como vosotros no fuisteis a terapia, no habéis superado vuestros traumas y nos los habéis transferido”, dijo antes de devorar el último trozo de sándwich.

De un modo más o menos consciente, se han ido incorporando al vocabulario habitual palabras que antes estaban reservadas al ámbito de la psicología y la psiquiatría. Gracias a Instagram y a TikTok, gente muy joven maneja con soltura términos como love bombing (una forma de manipulación para ligar) o gaslighting (abuso psicológico que hace a alguien cuestionar su propia realidad) y son proactivos cazando red flags (señales de peligro) e issues (problemas) en sus relaciones. Así, con estos anglicismos, es como se han popularizado y colado en todas las conversaciones.

Todo el mundo parece estar inmerso en algún “trabajo emocional”. Diagnosticamos y recibimos diagnósticos no solicitados. Nos entrenamos en la “evitación del apego” y probamos nuevos mecanismos de “afrontamiento”. Nos proyectamos y hacemos “transferencias” (psicoanalíticas, no bancarias). Todos parecemos esconder un trauma, una herida, un abandono, y nos gusta decir que estamos trabajando “en ello”.

No es la primera vez, y probablemente no será la última, que caigamos en la terapización exaltada del habla común. La psicoterapeuta Isabel Larraburu recuerda que durante el boom de la new age en California surgió el concepto Psychobabble, “una forma de hablar o escribir que mezclaba jerga psicológica, palabras de moda y lenguaje esotérico para crear una impresión de verdad o plausibilidad”.

Larraburu explica que el hablante solía carecer de la experiencia y la comprensión necesarias para usar los términos de un modo adecuado. Dicho esto, la experta se muestra muy a favor de la popularización de conceptos que ayuden a identificar, por ejemplo, el maltrato narcisista en las plataformas de citas. “Esta información ayuda a moderar comportamientos que conllevan la cosificación y mercantilización de las personas”, afirma. Lo que ya no le parece tan bien a la profesional es abusar de diagnósticos. Es decir, adjudicar el sambenito de bipolar, narcisista o neurótico a cualquiera que no coincida con nuestro modo de ver el mundo. “Es excesivo y, en muchas ocasiones, erróneo. Frivoliza padecimientos que para algunas personas son incapacitantes y dolorosos”, critica.

Carolina Bandinelli, profesora asociada de Industrias Creativas y Medios de Comunicación en la Universidad de Warwick, cree que cada palabra que se convierte en una buzzword (palabra viral y de moda) en Internet pierde su potencial como herramienta de pensamiento y acaba convertida en una etiqueta. “El peligro de abusar de este vocabulario es convertirlo en un instrumento patologizador que alimente la ansiedad en los encuentros románticos y sexuales”, advierte vía email.

Dinamitar las relaciones

Otros expertos opinan que la soltura con que se manejan palabras y conceptos de la psicología y la psiquiatría genera un sobreanálisis de cada interacción que puede dinamitar las relaciones personales. Si una amiga se distancia y cuando preguntas los motivos te suelta del tirón: “Hasta hoy he cuidado nuestra amistad como un tesoro, pero estamos evolucionando en direcciones opuestas y ya no estoy en condiciones de seguir invirtiendo en esta relación”, debes saber que semejante discurso no es de su autoría, solo está siguiendo las pautas de una de las tantas plantillas virales de TikTok para romper un vínculo. Tienen en común la jerga terapéutica, el tono displicente y profesional, la condescendencia y un mínimo de empatía. Otra posibilidad es que haya encontrado el manual de instrucciones en Twitter, donde también se comparten estas plantillas para despachar conversaciones desagradables en la mínima unidad de tiempo posible, con frialdad y una abundante terminología psicológica que deja a la otra parte desarmada.

El poder de la jerga terapéutica reside en que nos coloca en el plano objetivo del analista que no somos, por encima de la complejidad de las emociones reales. Nos permite ejercer nuestro egoísmo con un argumento técnico: no estoy cancelando una cita en el último minuto, solo estoy estableciendo mis límites; no estoy terminando nuestra amistad abruptamente, sino reevaluando mi capacidad para invertir en este vínculo.

“El peligro de abusar de este vocabulario es convertirlo en un instrumento patologizador que alimente la ansiedad en los encuentros románticos y sexuales”
Carolina Bandinelli, Universidad de Warwick

Aprendemos el lenguaje de los sitios donde pasamos tiempo. Y así se habla ahora en las redes sociales. Los estudiosos de los códigos de la vida online observan que la jerga terapéutica se utiliza como una herramienta de distinción, especialmente en las aplicaciones para ligar, donde abordar temas de salud mental confiere estatus y un aura prestigiosa de madurez emocional.

“No hay dudas de que los términos terapéuticos se han generalizado en el ámbito del dating (citas) y en la cultura digital dominante”, señala Bandineli, que constata la apropiación de muchas palabras técnicas para definir las relaciones: love bombing, vínculo traumático, abuso narcisista, etcétera. “En mi opinión, es el esfuerzo de las generaciones más jóvenes, especialmente de las mujeres, de reescribir los códigos éticos del amor para escapar del paradigma heteronormativo y patriarcal. El lenguaje de la terapia les sirve para nombrar algunos comportamientos y, por tanto, para identificarlos”, explica. Y resalta: “Hasta hace pocos años, las masculinidades abusivas y tóxicas se consideraban parte del romance heterosexual. Para muchas mujeres, sentirse disminuidas e insuficientes era una señal de amor en lugar de una red flag”.

Paul Eastwick es profesor de Psicología de la Universidad de California y su campo de investigación es cómo se inician las relaciones románticas. En su trabajo ha observado que la gente ya no se vende diciendo cuánto mide o cuánto gana, sino introduciendo en sus conversaciones frases como: “Mi psicóloga dice...”. “Contar las experiencias en terapia equivale a enseñar las mejores cartas ante una potencial pareja, pues en estos tiempos reconocer que se va a terapia dice algo más amplio sobre tu grupo social y tus valores”, asegura Eastwick.

La socióloga Jess Carbino, que trabajó para las aplicaciones de citas Tinder y Bumble, también ha observado que ahora en las apps de ligar se abordan temas emocionalmente complejos y se hacen referencias explícitas a la salud mental. En su opinión, es una doble táctica que sirve, por un lado, para posicionar valores, y, por otro, para hacer limpieza. Para ella son varios los mensajes que se envían presumiendo de ir a terapia: capital emocional e inversión en salud mental, caché cultural y solvencia económica.

Los ‘millennials’ y los ‘centennials’ son los más inteligentes, no se pierden en desvaríos románticos
Helen Fisher, antropóloga

Carbino recuerda que en 2010, cuando empezaban las apps de citas, los usuarios solían dar “información genérica, mundana e inofensiva” para conseguir el mayor número posible de matches. Decían, por ejemplo, me gusta el cine, amo a los perros y hago brunchs los domingos. “Pero ahora han cambiado los valores que importan en la pareja, los más jóvenes están muy preocupados por la estabilidad emocional y lo reflejan en sus perfiles usando jerga terapéutica o diciendo aquello de ‘Como diría mi terapeuta’ para dejar claro que su propia salud mental y la de su pareja son una prioridad”, señala.

La antropóloga Helen Fisher, que durante quince años ha entrevistado a solteros de Estados Unidos para su estudio sobre solteros en EE UU, explicó en una entrevista a este periódico que en sus encuestas de 2022 el atractivo físico o el buen sexo habían desaparecido por primera vez de los atributos más deseados en una pareja. Lo que cotizaba al alza era la estabilidad y la madurez emocional. Fisher llama a los millennials y centennials (nacidos a partir del 2000) “los nuevos victorianos” y lo hace como un elogio: “Son los más inteligentes, no se pierden en desvaríos románticos”.

Para Bandineli, la ubicuidad de la jerga terapéutica en nuestras citas y relaciones anuncia el advenimiento de lo que ella llama la era posromántica. Una circunstancia que estudia en sus últimas investigaciones. “En el posromanticismo se subvierten los códigos de la pareja heterosexual en un intento de recodificar el amor a la luz de una nueva ética que surge del reconocimiento del malestar que produce el amor romántico, tal y como lo hemos conocido hasta ahora”, explica. Al mismo tiempo se aspira a la analgesia total porque, junto a las dinámicas de poder, se busca anular todos los riesgos de relacionarse con otras personas: salir lastimado, o perder tiempo o dinero. “Se intenta borrar el dolor, por eso las emociones negativas se patologizan inmediatamente, es un modo de suprimirlas e ignorar de donde vienen”, opina.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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