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Retina para Novartis

La innovación colaborativa afronta su propia desescalada

La lucha contra la pandemia ha impulsado como nunca el código abierto y el trabajo conjunto entre todos los sectores, pero existe el temor a que este fenómeno se diluya en pocos meses

La crisis sanitaria impuesta por el coronavirus ha dinamizado la innovación colaborativa. El código abierto y el trabajo conjunto entre sociedad civil, empresas e instituciones públicas ha cobrado más protagonismo en los dos últimos meses que en años de digitalización. Movimientos como aplanalacurva y coronamakers han demostrado la fortaleza de movilizar todos los recursos que sean necesarios, sin escatimar tiempo, capital humano o dinero, por escaso que fuera. La creación de respiradores artificiales de emergencia a partir de impresoras 3D son una pequeña muestra tangible de este modelo. Sin embargo, ahora le toca afrontar su propia desescalada. Muchas dudas se ciernan sobre su perdurabilidad una vez comience la denominada nueva realidad.

Como ha argumentado David Cuartielles, cofundador de Arduino y miembro de Coronavirusmakers, durante un desayuno organizado por EL PAÍS Retina y Novartis, surgió de la nada y probablemente desparezca del mismo modo. “Hay que ver en qué se materializa todo, en qué se convierte. Lamentablemente, en la sociedad no existe un sistema de voluntariado en el que todos podamos meternos. En España no hemos planteado lo que significa ser miembro de una comunidad ciudadana”. Lo más próximo a esta concepción social lo encontramos en el entorno rural de un par de autonomías. En Asturias se denomina sestafeiras y en Castilla hacenderas u obrerizas. Y no deja de ser la obligación moral de participar en tareas colectivas del municipio.

Al margen del éxito reciente, Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec, tiene claro que si la colaboración ha llegado hasta este punto, no ha sido por otro motivo que haber hecho previamente demasiadas cosas mal. Desde la falta de entendimiento global hasta la opacidad demostrada por diferentes Gobiernos así como la inflexibilidad de la legislación vigente. “Todo está relacionado con la colaboración. El sistema público, por ejemplo, ha tenido muchos problemas, en especial por las rigideces de sus modelos de innovación. Si miramos hacia las empresas, han demostrado problemas serios con respecto al modelo de globalización de producción de materiales”, ha comentado.

Ninguno de los asistentes se ha atrevido a vaticinar si estamos ante un punto de no retorno. María Jesús Lama, directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, lanzaba una pregunta sin respuesta: ¿Dentro de dos o tres años estamos dispuestos a seguir con este modelo? Como integrante del sector público, y vital en el proceso de toma de decisiones durante la pandemia, solo se ha atrevido a afirmar que tienen que ser un tractor de la innovación. “La proximidad entre todos los participantes de la sociedad ha sido un catalizador que ha dado sus frutos, pero partíamos de unos sistemas demasiado conservadores y protecciones en relación a la colaboración.

Privacidad de los datos

Los datos son un elemento indispensable para conseguir que este nuevo sistema funcione sin fisuras. La pandemia mundial ha demostrado que toca compartir información. Bien sea para inventar la tan ansiada vacuna o para construir una aplicación de rastreo de contagios. Como ha opinado Richard Benjamins, responsable de la estrategia de inteligencia artificial y datos en Telefónica y cofundador de OdiseIA, mientras se respeta la privacidad, la colaboración podría mitigar otras pandemias y ciertos problemas actuales, como la emergencia climática. “Hasta la fecha, todo se suele quedar en la buena voluntad, en la filantropía de las empresas. Ahora bien, si queremos que este nuevo modelo perdure, el altruismo tiene unos límites evidentes”.

Sin querer entrar a debatir sobre cómo abordar la protección de datos en estrategias de big data, Esther Borao, directora del Instituto Técnico de Aragón, ha apelado a que los usuarios vean el valor real de la información que comparten. Es decir, que lo califiquen como un aporte social y no tanto como una vulneración de un derecho fundamental, algo que jamás estaría justificado por ningún proyecto. Según sus palabras, dejar atrás la desconfianza y que la ciudadanía sea consciente del beneficio. “Falta educación de que el open source es compartir conocimiento, aportar utilidad. Se trata de compartir entre todos para que el conocimiento siga su curso y los demás lo mejoren y accedan a él”.

La innovación no está carente de retos. Al igual que la Covid-19 ha acelerado todo, este entorno ha tenido que avanzar a marchas forzadas. Los participantes no comprenderían que, en pocos meses, la colaboración volviera al cajón del olvido. La educación jugará un rol preponderante, aunque José Marcilla, director general del área de oncología de Novartis, ha preferido hablar de aprendizaje. Como conclusión, ha asegurado que será la única forma de multiplicar exponencialmente la transformación cultural y digital. “Toca que la gente sea curiosa, que sea capaz de desarrollar su potencial inspirándose en un propósito. Y esto no podemos hacerlo solos. Si hemos podido y podemos es por la colaboración”.

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