La llegada del 5G reabre el debate sobre la electrosensibilidad, un síndrome sin base científica
Los expertos en radiofrecuencias aseguran que el 5G es inocuo. Quienes se quejan de que las ondas afectan a su salud están transformando inconscientemente una afección psicológica en síntomas físicos
La sensación que tienen las personas con hipersensibilidad electromagnética es de malestar, aunque su organismo no está enfermo. Asocian el hormigueo, la fatiga, el vértigo, las náuseas y las palpitaciones que sienten a la influencia que las ondas y los dispositivos electrónicos tienen en sus cuerpos. Aunque su sufrimiento y sus síntomas son reales, no están provocados por las radiofrecuencias. Al menos, esta es la postura del grueso de la investigación científica llevada a cabo hasta la fecha. Con la llegada del 5G, los temores de estas personas se reavivan, aunque los expertos aseguran que esta conexión ultrarrápida es inocua.
Hace solo unas semanas, el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), formado por investigadores médicos, físicos e ingenieros, publicó un informe que evaluaba las evidencias científicas disponibles hasta la fecha. La conclusión de la publicación, titulada 5G y salud, fue que “la población en general puede estar tranquila sobre las supuestas implicaciones que la radiofrecuencia emitida por esta tecnología podrían tener para la salud”.
Es cierto que las ondas que hacen posible la conexión 5G son más energéticas que las del 4G, “pero no llegan a tener energía suficiente para dañar el cuerpo humano”, explicaba entonces Francisco Vargas, médico epidemiólogo y director científico del CCARS. Para que esta tecnología esté disponible y con cobertura en todo el territorio serán necesarias más antenas de menos potencia, lo que suscita la preocupación de las personas que sufren de electrosensibilidad.
Pero este temor parece infundado. Además de la llevada a cabo por el CCARS, otras investigaciones internacionales han concluido que el 5G es seguro. La Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP) es el organismo internacional que se encarga de establecer cuáles son los límites seguros a los que los humanos podemos exponernos a la radiación. Recientemente ha actualizado sus directrices por primera vez en más de 20 años y ha concluido que los niveles del 5G están muy por debajo del nuevo máximo.
“Sabemos que una parte de la población está preocupada por la seguridad del 5G y esperamos que las pautas actualizadas ayuden a tranquilizarles", explica Eric van Rongen, presidente de ICNIRP, según recoge The Guardian. “Las directrices se han desarrollado después de una revisión exhaustiva de toda la literatura científica relevante, talleres científicos y un extenso proceso de consulta pública"
Existe una abrumadora evidencia de que el 5G, como los estándares móviles anteriores, es seguro para el público. Con esta información, hay pocas razones para pensar que sea más dañino que otros tipos de radiaciones electromagnéticas, como la luz visible. Entonces, ¿qué es lo que causa los síntomas de las personas con electrosensibilidad? De momento, la explicación apunta a que están somatizando, es decir, están transformando inconscientemente una afección psicológica en síntomas físicos.
"Eso no significa que no sufran; lo hacen, y mucho. Sus dolores son reales, pero, según la investigación hasta la fecha, no está demostrado que la causa sea una enfermedad física ni la influencia de las ondas”, explica Manuel Martín, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría. Quienes sufren este síndrome no son capaces de distinguir, en condiciones experimentales, si están expuestos o no a radiofrecuencias. Se trata del efecto nocevo, según recoge el Informe sobre radiofrecuencias y salud del CCARS (2013-2016).
La hipersensibilidad electromagnética no es una enfermedad reconocida en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (CIE-OMS). Por ello, no existe un protocolo validado y aceptado por la comunidad científica para su diagnóstico y tratamiento.
Los síntomas son difusos. “Cuando alguna vez vemos a estas personas, tienen un grado de sufrimiento importante; presentan síntomas inespecíficos, de distinta naturaleza y cambiantes”, cuenta Martín. “En psiquiatría existe una categoría diagnóstica que se llama trastornos somatomorfos. Se refieren a personas que tienen molestias físicas muy variadas para las que no se encuentra una causa física. Es un diagnóstico por exclusión. No se puede descartar que tengan algo pero en este momento no se les encuentra”, explica el psiquiatra. El tratamiento para las personas con hipersensibilidad electromagnética entraría dentro de esta categoría.
La dificultad principal para ayudarles es que estas personas no establecen ninguna relación entre los síntomas que tienen y su estado psíquico. “No buscan ayuda porque no piensan que sea mental: están convencidos de que la culpa es de las ondas y los dispositivos”, explica Martín. “De hecho, les molesta mucho que les digas que puede haber una afección mental o emocional. Hay que ser muy respetuoso para que no interpreten que menosprecias su sufrimiento”, explica Francisco Vargas, médico epidemiólogo y director científico del CCARS. “Algunos piden ayuda a profesionales de la salud mental porque sienten ansiedad o tienen síntomas depresivos, pero, una vez más, consideran que son las ondas quienes se lo causan”, añade Martín.
Sin embargo, algunas personas sí reconocen que su malestar cambia no solo en relación a la exposición a las ondas sino en relación a dificultades que experimentan en la vida diaria. “Admiten que su problema empeora con el estrés, el cansancio, los conflictos… esto abre una vía para tratarlos”. Y la terapia funciona. Los síntomas mejoran cuando se aplican tratamientos para la ansiedad o la depresión. “La terapia cognitivo-conductual y la psicoterapia ayudan a estas personas. Se les enseña cómo su interpretación de los problemas que tienen depende de a qué los atribuyan. Con terapia pueden conseguir que sus síntomas no sean el centro de su vida, lo que hace que vayan desapareciendo”, explica Martín.
La somatización es un mecanismo de defensa muy corriente, asegura el psiquiatra. Sucede, por ejemplo, con las personas que tienen hipocondría: interpretan que una molestia o un signo físico se corresponde con una enfermedad concreta y, si se concentran en los síntomas, es posible que sus dolores aumenten o sigan presentes durante mucho tiempo, aunque no tengan la enfermedad que creen tener. “Pero en las personas con electrosensibilidad este miedo a estar expuestos a las ondas y la intensidad de los síntomas les absorbe. Pueden llegar a encerrarse en un círculo vicioso que acabe con una limitación muy grave de su vida”.
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