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La digitalización de nuestro país hace tiempo que dejó de ser una elección

Quedarnos rezagados en la carrera por la digitalización no solo supone correr el riesgo de convertirnos en un país poco innovador. La presidenta de Adigital advierte que el progreso social y el bienestar de la ciudadanía también están en juego.

Jutta Kuss

Decir que la transformación digital es clave para el desarrollo económico y social de un país suena ya a tópico. Tenía sentido cuando la digitalización se vendía como una ‘tendencia a la que prestar atención’, pero hace tiempo que se convirtió en una realidad. Análisis como el que ofrece el Digital Adoption Index del Banco Mundial, confirman que existe una relación directa entre el nivel de digitalización de un país y su desarrollo económico (medido en términos de PIB per cápita).

De ahí, la necesidad de realizar una medición en detalle de la situación y evolución de nuestro país en esta materia. Adigital trata de hacerlo cada año con el informe España Nación Digital para saber dónde estamos, a dónde queremos ir y qué debemos hacer para llegar hasta allí. También para aprovechar todo el valor que la digitalización puede aportar al progreso y bienestar de nuestra sociedad.

Carina Szpilka, presidenta de Adigital
Carina Szpilka, presidenta de Adigital

En este análisis hay más de 90 indicadores clave, en los que examinamos las posibilidades de liderazgo de España en el contexto de la economía digital. Si bien es cierto que nuestro país ha hecho los deberes en muchos sentidos (tenemos un buen despliegue y desarrollo de infraestructuras digitales), seguimos sin ocupar un lugar relevante entre el grupo de países líderes en cuanto a digitalización, ni a nivel global ni en contexto europeo. Al fin y al cabo, no solo afecta el despliegue de tecnología: otras carencias en materia de capacidades digitales básicas y avanzadas, como el talento y la innovación, son las que más lastran el liderazgo digital de nuestro país.

Comprender esto es especialmente importante en un contexto en el que, a pesar de la globalización, se tiende cada vez más a la concentración de los ganadores, tanto a nivel geográfico como empresarial. Y donde el talento, la tecnología y la innovación han confirmado ser las únicas bazas válidas en la carrera geopolítica en la que estamos inmersos. Únicamente cinco países, -cuatro de ellos asiáticos (China, Taiwán, Japón y Corea), junto a Estados Unidos−, son responsables del desarrollo de más del 70% de las 25 tecnologías digitales punteras según la OCDE. España no se encuentra entre ellos, ni siquiera como parte de la Unión Europea.

Como punto de inicio de la transformación, debemos poner foco en las capacidades digitales de nuestra población. Hacen falta al menos dos décadas para que los jóvenes que se incorporan al mercado laboral lo hagan con el nivel educativo de las sociedades más prósperas y otras dos décadas para renovar la mitad de la población activa. Por poner un ejemplo, apenas un 54,8% de los adultos españoles dispone de competencias digitales básicas. Dato que se encuentra por debajo de la media de la UE (57,2%) y aún más lejos de los países nórdicos, que superan el 70%.

" Hacen falta al menos dos décadas para que los jóvenes que se incorporan al mercado laboral lo hagan con el nivel educativo de las sociedades más prósperas y otras dos para renovar la mitad de la población activa"

Sin ir más lejos, en nuestro país hacen falta ahora mismo entre 300.000 y 350.000 profesionales para desarrollar ocupaciones digitales. Somos el país de la OCDE en el que mayor porcentaje de trabajadores que usan tecnología en su trabajo, necesita formación adicional para enfrentarse de forma adecuada a sus tareas.

En materia de talento no hay atajos, y no podemos esperar más para buscar soluciones a todos los niveles: en los colegios, en las universidades, en las empresas y en la vida cotidiana de todos los ciudadanos.

La innovación es la otra gran debilidad de nuestro país. El hecho de que en los últimos años no haya habido una apuesta ni prioritaria ni estable por las políticas de innovación es algo que está teniendo un impacto negativo en la productividad de la economía española. Así lo confirman los resultados del Global Innovation Index, donde perdemos una posición, situándonos bastante lejos de los líderes (Suiza y Suecia), pero también por detrás de Reino Unido, Alemania y Francia.

Por eso, necesitamos una apuesta más firme por la I+D, tanto del sector público, como privado. Pero también un mayor impulso a los mecanismos de colaboración y transferencia tecnológica entre el sector educativo y las empresas, de forma que las ideas se conviertan en productos y servicios que retornen a la economía.

Tras el largo periodo de parálisis institucional, la conformación del nuevo Ejecutivo abre un nuevo escenario. En él, las administraciones públicas deben situar entre sus prioridades y con cierta urgencia, la digitalización. Además de cumplir con los compromisos de la Agenda Digital desde el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, del que dependen las Secretarías del Estado de Digitalización e Infraestructuras Digitales.

Quedarnos rezagados en la carrera por la digitalización supone correr el riesgo de convertirnos en un país poco innovador y, en consecuencia, menos competitivo en el contexto global. Pero también corremos el riesgo de tener menos capacidad para garantizar el progreso y bienestar social de su ciudadanía. Por ello, no se debe olvidar a nadie, necesita ser capaz de afrontar los retos de la despoblación, de generar empleos de calidad o de construir ciudades más sostenibles y habitables.

Tenemos la estructura, tenemos la materia prima y tenemos las ganas. Solo nos queda trabajar juntos y tejer sinergias para construir el escenario más adecuado para la digitalización. Los beneficios repercutirán positivamente en las empresas, la economía y la sociedad de hoy y del mañana.

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