Por qué hay que vivir cantando: mejora la función cerebral y evita los trastornos cognitivos asociados a la edad
Un equipo de expertos en neurociencia y psicología clínica de la Universidad de Helsinki identifica el canto como una actividad beneficiosa para el cerebro y para tratar la afasia
El profesor Teppo Särkämö estudia cómo afecta el envejecimiento al procesamiento cerebral del acto de cantar, lo que podría tener importantes aplicaciones terapéuticas. “Sabemos mucho sobre el procesamiento del habla, pero no tanto sobre el canto. Estamos estudiando el hecho de que determinadas funciones relacionadas con el canto se conservan en personas con multitud de enfermedades neurológicas”, explica.
Expresarse puede ser una tarea prácticamente imposible para las personas con afasia, una enfermedad provocada generalmente por un accidente cerebrovascular que afecta gravemente a la capacidad para comunicarse, ya que les resulta muy complicado articular las palabras correctas. Sin embargo, aplicando una técnica conocida como “terapia de entonación melódica”, consistente en solicitar a la persona que cante una oración habitual en lugar de decirla, sorprendentemente logra hacer salir las palabras.
Särkämö es el coordinador del proyecto PREMUS y, junto con su equipo, utiliza métodos similares y amplía esta estrategia creando “coros senior”, específicamente dirigidos a pacientes con afasia y sus familiares. Los científicos exploran así el potencial del canto como importante herramienta de rehabilitación en casos de afasia, y quizás también para prevenir el deterioro cognitivo.
Entonar las notas adecuadas
El estudio PREMUS se realiza en coordinación con una asociación local de Helsinki dedicada a la afasia, y en él participaron varios coros, cada uno integrado por unas 25 personas con afasia y sus familiares cuidadores. Los resultados de los ensayos realizados son prometedores.
“En última instancia, el objetivo de nuestro trabajo con personas con afasia es utilizar el canto como herramienta para ejercitar la producción del habla y llegar en algún momento a comunicarse sin necesidad de cantar. No obstante, en los coros estamos viendo el efecto que tiene esta intervención en las vidas cotidianas de las personas como herramienta esencial de comunicación”, afirma Särkämö.
Además del coro de personas con afasia, el equipo ha hecho un gran número de resonancias magnéticas funcionales (IRMf) del cerebro de personas jóvenes, de mediana edad y mayores que cantan en coros para averiguar por qué esta actividad es tan importante en distintas etapas de la vida. Los resultados apuntan a que, con la edad, las redes cerebrales que participan en el canto sufren menos cambios que las responsables del habla, lo que parece indicar que el canto tiene un efecto más global en el cerebro y sufre menor deterioro con la edad.
De sus estudios también se desprende que resulta fundamental cantar activamente y no solo escuchar música coral, por ejemplo. “Cuando cantas, se activan los sistemas frontal y parietal del cerebro, encargados de regular el comportamiento, y se utilizan más recursos motores y cognitivos asociados al control verbal y las funciones ejecutivas”, señala Särkämö. Los resultados iniciales de un estudio longitudinal en el que se comparaba la función neurocognitiva de integrantes de los coros de mayores y otros adultos sanos de edad avanzada (que no cantaban) ponen de manifiesto los efectos positivos de cantar en la función cognitiva y auditiva y la importancia de la interacción social asociada a esta actividad, que podría retrasar la aparición de la demencia.
Los miembros del coro obtuvieron mejores resultados en las pruebas neuropsicológicas, informaron de menos dificultades cognitivas y disfrutaban de una mayor integración social. Los electroencefalogramas realizados a los mismos grupos indican que los integrantes del coro poseían capacidades más avanzadas de procesamiento auditivo de alto nivel que les permitían en particular combinar la información sobre el tono y la ubicación en las regiones frontotemporales del cerebro, algo que Särkämö atribuye a la complejidad del entorno sonoro que se da en un coro.
El siguiente paso consistirá en reproducir y ampliar este trabajo con coros de personas mayores diagnosticadas con alzhéimer, así como desarrollar un ensayo clínico a gran escala para comprobar los efectos. No obstante, las dificultades probablemente sean otras en el caso de la enfermedad de Alzheimer: los pacientes pueden recordar canciones de su pasado, pero Särkämö no está seguro de que puedan aprender y recordar letras nuevas.
Es tanto optimista como realista con su trabajo. “Se trata de intentar estimular las redes que se mantienen activas en el cerebro. Creemos que cantar puede ayudar a recuperar algunas de esas funciones, aunque dado el devastador deterioro progresivo que provoca el alzhéimer, lo único a lo que se puede aspirar es a ganar tiempo y tratar de ralentizar el ritmo del declive que ya se esté produciendo”.
La misma partitura
Christian A. Drevon, profesor de medicina en la Universidad de Oslo (Noruega), también se consagra a dar solución a los problemas a los que se enfrenta una población envejecida. Drevon es especialista en biomarcadores y, en el marco del proyecto Lifebrain, financiado con fondos de la UE, está utilizando sus conocimientos para comprender los distintos factores que afectan a la función neurocognitiva.
“La mayoría de los estudios sobre el alzhéimer son transversales: se toma un grupo de personas, se examina un momento concreto y se asocian ciertas cosas con quienes padecen y no padecen la enfermedad”, explica. “Sin embargo, a menudo no existe causalidad; no puede saberse si se trata del motivo de la enfermedad o de una consecuencia de esta”.
Para poder comprender verdaderamente cómo funcionan el alzhéimer y la demencia, se requieren datos de personas antes y después de enfermar, de manera que se pueda identificar cuál fue el detonante. Desentrañar esta cuestión es el principal objetivo del proyecto Lifebrain, coordinado por los profesores en psicología Kristine Walhovd y Anders Fjell.
En el marco de esta iniciativa se han recabado datos de IRM cerebrales de personas de toda Europa para analizar la importancia de una serie de factores para la cognición a medida que se envejece y cómo varían de una persona a otra.
Antes de poder analizar más de 40.000 imágenes de resonancia magnética cerebral de más de 5.000 personas de entre 18 y 80 años, fue necesario armonizar los datos. ¿Ofrecen los mismos resultados los escáneres de resonancia magnética de Suecia y de España? Para asegurarse de que así sea, Lifebrain envió a ocho participantes a distintos puntos de Europa para someterse a un escáner y ajustar los equipos en función de los resultados.
Se armonizaron todas las pruebas psicológicas (incluidos tests cognitivos) y otros datos recabados (peso corporal, datos demográficos, genéticos y sobre el estilo de vida, como el sueño y la dieta).
A continuación, el equipo cruzó la información de IRM con otras bases de datos y descubrió nuevos indicios de la importancia que tienen en un menor riesgo de demencia el lugar donde se vive y el acceso a espacios verdes. También se descubrió que la educación y el sueño, por el contrario, guardan menos relación con el futuro riesgo de demencia de lo que se pensaba.
“Muchos estudios sostienen que la educación es muy importante para reducir el riesgo de padecer demencia. Pero, si se realiza un seguimiento longitudinal a lo largo de la vida de las personas, no se aprecia tal asociación”, explica Drevon. “Esto no significa que la educación no sea importante, sino que probablemente no sea cierto que pueda evitar la aparición de la demencia. Debemos buscar otros factores determinantes”.
Dado el elevado coste de las resonancias magnéticas, Drevon sugiere utilizar pequeñas muestras de sangre (manchas de sangre seca) extraídas del dedo con ayuda de una lanceta, sin asistencia profesional, para obtener datos individuales en el futuro. Estas muestras se analizarían en un laboratorio como Vitas Ltd, socio de Lifebrain, y podrían resultar determinantes para ofrecer asesoramiento personalizado y en línea sobre riesgos individuales.
“Si queremos conseguir realmente mejorar el estilo de vida, el camino es probablemente la personalización. Es necesario medir varios factores de cada persona a lo largo de su vida”, señala. “Lo mejor que podemos hacer para combatir el deterioro cognitivo y la demencia es adoptar medidas preventivas tempranas, y para ello se necesitan este tipo de datos a lo largo de la vida”.
Canciones para hacer ejercicio
El profesor Drevon confía en que, con el tiempo, esta información personalizada pueda ayudar a retrasar, o quizás a erradicar, ciertos aspectos de la demencia. Entretanto, ¿por qué no cantar para evitar el deterioro cognitivo, como proponen Särkämö y el proyecto PREMUS? ¿Está de acuerdo en que cantar podría ser una importante medida preventiva?
“El cerebro es como un músculo. Si entrenas, lo tonificas, como cuando lo utilizas para cantar: se trata de una tarea compleja en la que intervienen muchos procesos y que requiere retentiva. Existen, por supuesto, otras formas de entrenar al cerebro, pero cantar es un excelente ejemplo de actividad que puede ayudar a mejorar la función cerebral”, cuenta.
Artículo publicado originalmente en Horizon, la Revista de Investigación e Innovación de la Unión Europea. Puede leer la versión en inglés aquí.
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